Seguimos con la vida de Hinojoso. Y la de su hermano gemelo malvado, Pancracio Hojastinta. Los hermanos gemelos siempre son malvados. O unos sosos. Y como con sosos no consigo nada en esta historia, pues le toca al HGM. Pero el pobre murió al caerle encima un obrero de la construcción con sobrepeso. Igualmente, iba a morir de todos modos por una extraña enfermedad que se desarrolla en época de exámenes en los climas tropicales.
El caso es que Hinojoso era pseudohijo único. Aunque nunca tuvo padres. Es un caso extraño de generación espontánea. Como el universo, la cebolla en la comida y las pinturas rupestres en casas de viejas pochas.
Cuando era joven, decidió dar la vuelta al mundo. Pero Hinojoso decidía muchas cosas y nunca las hacía. Por lo que ahora, que ya no era joven (o eso dice la gente que se encarga de clasificarte por edades) estaba considerando cumplir ese sueño (el otro, mutar en lancha de exposición, lo dejaría para el próximo año).
Ya lo tenía todo pensado. Pasaporte, ok. Visados, ok. Vacunas contra cosas terribles, ok. Bolsa de pistachos, ok.
Solo le faltaba una cosa. Un compañero. Por eso colocó un anuncio en la prestigiosa página de búsqueda de inconscientes para viajes peligrosos. No podía ofrecer nada a cambio, salvo su compañía. Hinojoso era una persona de grandes recursos económicos, pero muy rácana. Como la mayoría de vosotros, que no me da ni un mísero euro. Así os ataque una rana de las chungas.
A lo que iba. Hinojoso colgó el anuncio y dos semanas después, recibió una llamada.
-¿Es usted Hinojoso?
-Sí, lo soy.
(Pausa en el escrito para atender una llamada telefónica real).
-Hinojoso, quiero comunicarle una cosa. Me apunto a su aventura. Siempre he querido acompañar a un cutre y ver cómo arriesga su vida cada dos horas y media. Usted tiene pinta de ser la persona ideal.
-Oh, bien, bueno. Estupendo, supongo. Mi idea es salir el miércoles de la semana que viene...
-No. Su idea no importa. Saldremos cuando yo diga.
-¿Por qué?
-Porque así está escrito en el rasca y gana que acabo de sacar de una bolsa de patatas fritas.
-¿Ah, sí?
-No. Pero me parecía una buena excusa. Prepare sus pertenencias. Pasaré a buscarlo en un caballo color crema.
-Ahhh... bien...
-Lleve ropa.
-Eso pensaba. Pero aún no sé con quién hablo.
-Con una persona. Con ojos.
Chan, chan, chan. Los lectores más viejos saben lo que les espera. Los nuevos... los nuevos son tan cutres como Hinojoso. Regargojana, te dejo decidir a ti lo que pasará en la próxima entrada.
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