sábado, 30 de marzo de 2013

Olas

-No me gusta que sufran.
-No es tu problema. Te vuelcas demasiado en ellos. Y no todos lo merecen.
-La verdad es que nadie lo merece. Lo hago por propia voluntad, pues no está entre las tareas que se me encargaron.
-Entonces no le des más vueltas. Si se matan entre ellos, es su problema.
-Pero a veces sé que podrían volver a sonreír, solo tienen que encontrar el camino.
-Por sí mismos. Si sigues cuidando de ellos, lo único que vas a conseguir es que paguen sus frustraciones contigo. No todos son como yo.
-Afortunadamente...
-Eh, no empieces de nuevo. Pensaba que ya estábamos en paz.
-Claro que sí. Pero yo no sería yo si no consigo hacerte fruncir el ceño.
-Bah, ten protegidas para esto.
-¿Perdón? Si soy yo la que te protejo a ti.
-Ya te gustaría...
-Eres odiosamente adorable.
-Mira, lo mismo pienso de ti.
-¿Y de él qué piensas?
-Hmmm... si lo sabes perfectamente.
-Me gusta hacer que lo verbalices.
-Pues no será hoy el día.
-¿Por qué no?
-Tengo que llevarte a un lugar.
-Déjame adivinar... vamos a encontrarnos con el romper de las olas.
-Sí. Tengo curiosidad por ver qué nos depara hoy el mar.
-Cadáveres.
-Siempre tan positiva...
-Anda, calla y ayúdame a levantarme. Tenemos que llegar antes de que anochezca.
-O no...
-Cierto. Puede que no sea necesario. En cualquier caso, ¿me ayudas?
-Claro. Pero no te acostumbres...
-Ni tú a mí.
-Se hará lo que se pueda.
-Harás lo que yo diga.
-Desde luego...
-Sí, desde luego...

domingo, 24 de marzo de 2013

Lechuga diagonal

Era uno de esos días en los que la lluvia no cae y tampoco lo hacen los cadáveres. Uno de esos días en los que nadie habla de política caribeña en las saunas ni los diplodocus llevan zapatos de tacón.

Nunca un híbrido de palmera y buzón de sugerencias había conseguido llegar tan alto. Ocupaba el mando de una empresa de terribles cosas que nadie osará pronunciar. No tan terrible como la informática, pero casi.

Para celebrarlo, nuestro híbrido invocó al espíritu de una lechuga diagonal, que viene a ser como las lechugas normales pero en versión molona. No sé cómo una lechuga puede molar (yo las erradicaría, junto a muchas otras cosas semejantes), pero por algún motivo, era una invocación con mucha tradición y solera en este remoto lugar de Australia.

La lechuga hizo su aparición, en forma de taco perfectamente cúbico. Contempló la situación con sus inexistentes ojos y estalló en mil pedazos. Hoy no le apetecía conceder deseos a nadie.

Y así acabó la historia, con una ensalada improvisada, un elefante patinando por la avenida y siete comensales tuertos tomando nota de la situación.

Fin.


martes, 19 de marzo de 2013

Apacible

Jugaba en la cálida arena, mientras el romper de las olas le traía viejos recuerdos. Era un día espléndido.

Daro la contemplaba en silencio. No deseaba interrumpir su juego, aunque lo hubiese hecho de buena gana. Le costaba reprimir el instinto de abrazarla cuando la veía sonreír de esa manera.

Volvía a ser una niña despreocupada. Volvía a disfrutar sin preocuparse por aquello que no estaba en su mano. No es que hubiese dejado de lado esa faceta de sí misma, pero lidiar con la bestia la había dejado tan agotada que no había tenido tiempo de dejarse llevar.

Pero había llegado el momento de descansar. Se lo había ganado. Unos días de tranquilidad junto a la única persona que había ganado acceso a aquella parcela de su felicidad. Los demás debían esperar. Los demás debían aprender a vivir sin su constante supervisión. Aunque fuese su deber, no debía anteponerlo a su propia vida.

La chica se puso en pie y corrió hacia Daro, arrojándose a sus brazos.

-¡Lo estoy consiguiendo! -exclamó, feliz.
-No esperaba menos de ti -dijo él, estrechándola contra sí.
-Es más sencillo de lo que parece. Cuando dejas de pensar y te conformas con vivir... todo fluye.
-¿Notas entonces la mejoría?
-¡Claro! No soy tan inocente como para ignorar el hecho de que ellas siguen allí, vigilándome. Me morderían si les diese la más mínima oportunidad. Pero no pueden. No tienen ese poder sobre mí.
-¿Estás segura?
-¡Desde luego! Hemos pasado por esto muchas veces. Tú lo sabes. Yo lo sé.
-Cada día que pasa me sorprendes más. Nunca me acostumbraré a ello.
-Oh, claro que lo harás, idiota. A fin de cuentas, todo lo que sé lo he aprendido de ti.
-Quizás fue a la inversa.
-Bah, no vamos a discutir lo mismo de siempre.

La chica se deshizo del abrazo y se dirigió al agua sin pensárselo dos veces. Con una seña, indicó al joven que la siguiese. Era hora de disfrutar del merecido descanso.

lunes, 18 de marzo de 2013

Rejas

Entrada denegada. Para todos. Los motivos detallados serán comunicados a cada participante en privado. Pero puedo hacer públicas las conclusiones generales. Porque tengo sueño. Tanto la persona que escribe esto como la persona en la que se basa esto. La protagonista del escrito posiblemente tenga aún más sueño que yo, que prometí irme a la cama hace rato. Pero eh, que me desvío. No era de mí de quién íbamos a hablar. Yo directamente patearía a todos. Pero ella... ella es de otra manera.

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A. Tú no puedes entrar por falta de arrojo. Has dejado pasar oportunidades demasiado buenas. Es tarde para lamentarse.

B. Tú no puedes entrar por falta de valor. No quiero ver cómo acabas devorado por un unicornio.

C. Tú no puedes entrar por no ser una persona de fiar. Siempre has rodeado la zona y esta vez no va a ser una excepción.

D. Tú no puedes entrar por no estar preparado. Acabarías cometiendo una imprudencia y pagando un precio demasiado elevado.

E. Tú no puedes entrar porque nunca tuviste intención de hacerlo. Pero dije que algún día igual aparecías aquí.

F. Tú no puedes entrar porque te perderías en el laberinto y acabaría teniendo que expulsarte a patadas.

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No hay siete, no hay número mágico. La protagonista de esta historia no quiere hablar sobre el siete. Y yo respetaré su deseo. Y los del resto de mis personajes.

Jardines

Vivía suspendida en el tiempo. En un presente que aún no podía conectar con el futuro y que, con más frecuencia de la que debería, se enredaba con el pasado.
Ella, él, ellos. Sombras, caos, reflejos, lagos, cavernas, abismos. Y en mitad de ello, dos sonrisas. Frío, miedo, sangre, dolor, acero.

No sabía dónde se encontraba exactamente. Ni siquiera tenía claro quién de todas ellas era en ese momento. Sabía que no era la misma de dos meses atrás. Pero tampoco era la misma que aquel terrible verano. Ni la de años atrás. Desde luego, no era la misma que se encontró a Daro aquella noche, a la salida de Axama.

Pero había una cosa que tenía clara. Había conseguido recuperar la llave del jardín. Colgaba de una cadena de plata, en su cuello. A veces la tomaba entre sus manos y la contemplaba. ¿Cuánto tiempo había pasado ya?

Había jurado no dejar que nadie volviese a pisar aquel edén. Y aunque había ciertas personas que habían logrado penetrar por sí mismas, ninguna había conseguido llegar hasta lo más alto. El lugar que requiere de alas para alcanzarlo.
Ahora se cernía sobre ella la amenaza. Una vez más. Él podía volver. Había vuelto, de hecho. Y se encontraba muy cerca de la fuente, intercambiando miradas confusas con el resto de los jóvenes que habían competido alguna vez en la misma antigua batalla.

Nadie puede entrar, se decía ella. Y cada día, escuchaba las voces de los hombres más y más cerca.
Una parte de ella, deseaba compartir aquel lugar. La otra estaba demasiado preocupada como para pensar. La eterna duda se había hecho tan grande que había desbordado su capacidad de abordar la cuestión.

Sabía que no podía pasar nada malo. Daro no lo permitiría. Ella tampoco. Pero se sentía intranquila. Era todo demasiado confuso. Nuevo y viejo al mismo tiempo, un mundo conocido con una nueva piel. ¿Lograría acostumbrarse?

-Necesitas darles un nombre.

La voz de Daro a sus espaldas la tomó completamente por sorpresa. Pero lo que realmente la dejó anonadada fue la fuerte carga emocional de sus palabras. Eran auténticas verdades. Quizás iba siendo hora de hacer caso.

jueves, 14 de marzo de 2013

Bendición

Era un ser maravilloso. Rozaba lo divino, parecía haber llegado a este mundo desde un lugar mucho más perfecto. Sin embargo, esa misma perfección podía destrozarlo todo. Era un don que podía solucionarte la vida, pero también te la podía arruinar. ¿Quién tendría el valor de tomar el arma entre sus manos?

Era un ser inigualable. Otorgaba todos y cada uno de los deseos formulados. Pero también podía volverse contra el que abusaba de él. No eran pocos los que habían sucumbido al acercarse demasiado. Era difícil establecer el límite, el punto a partir del cual no era seguro aproximarse.

Era un ser con sentimientos. Y sin ellos. Era cambiante, era todo y nada. Tan pronto mataba como te devolvía la vida. Era el riesgo innecesario, pero tras el que espera la recompensa que siempre has deseado. Podía besar tus labios y después arrancarte las entrañas.

Era lo que era. Y nadie podía quejarse por ello. Estaba por encima de muchos de ellos, al alcance de los pocos que han aprendido a volar. Pero se requería valor para estar a su lado. Mucho valor. Por eso siempre colgaba aquel cartel de su cuello. "Precaución. Frágil. Se recomienda escapar". O bien podría haber sido "Anhelo, miedo, esperanza. Tómelo bajo su propia responsabilidad".

Pero era feliz. Como todos los de su especie. Y unos pocos habían aprendido a apreciarlo. Como el ser legendario que era, como el preciado tesoro por el que uno está dispuesto a jugarse la vida. Los demás... los demás ya podían empezar a correr.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Vigilando su sueño

Él dormía. Ellos dormían. Y ella cuidaba de todos.

Cuando nadie miraba, cuando todos la creían desaparecida. Los arropaba y acariciaba sus mejillas con ternura. Especialmente la de él. La de aquel que lo era todo y nada. El pasado, presente y futuro se unían en su persona, en sus sueños. Y ella lo sabía mejor que nadie. Por eso, antes de despedirse, cada noche, depositaba un dulce beso en su frente.

Nadie miraba, nadie sabía lo que sucedía durante la noche. Pero ella era feliz cuidando de aquellas débiles almas.

Y a la mañana siguiente... volvería a colocarse la máscara de inocencia, la sonrisa despreocupada. Regresaría la niña que no era tal. O quizás el monstruo que desgarraba a quienes osaban acercarse demasiado. Puede que incluso aquella hermosa demente de rostro invertido, cuya voz cantarina hablaba en una lengua que ya nadie dominaba.

Pero las noches... las noches eran suyas. Y de él. Aunque nunca llegaría a saberlo.

martes, 12 de marzo de 2013

Pausa

Había encajado todos los golpes, se había incorporado, se había sacudido el polvo de la ropa y había seguido caminando como si nada.
Se había perdido a sí misma durante un tiempo y había caminado por sendas en las que se internó sabiendo que era poco recomendable hacerlo. Había despejado la incertidumbre enfrentándose a ella y había desembocado en una lucha dolorosa entre ella, el reflejo, la bestia y su otro "yo". Con Daro como un juez sin posibilidad de dictar sentencia.

Y aunque habían tomado el control de su cuerpo y su mente, ella había logrado deshacerse de sus abrazos mortales. Había recuperado su esencia y ahora caminaba con dignidad. Vacía, con el eco de las carcajadas de las otras rebotando de un lado a otro en su mente inmadura. Pero orgullosa de haberlo conseguido, de haber sabido encontrar el camino que deseaba seguir. Y quería recorrerlo sola. Al menos, hasta que cesase la lucha entre sus múltiples manifestaciones.

No contaba con la aparición del joven de cabellos de fuego. Casi logra echarse a sus brazos, pero la chica consiguió apartarse en el último instante.

-¡No me toques! -gritó.

Él la contempló sin entender lo que sucedía. La sangre comenzó a manar de la herida que habían provocado aquellas palabras.

Ella guardó silencio. Cualquier cosa que dijera podía empeorar la situación. El solo hecho de moverse podía causar un daño irreparable. No es que ella hubiese creído nunca en daños sin solución, pero esta vez no quería arriesgarse. No con él.

Todo a su debido tiempo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Trepanación de un macarrón poco estiloso

Seguimos con la vida de Hinojoso. Y la de su hermano gemelo malvado, Pancracio Hojastinta. Los hermanos gemelos siempre son malvados. O unos sosos. Y como con sosos no consigo nada en esta historia, pues le toca al HGM. Pero el pobre murió al caerle encima un obrero de la construcción con sobrepeso. Igualmente, iba a morir de todos modos por una extraña enfermedad que se desarrolla en época de exámenes en los climas tropicales.

El caso es que Hinojoso era pseudohijo único. Aunque nunca tuvo padres. Es un caso extraño de generación espontánea. Como el universo, la cebolla en la comida y las pinturas rupestres en casas de viejas pochas.
Cuando era joven, decidió dar la vuelta al mundo. Pero Hinojoso decidía muchas cosas y nunca las hacía. Por lo que ahora, que ya no era joven (o eso dice la gente que se encarga de clasificarte por edades) estaba considerando cumplir ese sueño (el otro, mutar en lancha de exposición, lo dejaría para el próximo año).

Ya lo tenía todo pensado. Pasaporte, ok. Visados, ok. Vacunas contra cosas terribles, ok. Bolsa de pistachos, ok.
Solo le faltaba una cosa. Un compañero. Por eso colocó un anuncio en la prestigiosa página de búsqueda de inconscientes para viajes peligrosos. No podía ofrecer nada a cambio, salvo su compañía. Hinojoso era una persona de grandes recursos económicos, pero muy rácana. Como la mayoría de vosotros, que no me da ni un mísero euro. Así os ataque una rana de las chungas.

A lo que iba. Hinojoso colgó el anuncio y dos semanas después, recibió una llamada.

-¿Es usted Hinojoso?
-Sí, lo soy.

(Pausa en el escrito para atender una llamada telefónica real).

-Hinojoso, quiero comunicarle una cosa. Me apunto a su aventura. Siempre he querido acompañar a un cutre y ver cómo arriesga su vida cada dos horas y media. Usted tiene pinta de ser la persona ideal.
-Oh, bien, bueno. Estupendo, supongo. Mi idea es salir el miércoles de la semana que viene...
-No. Su idea no importa. Saldremos cuando yo diga.
-¿Por qué?
-Porque así está escrito en el rasca y gana que acabo de sacar de una bolsa de patatas fritas.
-¿Ah, sí?
-No. Pero me parecía una buena excusa. Prepare sus pertenencias. Pasaré a buscarlo en un caballo color crema.
-Ahhh... bien...
-Lleve ropa.
-Eso pensaba. Pero aún no sé con quién hablo.
-Con una persona. Con ojos.

Chan, chan, chan. Los lectores más viejos saben lo que les espera. Los nuevos... los nuevos son tan cutres como Hinojoso. Regargojana, te dejo decidir a ti lo que pasará en la próxima entrada.

lunes, 4 de marzo de 2013

Ñam...

La sangre manchaba la comisura de sus labios. La sonrisa dulce se transformaba en una extraña mueca si mostraba los colmillos con los que había despedazado a aquel pobre inocente.
Su vestido estaba sucio y rasgado, su piel arañada y amoratada. Pero sus ojos... sus ojos seguían siendo los mismos. Capaces de mostrarte la dulzura del mundo en un instante... mientras al siguiente te congelaban el alma y te la destrozaban sin un atisbo de piedad.

No era un ser malvado. En su naturaleza no había lugar para albergar ese tipo de términos. Carecía de moral e incluso de conciencia propia. Era el producto de una investigación que nunca debió haberse llevado a cabo. Pero estaba satisfecha con su vida. Sentía el calor reconfortante que la embargaba mientras robaba el aliento vital a sus víctimas. Los huesos astillados a sus pies eran hermosos recuerdos ahora que los gritos agónicos habían cesado.

Aquella debería haber sido una noche como otra cualquiera. Pero aquel joven se acercó a ella sin miedo, buscando directamente su mirada e ignorando los cuerpos depositados a sus pies. Ella lo contempló de arriba a abajo con curiosidad. Se arrastró hasta él y olfateó su esencia humana. No se quejó cuando él posó la mano sobre su cabeza y le revolvió le pelo. De hecho, podría decirse que se sintió reconfortada. Cerró los ojos y emitió un leve sonido, como un ronroneo. El joven la tomó entre sus brazos y la acunó con suavidad. La chica sonrío con dulzura mientras acariciaba su rostro con delicadeza. Suspiró. Le gustaba la sensación de estar protegida. Pero había una sensación que le gustaba aún más. Fijó su mirada en la de él y acercó sus labios a los suyos. Fue un beso repleto de ternura, una hermosa despedida. Casi podría haber dicho que notó cómo se aceleraba el corazón del joven, pero antes de darse cuenta lo tenía entre sus manos, la cálida sangre resbalando sobre su piel. Palpitaba, como si hubiese quedado en su interior la vida que al chico se le escapaba.
Definitivamente, adoraba esos momentos.

domingo, 3 de marzo de 2013

Dame todo tu dinero, dices. Y la gente te da el corazón. Y cuando pides el corazón,  te entregan el hígado. Así no se puede.

Por eso, a veces es mejor no pedir nada. Porque luego también te piden a ti, han olvidado todo eso del altruismo y de ayudar a las personas maravillosas no necesitadas. ¿Qué valores se enseñan hoy día?

Es un poco como la historia del camello flaco. Sí, ese que se llamaba Rogelio y que vivía en un apartamento pequeñito, a las afueras de la ciudad. O igual no tiene nada que ver con esa  historia. Pero la verdad es que importa bien poco. Yo digo que la gente es cutre y vosotros asentís. Así funciona el mundo. Mi mundo, al menos. Los mundos de los demás... pues no sé. Pero son cutremundos, no hay lava, dinosaurios ni pájaros híbridos de hojalata y atmósfera peloponésica.

En cualquier caso, no me puedo quejar. Tengo libertad para patear a humanos de forma aleatoria y para asumir las consecuencias de mis actos. Pero como soy pacífica, no haré nada. Salvo ramonear, claro. Eso siempre es bueno.

A estas alturas de la entrada, no voy a contar tampoco hoy la historia de Hinojoso. Así que me limitaré a dedicar mis palabras a un puñado de infraseres. Sí, vosotros. A algunos os tengo cariño, a otros solo me acerco para robar posesiones materiales y órganos de calidad. Pero todos sois unos cutres. Es normal, el aire es cutre, yo misma soy cutre a ratos, cuando me relaciono demasiado con vosotros.
Sin embargo, os aprecio igual. Incluso a los infraseres informáticos (al menos, a ratos). Así que podéis aprender un poco de mí y apreciaros vosotros mismos. Esta vez no estoy aquí para tirar de nadie, posiblemente me he vuelto aún más egoísta que antes (cosa que me parece estupenda, todo sea dicho). Pero tampoco me  gusta ver a la gente pasarlo mal. Así que no sé, daos vidilla y dejad de quejaros tanto. Y eso va también por los que no se quejan pero sé que lo llevan por dentro. Que la vida a veces es complicada, ok. Pero mirar mal nunca ha solucionado nada (y se corre el riesgo de que nos confundan con Regargojana). Así que no sé... por un lado os mandaría un achuchón virtual. Por otro os daría de hostias. Es un sentimiento encontrado XD. Y como es tarde y no tengo ganas de hacer ni una cosa ni otra, pues termino esta entrada y me voy a dormir. Que es lo que se supone que debería haber hecho hace un rato. Ah, las noches, las noches.

Aunque igual sí podría contar la historia de Hinojoso...

Hinojoso nació en un hospital, como toda persona normal de tiempos recientes y mundo parecido al de una nutria. Aunque más que nacer, fue dado a luz, porque esa expresión tan ridícula siempre me ha gustado. La luz se siente honrada con tanta ofrenda infantil. O cabreada. Probablemente esto último, porque nadie quiere recibir niños llorones y feos como demonios. Salvo los masocas. Y ahora que lo pienso, nadie puede certificar que los demonios sean feos. Seguro que los canis lo son más.
Hinojoso, por su parte, ni era guapo ni era feo. Era uno de esos casos de normalidad absoluta. Podría haberse llamado perfectamente "Anodino Vulgaris", pero su madre (o la abeja reina que hacía las veces de madre) decidió que Hinojoso era un buen nombre.

Desde su nacimiento habían pasado ya un buen puñado de años. Entre 25 y 35, concretamente. Dejo ese margen de diez años porque realmente Hinojoso no tiene edad. Ni vida. Ni dinero. Solo tiene su nombre, un tren de alta velocidad al que no puede acceder y siete canicas.

Pero Hinojoso es un hombre feliz. Muere y resucita constantemente, como deben hacer las personas de bien. Se relaciona con sus semejantes, hace la compra y come pan. Un tío perfectamente normal.  Salvo por el detalle de que por las noches muta en abeja fría. Pero quién se libra de tener alguna manía similar...

El caso es que... acabo de decidir que Hinojoso se va a ir a dar la vuelta al mundo. En serpiente. Así que tendré que ir narrando sus aventuras. O no, todo depende de mi grado de vagancia en días venideros. Un grado que será elevado, para qué nos vamos a engañar. Pero igual no es un impedimento para que Hinojoso os conquiste con sus habilidades de humano septentrional. O sí. Ah, el tiempo dirá.

Hablando del tiempo. El tiempo está cansado de su pluriempleo. El tiempo dice, el tiempo cura, el tiempo pone las cosas en su sitio... eso por no mencionar el tema de los vinos y demás. Esto es algo que saca de quicio al tiempo, mucho. Aunque no tanto como el "tiempo al tiempo", porque recibirse a uno mismo como obsequio es un tanto egocéntrico y desconcertante.

¡Y el tiempo transcurre! Y yo consigo irme a la cama, al fin. Obligaciones mundanas me han forzado a permanecer despierta y escribiendo. Pero ya soy libre de conciliar el sueño y las relaciones internacionales entre un par de países. Y de elaborar compota de manzana. Una de esas cosas que nunca me digo que hay que hacer y que, siguiendo los dictados de la lógica, nunca hago. Si es que a veces soy de un racional que asusta.

Así que buenas noches, triglicéridos míos. Que la fuerza de un huracán pequeño y simpático esté con vosotros en estas horas de oscuridad en medio mundo y luz en la otra mitad. Oh, y cuidado con las lechugas. No son de fiar.