sábado, 30 de enero de 2016

A mi perro

Te vas. Y yo no quiero que lo hagas. Pero en mi mano solo está el intentar contener las lágrimas que se empeñan en mojar permanentemente mis mejillas. Quiero ser fuerte y poder apoyar a mi familia, quiero disfrutar de estas inciertas horas (con suerte, días) en los que aún te vas a sentir lo suficientemente bien para poder seguir a nuestro lado. Pero te vas. Y no quiero. Nadie quiere. Pero lo haces. Y duele, duele mucho. Como nunca imaginé que podía doler. Y me enfado conmigo misma porque debería ser más fuerte, porque estoy desaprovechando entre lágrimas mis últimos momentos a tu lado. Aunque el enfado se me pasa pronto, porque nadie elige el modo en que le afectan las cosas. Yo pensé que lo llevaría mejor, que soy la que menos vinculada está a ti. Pero no contaba con lo extremadamente sensibloide que soy. Si lloro con las películas, cómo no voy a llorar cuando te veo hecho un ovillito y sé que te estás preparando para marcharte. No es justo, me da igual que sea ley de vida. Me da igual que ya supiese que iba a pasar esto el día en el que decidimos adoptarte. Porque no quiero que nos dejes.

Pero sé que pido un imposible. La única manera de que no nos dejaras sería no haberte conocido nunca. Habrías vivido sin el calor de esta familia y tu hora habría llegado igualmente. La única diferencia es que yo no estaría siendo consciente de que ahora estás disfrutando de tus últimos días. Y es que nada te librará de este destino, la ignorancia solo cambiaría una cosa: yo no estaría llorando por ti. Y aunque en estos momentos pueda sonar tentador evadirse del dolor que supone la despedida, no me arrepiento en absoluto de no haber vivido ignorando tu existencia. Porque si sufro por el adiós es porque me has hecho muy feliz. Tu simple presencia llenaba de alegría esta casa. Y te vamos a echar mucho de menos. Cuánto has cambiado nuestra vida para que ahora nos duela tanto despedirnos. Cuánto cariño has despertado en aquellos que no sabíamos todo lo que podía llegar a quererse a un animal. Y aunque no te podemos dar las gracias, aunque no puedes entenderlo, hemos procurado hacer de tu vida la mejor. Como lo haremos con tu muerte. No te van a faltar los mimos estos días. Porque te vas, pero hasta que lo hagas estamos todos juntos. Tú nos lo has dado todo, déjanos hacer lo propio, déjanos estar a tu lado hasta el final y despedirte como mereces, sin sufrimiento y acompañado de quienes tanto te quieren.

Te vas. Y parte de mí se irá contigo. Y parte de ti quedará a mi lado. Y cuando las lágrimas se sequen, sonreiré. Porque habré tenido la maravillosa suerte de que hayas formado parte de mi vida.

Te queremos. Mucho.