martes, 9 de julio de 2013

Adicta

Era adicta a estar entre sus brazos. Y entre los suyos. Y entre los de él. Todos eran uno, todos eran esa figura sin nombre que quería tener junto a ella. Pero había algo que no cuadraba, algo que la tenía rebotando de un lado a otro de la estancia. Menos mal que había acolchado las paredes tiempo atrás.

No podía abrazarlo cada vez que quería. No podía solicitar sus mimos cada vez que lo deseaba. Y además tenía que callar muchas cosas mientras mostraba su mejor sonrisa, aquella de "respeto tu decisión y sé cuál es mi lugar". Pero no le gustaba que su lugar fuese aquel por una simple barrera formada por el miedo de la otra persona. Y es que algo decía que ese era el problema, que los hechos y las palabras no iban de la mano en este juego.

Tenía claro que no iba a obviar esa corazonada. Nunca se había equivocado. No en eso. ¿Por qué habría de empezar ahora a cometer errores de juicio?
Pero tampoco iba a hacer nada al respecto. Disfrutar de la situación y de las ocasiones provechosas. Ser cada día más egoísta y volar sin importarle lo que hubiese al otro lado de las nubes.

Sabía que podía contar con Daro. ¿Sabía él que ya nadie recordaba su nombre? Solo ella. Era una dolorosa realidad que, al mismo tiempo, la reconfortaba. Volvía a tener sellado en acceso al mayor de sus secretos. Volvía a tener algo que le pertenecía a ella y solo a ella.

Ella, ella, ella, ella.

Ella..

Y no puedes borrar lo escrito y tienes que aceptar que ella es ella. Y es él. Y son ellos. Y lo son todo y nada. La espiral ya no existe y ya no puede precipitar uno a los abismos de lo insondable.

Entonces ella gritó. Y todas las sombras del mundo acudieron a rendirle pleitesía. Y se paseó entre ellas como una igual, desgarrándose la carne y convirtiendo sus huesos en armas de retorcido acero, en clavos que abrían heridas profundas. Y rió. Se quitó la máscara de lo que había sido y se negó a ponerse la de aquello que quería ser. No hay máscaras para el presente. Solo la brutal sinceridad que ahogaba a los que nadaban a sus pies.

Alzó el vuelo y permaneció suspendida en el aire. Cerró los ojos y tras cruzar los brazos sobre su pecho, se dejó caer. Ignoraba el tiempo que pasaría hasta que el suelo la recibiese, si es que era algo que llegaba a suceder. El espacio y el tiempo eran muy relativos para los seres que han caminado entre la luz y la oscuridad. Pero algo estaba claro. Cabía la posibilidad, remota, de que Daro la rescatase. Con una respueta, pues con sus brazos siempre lo haría. Es por ello que no podía morir, ni siquiera en caso de haberlo deseado. Había creado el arma perfecta para defenderse de sí misma.

Mientras caía, pensó un momento en él. En ellos.
"Ven" susurró. "Ven y vive".

2 comentarios:

MaNoPlaS dijo...

Y cómo es él?
¿En qué lugar se enamoró de ti?
¿De dónde es?
¿A qué dedica el tiempo libre?
Pregúntale,

M dijo...

Que sepas que te voy a seguir mirando mal por haber olvidado lo que me tenías que decir. Oh, y haber cuando te pillo, que te tengo que comentar un par de cosas.