sábado, 29 de junio de 2013

Ishi

¿Qué podía decir sobre aquella piedra? Era una parte de sí misma. Algo valioso, único, profundo. Ahora yacía petrificado, pero no por ello había perdido su magia, su simbolismo.

No podía entregar todo su ser. No ahora. Y no por falta de ganas. Simplemente, aún no se había resquebrajado totalmente la coraza. Exteriormente todo era como siempre... pero el interior, aún tenía partes convertidas en piedras como la que acababa de entregar a aquel chico.

¿Debía hacerlo? Ya nada recordaba el nombre completo de Daro, salvo ella misma. El pasado era reciente y lejano a un mismo tiempo, distorsionado y enmarañado. ¿Condicionando quizás las decisiones futuras? Aún no tenía modo de saberlo.

Pero le había apetecido darle aquella parte de su persona. No había peligro, no podía romper la piedra. Pero, al mismo tiempo, le serviría para saber si era capaz de tratarla con mimo, de no olvidar que era una prolongación de ella misma y de su alma.

Tenía la piedra. Y tenía muchas cosas más, aunque él creyese no merecerlas. Tenía su admiración, pese a las complicaciones que aquel chico presentaba ante el mundo. Tenía su cariño, cada vez que podía abrazar su cuerpo y sentir que no estaba sola. ¿Y qué más podía llegar a tener? Su deseo, aquello era obvio hasta para el más inútil. La tenía casi en su totalidad, pero en forma de piedra.

Una década entera. O puede que solo unos meses. Quizás mañana mismo amanecía con un nuevo color y un tacto más suave. No había forma de saber cuánto tardaría la piedra en volver a ser lo que era. Pero incluso en aquella forma, aquel fósil de algo que antaño estuvo vivo, era su bien más preciado.

Cuídala, habría dicho. O tal vez lo hizo, en palabras mudas. Eres libre de hacer lo que desees con este regalo, pero no lo olvides. Es parte de mí. Para bien y para mal. Si no la deseas, siempre puedes devolver la piedra. Hay muchas más en el lugar del que ha sido arrancada. Pero me gustaría tanto que la guardases cerca de ti...

Y así cambiamos de tercera a primera, de ella a yo, de tú a... tú. Los viejos tiempos, los nuevos tiempos. Fluyen hacia ti y desde ti. Yo te vigilaré, cautelosa. Para que no te hagas daño, para que no te toquen las sombras que a veces nacen de mis entrañas. Te cuidaré. Porque me importas. Esa es la respuesta a tu pregunta. Esta es la finalidad de la piedra.

viernes, 28 de junio de 2013

Tres letras

A veces se preguntaba si Daro era el que aportaba serenidad en su día a día. Aquel que vigilaba de cerca sus pasos e impedía que se acercase demasiado al peligro.

En ocasiones, recordaba que nació del caos más absoluto, entre la bruma esmeralda que se abrazaba a la ceniza.

¿Qué son unos meses comparados con un mañana eterno? Y ni siquiera podía decirse que hubiese perdido el tiempo. Había aprendido mucho sobre ella misma en ese tiempo de reclusión. Y había permitido que algunas personas se colasen en aquel jardín particular. No llegaban a traspasar la verja, no eran capaces de alcanzar el palacio.

Había alguien a quien quería tomar de la mano y pedirle que pasara una noche con ella en aquel lugar. Que la estrechase entre sus brazos y no quisiera soltarla jamás. Pero no podía concederse más ilusión que la de los ojos de Daro.

Quizás en el futuro. Nos queda tanto por ver, tanto por conocer.
Lanzas un dado, sale una tirada que apenas modifica tus circunstancias y, al mismo tiempo, lo cambia todo.

Pero igual que no hay modo de saber que hoy estaría arropándome entre esta nube incierta, no puedo adivinar si mañana me lamerá el sol las mejillas o si un diente de león se perderá entre la brisa, junto al estanque.


Y piensas, y te preocupas y caes en el error de los que se pierden en lo abstracto y no viven en lo concreto. ¿Para qué pensar si tus alas te permitirán cruzar el mundo entero si no has esperado siquiera a que se fortalezcan lo suficiente?

Pero ah, demasiado tiempo de ociosa preocupación despreocupada, o quizás de algo aún peor. Es por eso que hay que humanizarse y dejar los grandes logros a un lado. Coge ese libro, enciende la consola. Oblígate a compartir las horas de vuelo con aquellas propias de los que caminan bajo tus pies. Y no esperes disfrutarlo el primer día. Es uno de estos ejercicios que necesitan hacerse poco a poco, con calentamiento previo y sin dejar que las agujetas nos hagan desistir.

A fin de cuentas, hay gente que no sabe volar. Y sobrevivien. Cómo no hacerlo cuando puedes surcar el atardecer de arriba a abajo.

Hay tiempo. Tiempo es lo único que tenemos. Tiempo que se extiende de una forma tan eterna que nos angustia. Pero, sin embargo, también es un bien preciado sin garantía, que te puede ser arrebatado en cualquier momento. ¿Merece la pena preocuparnos por algo que ni siquiera sabremos si podremos alcanzar? Y que, desde luego, cuando lleguemos a acariciarlo, probablemente no se parezca en nada a lo que habíamos imaginado.

Hoy me he permitido lamentarme y agriarme el carácter por unos instantes. No sé si lo necesitaba o no, pero sé que esa no es la solución. Y sé que no quiero callar a la gente que me importa solo porque no esté viviendo mi situación. Así que nada de permitir que me crea esta miseria que nos venden en fascículos. Todo depende de la importancia que le damos y un café virtual puede ser tan importante como las dudas de un mañana. Porque ambas situaciones nacen de no saber algo con certeza.

Hay que vivir con ello y dejar de dar vueltas a lo que escapa a nuestra comprensión. Demos siempre el beneficio de la duda, pues nos hará más felices dar una oportunidad no debida que desatender a alguien que no nos deseaba ningún mal. Y si en algún momento la incertidumbre amenaza con amargarnos, quizás es momento de dejar lo que estamos haciendo y darnos un relajante baño de burbujas. Al menos, es lo que pienso hacer en mi mente.

Y es que acabo de recordar eso. Nadie me puede arrebatar mi mente. Mía. Por tanto, nadie puede robarme aquello que atesoro en ella. A vosotros.

jueves, 27 de junio de 2013

Serenidad

Tras toda tormenta llega la calma, pero en ocasiones la tormenta se desata en tu interior y te impide ver más allá. Cúmulos de circunstancias, errores pasados, dificultades añadidas.

Entonces es cuando barremos la arena y decimos "Aquí empieza la nueva página". Un hilo que se va creando de la nada, tejiendo una espiral que forma el tapiz sobre el que escribir futuros soñados.

Si me paso el día analizando los capítulos pasados, nunca encontraré tiempo para escribir los nuevos. Si no me obligo a coger la pluma, la tinta se secará y nada nuevo saldrá a la luz.

Es mejor aprovechar esa experiencia. Sin esperar resultados inmediatos. Ya lo he dicho varias veces, no por plantar las semillas y quedarnos esperando, tendremos nuestro jardín. Hay que tener paciencia, mimarlo y no desesperar cuando una de las plantaciones no da frutos. Ya lo hará la siguiente. O la siguiente a la siguiente. Pero si no plantas, o si lo haces pero descuidas el cuidado del jardín pensando que siempre se va a repetir la misma historia... entonces nunca podremos disfrutar del espectáculo multicolor.

Y si no queremos aceptar Coelhadas, solo podemos decir. Ok, esto es lo que hay. A ver a cuántos enemigos me llevo por delante. Otros preferirán la versión pacífica de defender mundos (o universos) o de salvar a inocentes. Por mi parte, yo contemplo las herramientas a mi disposición, veo qué puedo hacer con ellas y, de no conseguir nada en esta aventura gráfica tan conseguida, solo puedo seguir buscando ese objeto escondido que se nos pasa. O subir habilidades, si se tratase de un RPG.
Y es que el Midgar Zolom puede aniquilarte la primera vez que intentas atravesar el lago sin un chocobo. Y da igual cuanto empeño pongas en querer hacerlo en ese momento. Solo puedes optar por tu plumífero amigo y seguir tu camino. Y después, cuando seas más fuerte, te lo cargas y lo miras con aire de superioridad. Aunque no tiene mucho sentido, porque se supone que ya se lo había cargado tu antagonista. Bah, lógica videojueguil.

En cualquier caso, no volveré a agobiarme mirando a un pasado lejano, sino que con calma, decidiré qué puedo hacer esta semana. Y cuando pase la semana, pensaré qué puedo hacer la siguiente. Y después, me montaré en la Tardis y os invitaré a dar una vuelta en ella.

A veces lo pienso. No tengo Tardis, pero tengo piernas (lo que es de agradecer, todo sea dicho) y hasta puedo usar medios de transporte. Tengo todo un mundo que descubrir, un montón de personas que conocer, experiencias que vivir, cosas que aprender. Sobre todo esto último.
Así que bueno, soy nivel 3 cuando debería ser ya al menos 25. Pues es lo que hay, no voy a dejar de ser nivel 3 porque piense que no es justo. Así que a luchar contra pequeños bichejos para hacerme más fuerte. Es una tarea cansina, pero necesaria.

Y este es mi mundo. Un mundo donde hay muchas cosas que no salen como y quiero, pero que sé que acabarán por salir bien, de un modo u otro. Y si no, al menos mantendré esa ilusión toda mi vida. Porque es la única actitud que me va a aportar algo positivo.

Así que no pienso perder mis aspiraciones de dominio mundial. Y tendré mi piscina de gelatina. He dicho.

martes, 25 de junio de 2013

Dong

Él pensó que la encontraría llorando al borde del estanque. Pero en lugar de eso, la descubrió tendida en el césped, jugueteando con una flor entre sus manos.

-Sé lo que estás pensando -dijo ella-. Pero no, no esta vez.
-¿Estás desilusionada?
-No quiero hablar de ello.
-Si tú siempre hablabas de todo.
-¿Y para qué ha servido? ¿Sabe alguien valorarlo? No. Pues ya está. Déjame disfrutar de mis flores y no intentes que dé vueltas a gente que va a tener que empezar a cuidarse sola.
-No digas eso.
-Estoy cansada, Daro. Muy cansada. Esta labor no es nada gratificante.
-Pero únicamente la puedes hacer tú. En su día dijiste que no delegarías.
-¿Cómo voy a hacerlo? La gente es estúpida. Inútil. Y encima eso se premia.
-Por eso tenemos la suerte de no ser humanos. Aunque en ti aún queda mucho de ello.
-Pasar tanto tiempo entre la gente es lo que tiene. Te acaban contagiando.
-Pero no quieres vivir como uno de ellos.
-No puedo vivir como uno de ellos. Tengo un rol asignado. Un rol que es una bendición y una maldición al mismo tiempo. Lo acepté. Ya está, no hay más vueltas que darle.
-Entonces no puedo hacer nada por ti.
-¿Quién ha dicho eso? No pienso adquirir preocupaciones innecesarias. Pero tú nunca entrarás en esa categoría.
-Porque soy el único que te entiende.
-Porque eres el único que es incapaz de traicionarme. Porque son 15 años tirando de mí cada vez que la vida me asestaba un golpe. Y va siendo hora de que te devuelva el favor.
-¿Entonces he de preocuparme por ti o no?
-¿Qué importa la respuesta? Sigo estando por encima de todos vosotros. Nada de lo que hagas o dejes de hacer va a cambiarlo.
-A veces te vendría bien cerrar los ojos y dejarte caer entre mis brazos. Como antaño.
-Posiblemente, entonces no quisiera volver.
-Entonces, sí te gustaría delegar.
-No te confundas. Hoy me gustaría hacerlo. Mañana estaré orgullosa de ser la única que puede ocupar esta posición.
-Acabarías echando a patadas a todo el que intentase ser tú.
-Nadie puede ser yo. Afortunadamente.
-¿Y qué han de ser para que los quieras a tu lado?
-Tú.
-Algo más realista.
-Es realista. Tú eres como yo. Y yo soy real. Y no puedo ser única.
-Pues siento decírtelo, pero lo eres. Todo el mundo lo es. Y tú más que nadie.
-Bah, pues me da igual. Sabes, no pienso lamentarme, así que deja que todo siga como está. Si no tienes una buena noticia que darme, no me molestes. Estoy conversando con esta flor.

lunes, 24 de junio de 2013

Huracán

-El viento ha derribado mi castillo de huesos -se quejó la chica-. Y encima apareces por aquí después de no sé cuántos años.

El pseudodragón puso su típica cara de indiferencia absoluta.

-Solo vengo a por Hinojoso -dijo.
-Oh, no, un Eleuterio II.
-¿El altisonante? No, no tiene nada que ver con él.
-Vale. Llévatelo. Nunca aparece aquí a la vez que aparecemos nosotros. De hecho, tú no deberías estar aquí.
-Tómatelo como un guiño de un espacio temporal a otro.
-Lo que me faltaba.

El pseudodragón arqueó el lomo y estiró los músculos de sus aún anquilosadas patas. La chica se preguntaba si él era consciente de que ella no era la misma que la joven que había compartido aventuras con él. Un mismo origen, pero no una misma persona.

Como si le hubiese leído el pensamiento, el pseudodragón habló.

-Soy consciente de que no eres ella, lo que facilitará mucho las cosas. Tú estás en un mundo más oscuro y extraño que el nuestro.
-Las almas en llamas de cuantos me traicionaron te tienen que llevar la contraia.
-Como sea. No quiero pasar un día más en este lugar.
-¿Y por qué has venido entonces?
-Es el huracán. Ha cambiado todo de sitio.
-¡Menos mi corazón!
-¿Tú tienes de eso?
-¿Qué te crees que soy?
-Algo peor que yo.
-Eh, no nos pasemos. Quizás ella te consentiría esas palabras, pero yo no voy a dudar en tomar medidas al respecto.
-¿Me harás dormir otra eternidad?
-No ha sido ninguna eternidad. Y ni siquiera ha sido mi culpa. ¿Crees que tengo tiempo teniendo que vigilar a estos dos? ¿Y a las sombras? ¿Y a los estúpidos infraseres con los que te relacionas?
-Ya me comeré alguno para ti.
-Argh, no quiero que hagas eso.
-Como quieras. Pero lo haré igualmente. Ya sabes, cadena trófica.
-Y tú estás arriba, entiendo.
-Benditos eslabones terciarios. Deliciosos.

La chica reprimió una mueca de disgusto. Al contrario que a su otra versión, no le gustaba tratar con esta criatura. Estaba por encima de muchas cosas, incluyendo de su propio sistema moral. No solía gustarle aquello que era más caótica que ella misma.

-No eres tan caótica como crees -dijo el pseudodragón-. Tu otro yo es mucho peor. Muchísimo peor.
-¿Te importaría dejar de hacer eso? Me incomoda.
-Es lo que tiene la mezcla de realidades. Tú también estás dentro de mi mente. Por eso sientes esa repugnancia tan impropia de ti.
-Vale, vale. ¿Pero a qué has venido?
-A advertirte. Por el cariño que le tengo a la chica, básicamente. Sé que su bienestar está ligado al tuyo, así que no he tenido más opción que presentarme ante ti.
-¿Y cuál es el peligro esta vez?
-Tú, como siempre.
-Bah, dime algo que no sepa.
-No des tantas cosas por sentado. Las arenas movedizas no se tragan a la gente. En cualquier caso, yo no soy ninguna de tus adorables mascotas, así que no me andaré con rodeos. Tienes un conflicto interior que no debes intentar resolver.
-¿Por qué? Quiero decir, supongamos que llevas razón y lo tengo. ¿He de dejarlo aparcado?
-Es esencial que lo hagas. Para tu cordura. Consúltalo con ellos, verás como me dan la razón.
-¿Y en qué consiste ese conflicto interior?
-Está claro. Tienes el alma dividida en tres.
-¡Yo no tengo alma!
-Llama como quieras a esa vasija que contiene las emociones. El dolor y la felicidad están mezclándose en un extraño remolino. Y si tratas de poner orden, el barco será engullido por las aguas.
-Entonces me quedo de brazos cruzados.
-Básicamente.
-Qué poco me conoces.
-Precisamente por eso te puedo dar un consejo objetivo. El mismo que ella decidió seguir tiempo ha. Silencio. No hables más de lo debido, pues todo será malinterpretado.

La chica guardó silencio y empezó a comprender. Cerró los ojos, respiró profundamente y se dispuso a preguntar en voz alta aquella cuestión que la atormentaba. Pero cuando abrió los ojos nuevamente, se encontraba completamente sola en la estancia. Ni rastro de la criatura.

-Genial -dijo cargada de resignación-. Esto es peor de lo que esperaba. Hala, otra dosis de fortaleza. Alma dividida en tres. Ja. Si supiese que son cinco los pedazos...


viernes, 21 de junio de 2013

Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaay

Se alzó, como se alzan los camellos cuando la arena quema más que mi mirada. Se alzó, como lo hacen los asteriscos trepanados cuando notan que se acerca la tormenta. Se alzó, como siempre se alzaba. Y no tropezó, porque se había alzado con bastante lentitud y su torpeza tenía límites.

Y así, la criatura anteriormente conocida como... como... bah, de alguna manera... pues ahora esa criatura había renacido y se había traído del otro mundo una espada muy chula. Bastarda, fijo.

El mundo que contempló a su alrededor no se parecía en nada al que había dejado. Tan solo había pasado una semana. Una semana de decadencia y sometimiento, de esquivar cristales al caminar. Pero le había bastado para ver dónde debía colocar cada cosa. Y a cada persona. Oh, sí. Sus dulces y tiernas personas. De carne insípida pero sangre realmente deliciosa. El crujir de los huesos entre las mandíbulas de su cancerbero era el fin de lo poco que quedaba de humano entre aquellas salas.

No, no habría venganza. Porque la chica no se lo permitiría. Ni tampoco sus guardianes. Posiblemente, ni siquiera sus sombras aceptasen su presencia en aquel altar en el que había establecido su morada.
Pero eso no le importaba. Había despertado y se había librado de las cadenas. Ig Nuf, como habrían dicho sus ancestros.

Y ahora era libre. Oh, qué bello mundo. Qué hermosa desesperación podría sembrar si no estuviese a las órdenes de quien gobernaba este nuevo mundo. Pero hasta un alma destructora podía hacer el bien si eso implicaba conservar a salvo aquella sonrisa que daba y arrebataba la vida sin distinción.

Adoración. Suprema. Hacia la única que había conseguido montar en su lomo endurecido, desafiando la mirada capaz de triturar rocas. Y por ello, había vuelto. Porque nadie iba a intentar desmontar el mundo mientras él estuviese al acecho. Al menos, nadie que sintiese un mínimo interés en seguir conservando el aliento vital.


jueves, 20 de junio de 2013

La estrella fugaz

Son imágenes que dejaron en mí un recuerdo imborrable. Son sensaciones que a veces pasan velozmente a mi lado, revolviendo mis cabellos. Son voces, son colores. Son risas compartidas, son pequeñas grietas en el corazón. No son nada y a la vez lo son todo. Porque son el escenario sobre el que se ha ido desarrollando este "yo" que ahora escribe.

No puedo dar más importancia a unos que a otros. Salvo, quizás, la única persona que no leerá estas palabras, aquel que se llevó mi último "te quiero" cargado de auténtica devoción.

Pero son muchos los instantes que se mezclan unos con otros, danzando a mi alrededor. No hay orden partiular, todo depende de cómo se reflejen los rayos de sol de la mañana.

Hay algo en común. Todos me sorprendieron. A todos anhelé poseerlos en algún momento de mi vida. Perderme en esos ojos claros, en esa mirada oscura. En la cascada de rizos, en la suavidad de su oscura melena, en ese pelo que, sin pasar de los hombros, me hace querer revolverlo una y otra vez. En su piel morena y en aquella que rivaliza con la mía. En sonrisas pintadas y sin pintar, en miradas tímidas y en aquellas que te taladran el alma. En voces, muchas voces. Y en el laberinto de palabras en el que fuimos entablando nuestro pequeño puente, conectando almas.

Algún día, conseguiré mi propio satélite. Orbitará junto a mi, sin miedo a perderlo como a las estrellas fugaces. Hasta entonces, mías son esas luces brillantes que surcan el cielo.

miércoles, 19 de junio de 2013

Una entrada normal

¡Yey! Hoy no habrá historias, personajes ni metáforas. No tenía el ánimo para escribir así de forma automática y bonita. Así que escribo de forma automática y cutre.

El caso es que llevaba unos días bien rarunos, quién sabe si por cosas de la medicación, del tiempo que está loco, de la rebelión hormonal o de verme envuelta en el apasionante mundo de organizar mi vida y la de los demás. Igual de todo un poco. Pero me ha servido para acercarme al maravilloso mundo del death metal. Antes escuchaba la variante melódica del mismo, pero no era capaz de escuchar death de verdad. Sin embargo, tras un día en el que nada en grooveshark casaba con mi estado anímico, descubrí que el death metal lo hacía a la perfección. Me encanta descubrir nuevas cosas.

Y es que ya he dicho siempre que para mí la música es como un gráfico ondulante, como mi estado anímico. Y cuando más se acerca la ondulación musical a la que dibuja mi ánimo, mayor es la conexión. Cómo diablos he llegado a un punto en el que la onda dibujada por mi vida es igual a la que dibuja el death... a saber.

Hablando antes de descubrir cosas nuevas, hoy he descubierto (con tres años de retraso respecto a los estudios, yeah) que el cerebro humano sigue madurando hasta alcanzada la treintena y, en ciertos casos, incluso hasta los cuarenta. Eso es una buena noticia por partida doble:

1-Aún puedo llegar a ser mejor y más maravillosa.
2-Todavía hay salvación para un gran número de seres humanos.

Aunque lo primero no lo ponía en duda, lo segundo es una buena noticia para Regargojana y para mí. Posiblemente, pueda contar con Nanie también.
Y es que Regar y yo somos unas incomprendidas. Rodeadas de cutrez generalizada, escondiéndonos en las sombras para que no nos atrape la insulsez de cuanto nos rodea. Y claro, solo unas pocas personas, que también viven en la sombra, nos comprenden. Pero es difícil encontrar a las personas en mitad de la oscuridad. Y muchas de ellas han terminado enloqueciendo por la falta de luz. Así que menudo panorama se nos presenta, meloncias mías.

Pero siempre hay gente que se salva. Generalmente, gente a la que adoro y que además es muy buena conmigo. Esos irán conmigo en la Tardis (cuando la tenga). Porque como ya dije, necesitaré gente que se encargue de su limpieza y mantenimiento.

A veces me preguntan qué haría con una de ellas. A qué lugar viajaría en el tiempo. ¿Pasado o futuro? Seguramente me decantase por futuro, porque el pasado puedo imaginar cómo es, aunque no sea lo mismo que vivirlo. Pero del futuro no tengo ni idea, no hay forma de saber cómo será. Aunque del pasado reconozco que me llama la atención el comprobar si ciertas cosas son tal como las cuentan. Y ver cómo eran verdaderamente los dinosaurios, por ejemplo. O todas esas cosas sobre las que se teoriza pero no se llega a una conclusión clara.
Pero puestos a elegir, me quedo con el presente. Me parece lo suficientemente estimulante como para pensar que merece la pena vivir en él. En este mundo de hoy día hay mucho que ver, mucho que hacer. Y mucho que cambiar, también. Pero eso es algo que ya es más complicado de forma individual. Pero desde luego, hay muchas cosas del mundo presente que yo ignoro.

Y en el mundo presente, como ya he dicho, hay personas que molan. Las que más lo hacen son aquellas que presentan un ingenio natural, algo que las hace especiales, diferentes. Y también aquellas que tienen el valor de ser claras, de comunicarse sin esconderse, de crear una retroalimentación efectiva en la que preguntar antes de afirmar.

Ah, siempre que me pongo a escribir, me empieza a dar sueño y llega un punto en el que ya no puedo tener los ojos abiertos. Y este es el momento. Así que paro, dejándome muchas cosas atrás.

Buenas noches, albóndigas mías.

martes, 18 de junio de 2013

Bloing, bloing

Siempre que veo caminar a mis auriculares me acuerdo de Dalí. Pero solo caminan cuando ya se ha alcanzado la calma.

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¿Ese vacío? Es el que deja la frustración cuando te abandona. Disfruta mientras dure, es breve el tiempo en el que te sientes bien contigo misma sin que nadie se te cuele en el corazón.

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Miriñaque y caléndula. O tal vez pepinillo de mar, de mar amarillo en surestes desconocidos para los que no nacieron con alma de brújula.

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Dos más dos son cuatro y serán cinco y veintisiete cada vez que se me antoje. Porque nadie me ha podido demostrar que en mi mundo de nubes, los números no funcionen como las gaviotas.

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Hay una melodía y hay un contador de carcajadas. Poco a poco la melodía conecta. Poco a poco, la carcajada vuelve a ser audible para aquellos lo suficientemente entrenados.

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Adoración absoluta y complicidad sin igual. Pero no amor. Sientes o no sientes. Y ahora mismo, no sentía. No por él. Aunque no por ello era menos importante.

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Personas adecuadas y personas equivocadas. A veces llevan el mismo disfraza, a veces son incluso el mismo ser. Pero no es mi deber andar haciendo comparaciones.


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¿Y si realmente mañana te encontrases con esa apisonadora? Uno debe irse cada noche a la cama en paz consigo mismo y con el mundo. Al menos, en la medida de lo posible. Que vienen a ser unos ocho centímetros por cada beso en el aire.

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Empieza la muerte por sueño, que no es lo mismo que el sueño de la muerte. Aunque buen pueden ser complementarios, puzle que encaja o no encaja según la planta en la que se detuvo el ascensor. Así son los tic tac, los latidos y todo lo que el ritmo de la vida deja que sea percibido.

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Miniescritos de minisentiemientos. Y gente que entiende lo que pongo y gente que no. Y gente que cree entenderlo pero nunca conseguirá acercarse.

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Tricofilia ascendente y perchas mojadas en el atardecer del valle. Nadie sabe que eres de metal y silicona. Ni siquiera tú. Ni siquiera yo. Solo es un acuerdo, un juego.

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Los mosquitos me amana. No es recíproco.

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Siete verdades y media. ¿Cómo puede haber una media? Pregúntaselo al cerebro, que va dos pasos por delante de las teclas. Yo me estoy durmiendo ya.

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Bien, bien, bien. No puedo quejarme y no debo hacerlo. Pero tú estarías mejor entre mis brazos que entre los de la muerte. Como casi cualquier persona, si me paro a pensarlo.

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Zumo de arándanos y hamaca que desea buenas noches. Hora de tic tac, de bloing bloing, de dormir conortablemente y de desconectar con el día que ha sido descubrimiento de derechos de autor de brochas gordas.

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Lapa humana terrorífica, bestia parda y algodón de azúcar. ¿Batio y bien agitado? Es una de tantas mezclas.

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Hora de dormir. Dulces sueños, pequeños. Y recordad, hay olmos con peras, peras con olmos, También palmeras, aaunque no tenga nada que ver. Y eso nos complace.

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lunes, 17 de junio de 2013

La batalla por la caja que contenía una botella


 Protagonistas: Serguma, Esquizombi, Akomander, Skyrunner (con elecciones tomadas por Nusuki).

Despuntaba el alba cuando se encontraron en el lugar acordado. El primero en llegar fue Serguma, montado en un lince. Skyrunner llegó poco después, en su flamante gato. Finalmente, los bárbaros melenudos hicieron acto de presencia, Esquizo en su murciélago y Ako en su gamba-mantis.

Estaban allí para disputarse la caja con botella. Salvo Skyrunner, que estaba allí para fastidiar, ataviado con un vestido rojo. Serguma intento usar sus mejores armas: un trozo de ámbar, unaltavoz y colirio. Pero no pudo hacer nada contra sus rivales. Entendedlo, eran melenudos. Y Esquizo iba vestido con ropa holgada y cómoda  y Ako con unas chanclas monosas. Así que Serguma decidió sacar su libro sobre "Cómo ser su propio híbrido de ingeniero y panadero en España". Skyrunner cotilleó por encima, pero enseguida la vista se le fue tras un PC pequeño que pasaba por allí.

Entonces Esquizo, haciendo gala de una curiosidad inesperada, se lanzo sobre Ako. Pero Ako se defendió, parapetándose tras una vela de citronela.

-¿Es que acaso crees que eres una sartén genuflexiva?
-No, soy algo mucho peor que eso.

Ahora fue Ako el que comenzó el ataque, blandiendo una enorme chancla (chancal, según carrefour Alameda) color mierda. Esquizo esquivo con dificultad. "¡Recorcho!", maldijo.


En ese momento, apareció una doncella en el lugar. Se acerco a la caja con la botella y la apedreó ociosamente. Esquizo, colérico, dio media vuelta. Ako, por su parte, se suicidó la cabeza, se encogió de hombros y asumió que no había nada que hacer.

Había sido la batalla menos sofisticada de todos los tiempos. Pero lo que no sabían, es que habían aprendido una valiosa lección, el secreto de una vida feliz y plena. Solo tenían que hacer lo siguiente.

Serguma: Esperar sobre un clarinete estupendo.
Esquizombi: Crear manoplas brillantes.
Akomander: Gulimetrear  fantabulosos pollos de goma con polea en medio
Skyrunner. Trolear bacon duchado.

Fin



Ego

No, esta no es la entrada de la que hablé, esa la pondré cuando buenamente me parezca. Esta es la entrada de siempre, la de ella, la de ellos.

Aunque esta vez no hay ellos. O si los hay, son otros diferentes.
No se pueden pedir peras al olmo, dicen. Y en mi mente, yo puedo pedir lo que quiera. En su mente, es parecido. Aunque ella ha visto peras en olmos y sabe que es complicado verlas, pero existen. Quizás en otro plano dimensional.

¿Y quién de ellas recolectó las peras? ¿El reflejo? ¿El modisco de la sombra? ¿La danza de la creación? ¿El vuelo infinito? ¿El perdón? Quizás un poco de todo. O de nada.

Lo que sé, es que había frustración. Todas sus facetas se preguntaban por qué querían un mundo diferente cuando todos estaban perfectamente felices con el mundo tal como era.
Pero hay dos caminos. La frustración o la aceptación. ¿Incompatibles? Bueno, a veces podemos frustrarnos, pero hay que acabar aceptando que las peras suelen encontrarse en los perales. Y si eres capaz de haerlas crecer en olmos, bien por ti, tienes un don. Pero no esperes verlo en los demás.

Por fortuna, no es un don único. Una vez, ella conoció a alguien que podía lanzarse en llamas a través de las ventanas. Y a otra persona que podía crear monstruos de la nada. Y qué decir de quien podía contemplar el mundo y procesarlo con diferentes colores.

La incomprensión suele conducir a la locura, mis pobres criaturas. Y muchos convierten sus dones en una maldición. O tienen tanto miedo de sentirse diferentes que se esconden dentro de corazas que yo atravieso sin demasiada dificultad. ¿Pero de qué sirve lo que yo haga? Lo que importa es lo que ellas hagan. Y lo que hagan los demás, la gente común, no metafórica.

Para mí es sencillo, para ellos no. Para ellas... depende del momento. Hay que tener mucho cuidado con la más joven. Aún tiene mucho que aprender y no se ha dado cuenta de que no puede correr hacia la primera llama que capta su atención en la noche. Pero para eso está el tiempo, ¿no?

En cualquier caso, cuando todo se volvía tangible había una única realidad y debía enfrentarse a ella. Se disputaban la victoria en una batalla en la que cuanto más te esforzabas, más fuerte se hacía el enemigo. Así que había que aprender a ser un poco salmón. Como en las tardes de otoño.

Ah, nuevamente me está dando sueño. Si no, no estaría hablando de lunas rojas que se parten en dos mientras suena "tacl, clicl, lalc". Y no habría césped en el que aspirar el aroma a naturaleza convalenciente. Así que es mejor que me reencuentre con la cama. Mañana tengo una entrada que redactar y ellos... ellos que sigan respirando. Ya es bastante.

sábado, 15 de junio de 2013

La sonrisa

¿Se puede ser feliz y desear llorar al mismo tiempo? Era la pregunta que había formulado hoy, para acabar descubriendo que la balanza se acaba inclinando hacia un lado u otro. Había descubierto, también, que las sombras acechaban donde menos lo esperas, manipulando cada pequeña conexión, cada sentimiento.

Sabía que era lo que tenía que pasar, la irremediable amputación del "yo". Temporal, pero dolorosa. Sin embargo, estaba dispuesta a enfrentarse al miedo de esa pérdida. Siempre acabas por recuperar el aliento, pero ello no impide que la sensación de ahogo sea molesta durante los segundos en los que el aire no llena tus pulmones.

Temiendo que se rompiesen las cuerdas que sujetaban a los elefantes en equilibrio, había buscado refugio en casas más fuertes, en construcciones sólidas. Pero habían resultado ser tan o más frágiles que su propio cuerpo. Algunas no eran más que aire con forma de ilusión, de espejismo.

Podría hacerlo sola, pero no quería. Pero, curiosamente, siempre había conseguido vencer las dificultades cuando no tenía nadie a quien recurrir.
Aquella noche había sucedido lo mismo. Varios habían intentado ayudar a sostener la estructura, pero nada podía contener a los elefantes. Ánimo, sé fuerte. Sostén las cuerdas.

No, no era eso lo que necesitaba, pero nadie lo sabía. Únicamente ella. ¿Y si dejaba que cayesen los animales? ¿Tan terrible sería? Mientras pensaba en ello, uno de los elefantes descendió por propia voluntad. Y después otro. Y un tercero. Y entonces ella comprendió que no era necesario que nadie supiese quién era Daro en realidad.
Desapareció entonces la necesidad de gritar bajo el agua. Disfruta de lo que te ha sido concedido y ya el tiempo dará o arrebatará razones. Eso le decían. Pero quizás ahora convenía un poco de estoicismo.
Sin embargo, cuando el sol te hace sentir mejor que la luna, es complicado centrarse en los beneficios de la noche. ¿Y cómo saber que no estás destinado al día?

En cualquier caso, ahora vivía en mitad del tiempo congelado, en el que no existían noches ni días. Donde los minutos eran idénticos, tanto en un par como en treinta. Y disfrutaba de ello.

¡La niña llora! ¡La niña ríe!
Y la dama noche contempla la escena desde su luna, dedicando un beso al astro que pronto la relevaría. Luz sobre luz. Tamizada. Mejorada. Espléndida.

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Por cierto, para la próxima entrada voy a hacer una excepción y voy a hablar de personas reales... o de siluetas en forma de dichas personas. Si alguien quiere aparecer, únicamente ha de decirlo en los comentarios. Obviamente, solo puedo incluir a gente que conozca lo suficiente como para poder introducirlo en mi mundo. No puedo reflejar al que no conoce a Plinio, no sabe montar en tiburón ballena o no conoce el verdadero objetivo del salmón ahumado.

En cualquier caso, algunos aparecerán, debidamente enmascarados, en las palabras que pronunciará el sauce.

viernes, 14 de junio de 2013

Que te masacre un pez

-Daro, mis alas son diferentes. Han vuelto a crecer... pero son tan distintas...
-¿Te sorprende?
-No. Era lo que cabía esperar, supongo.
-Cambian contigo. Si quieres las de antes, solo has de volver a ser quien eras.
-Oh, no. No cuentes con ello.
-Entonces no te puedes quejar.
-Y no lo hago. Era una simple observación.
-¿Y qué hay de todo lo demás?
-¿Ellos? Me he cansado. Francamente, es mucho trabajo.
-¿Quieres hacerme creer que tú no eres tú?
-Quiero entiendas que yo no soy inmutable. A veces me apetece ser de una manera y en otras ocasiones, me gusta comportarme de otro modo.
-¿Es una traición a tus ideales?
-¿Ideales? ¿Crees que tengo algún ideal que no esté basado en mi propio beneficio? En cualquier caso, no es traición. La base está ahí. Solo cambia el dibujo que se aprecia a simple vista. Pero una configuración diferente de los mismos materiales no transforman una cosa en otra.
-La esencia es la misma, pero no lo que construyes y muestras al mundo.
-Ordenar conceptos nunca ha sido lo mío.
-A ti lo que te pasa es que estás enamorada.

La chica lo miró atónita. Abrió la boca sin poder articular palabra. Finalmente, recuperó la compostura.

-¿De quién? -acertó a preguntar.
-De mí.
-¿De ti? Eso es tan absurdo como decir que estoy enamorada de mi propia persona.
-¿Y no lo estás?
-No de ese modo.
-¿Y de qué modo me amas a mí?
-Yo no te amo.
-¿Y me quieres?
-Eso siempre.
-Palabras, siempre palabras.
-Ni que acaso importase. Con estas nuevas alas aún no sé cómo se puede volar.
-Y has de volar para sentir.
-Claro. Parece mentira que no lo entiendas aún.

Daro asintió en silencio. Se contemplaron el uno al otro durante unos instantes. Finalmente, esbozó una sonrisa. Una de esas sonrisas sádicas que, al mismo tiempo, siempre habían supuesto su salvación.

-Estás perdiendo el miedo -dijo el chico-. Eso te hace aún más peligrosa.
-Yo no soy peligrosa.
-Ciertamente. Pero la gente teme cosas que no debería temer. Es irracional.
-Irracional. ¿Yo lo soy?
-Tú eres lo que quieres ser en cada momento. Es tu gran virtud.
-Hmmm. Tengo una pregunta que hacerte.
-Adelante.
-¿He cambiado mucho en todo este tiempo?
-¿Tú qué crees? Ya no tienes quince años.
-¿Y por qué me sigues protegiendo con el mismo esmero que antaño? Si he madurado, si he crecido... no tiene sentido que cada vez estés más cerca de mí.
-Claro que lo tiene. Precisamente por todo lo que has mencionado. No voy a dejarte nunca, eso es algo que ambos sabemos. Pero independientemente de mi labor, hay algo que tengo que admitir. Y ese algo es lo que hace que no quiera alejarme.
-¿Y ese algo es...?
-Que cada día que pasa estoy más y más orgulloso de ti.

A la joven se le iluminó la mirada. Sin poder evitarlo, se arrojó a los brazos del chico. Se fundieron en la sombra de humo negro que tanto los caracterizaba y se arrancaron la carne a mordiscos. Y solo cuando la sangre lo hubo bañado todo, ambos pudieron sentirse en paz, completamente entregados el uno al otro. 

jueves, 13 de junio de 2013

El grito que no era grito

Ya no hay grito a lo Munch. Ya pasaron esos tiempos. Ahora hay gritos de alegría, de sorpresa, de felicidad contenida que escapa en el momento menos esperado.
Pero eso no implica que todo sea maravilloso. A veces, hay verjas que se abren sin que puedas hacer nada para evitarlo y hay que vigilar doblemente el jardín. Ni personas, ni alimañas. Especialmente, personas.

Me encanta escribir cuando se me cierran los ojos de sueño. Puedo tener los ojos cerrados y escribir, porque mis dedos saben dónde están las teclas. De hecho, así he escrito este párrafo. Pero no quiero abusar, porque una vez casi me duermo mientras actualizaba.

El caso es que hay gritos y gritos. Yo soy muy feliz, por eso no grito. O quizás no grito porque no sé bien qué gritar. Lo único que se puede gritar no tiene sentido.

Vive, vive y deja de preocuparte, deja de hacer del ahora la decisión del mañana. Eso me dicen siempre, pero es como si el mañana ya hubiese tenido que estar entre mis manso y se me hubiese escapado entre los dedos, como arena de la playa. De las playas bonitas, que hay cada una que...

El caso es que solo Daro puede entender el grito. Ni siquiera aquel joven, de cabellos y ojos de fuego, poía imaginarlo.

No lloraba, porque esa era una habilidad que había perdido en la otra mitad del mundo y de su ser. Pero a veces, sin lágrimas, gritaba en silencio. Entre sus brazos pasaos, entre los brazos presentes, en los brazos futuros. Y de mano en mano caminaba por la montaña de esa vida que no se le antojaba difícil, aunque tampoco especialmente fácil.

Ojos que se cierran y manos que teclean solas. Quiero abrazarte. A ti. Y a ti. Y a un par más. Esosson los abrazos de verdad, los que no regalo. Como los besos. Envenenos.

Quizás por eso ahora estaba en el lugar en el que estaba. Pero la perseverancia es una virtud. Del mañana hecho hoy. No sé ua ni lo que digo. No quiero un príncipe, quiro jjjj. Me he dormido. Mientras escribía. Y alguien me hablaba. Lo que quiero es abrazar lo inabarable del universo y hacer lo imposible. orque si no lo hagoyo, quién podrá haerlo.

Nuevamente, me dujermo. Un bano, Ek bannnd. Ignoro qué quería poner ahí. Mejor me voha la cama.

viernes, 7 de junio de 2013

Te quiero

Las palabras pueden estar vacías o cargadas de signicado. Lo mismo sucede con aquellos "Te quiero" a los que la sociedad ha moldeado de una forma muy diferente a la que yo decido que deben tener.

Un "Te quiero" debería ser especial. O quizás depende de la persona que lo recibe. Algunos hay que los reparten como los buenos días.

¿Y qué hago yo? Ser incorrecta, quizás, como dice mi Esquizombillo. Esa es otra. Yo me apropio de la gente. No puedo tomarla por la fuerza, no puedo arrebatarles el alma y guardarla en tarritos delicados de cristal. Ni siquiera puedo empujar sus cuerpos hasta una improvisada cárcel de la que no pueden escapar. Pero son míos. Porque en el momento en que entran en mi mundo y significan algo para mí, lo son.
Sé de alguien que siempre me lleva la contraria. "No soy tuyo, no soy de nadie". Informático tenía que ser, claro. No es que los ceros y unos sean enemigos de las cualidades de las palabras, pero sí es cierto que las liman y les quitan parte de su esencia delicada.

Me desvío del mensaje principal. Si es que hay mensaje, pues en mi escritura improvisada no hay un hilo argumental, solo hay una idea que se va creando a sí misma mientras pulso las teclas entre parpadeo y parpadeo, el sueño hablando a través de mis manos.

"Te quiero". Me encanta decirlo. Pierdo la cuenta de la cantidad de veces que puedo decirlo cuando tengo pareja. Porque es mirar a sus ojos, sonreír y llenarse mi boca con esas palabras. No las pronuncio, escapan de mis labios cuando intento dirigirme a él.

Pero es mucho más que eso. Eso es amor, pasional, comprometido. Pero hay otro tipo (múltiples, en realidad) de querer. El querer que no es exclusivo, que puede tener tantos dueños como matices tenga la frase en ese momento.
Sin embargo, no nos educan para decir "Te quiero". Como si esas dos palabras fuesen a gastarse si se usan demasiado. No, el sentimiento es incombustible. Puede usarse esta expresión de forma ligera, sin saber qué se está diciendo siquiera. Como el que recita una maldición en una lengua que no conoce. No puedes invocar demonios si no eres consciente de estar haciéndolo, del mismo modo que no puedes querer si no sale del alma, por mucho que seas capaz de articular las palabras.

"Te quiero". No recuerdo quién fue la primera persona que me lo dijo. Pero sí recuerdo a la primera persona que me enseñó a usarlo fuera del ámbito de pareja. Yo era apenas una niña y él era alguien que se preocupaba por mí como un hermano mayor. Recuerdo una noche francamente mala, en la que me llamó por teléfono. Y allí recuerdo que aprendimos a decirnos esas palabras como un vínculo que estrechaba la amistad que la distancia alejaba.

Después he tenido rachas. En las que algunos eran merecedores de recibir ese halago. U otras en las que la única que tenía aquel privilegio era mi propia persona.
Al final, con el tiempo, he ido reajustando mis definiciones de la realidad y una de mis últimas lecciones es que el cariño no debe ser algo con lo que racanear. Es la base del afecto y las relaciones humanas, una forma de verbalizar lo que siento. Y poco me importa si la sociedad dicta que debo reservarlas para otros momentos, otros contextos. Yo tengo una naturaleza sensible, es algo que no puede negarse. Y qué es la sensibilidad sino la magnificación de los sentimientos. Entre ellos, ese querer que necesito esparcir al viento, con la esperanza de que se convierta en una pandemia que nos haga a todos sonreír un poco más.

Por eso, esta noche necesito decirlo bien alto. "Te quiero".
A ti. Y a ti. También a ti. Podría hacer decenas de alusiones, solo con la gente que hoy me ha ofrecido parte de su tiempo, ya podría llenar unas cuantas páginas de la libreta de mi aprecio. Pero es que va más allá de todo eso. Es algo que no controlo, que se exiende, que serpentea y se enrosca en torno a los que deciden recorrer una parte de su camino junto a mí.

No hay que asustarse. Soy Mello, disonante e incorrecta, en palabras de gente a la que, precisamente, quiero muchísimo. No hay más implicación que la de ser importante para mí. Cosa que, si bien no debe ser subestimada, no debe despertar temor alguno en aquellos que me rodean. Podéis seguir siendo cervatillos que corretean libremente por los prados de mi día a día. Pero os quiero y eso es algo que ni toda la libertad del mundo va a poder borrar de mi mente.

Me gustaría dedicar esta entrada a algunas personas concretas. Porque puedo querer, pero algunos se han ganado un hueco especial en ese mundo del aprecio. Pero el sueño me lo impide y tampoco quiero hoy hacer distinciones. Porque realmente no las hay a la hora de miraros a los ojos y sentir que sois especiales y una parte importante del puzle de mi mundo.

Ah, las teclas no desean ser pulsadas, mis ojos se niegan a permanecer abiertos. Solo los sentimientos están intactos. Solo esas dos palabras puedo pronunciar antes de tener que acabar con este texto.

Te quiero.

jueves, 6 de junio de 2013

Su nombre completo

-¡Daro! ¡Daro!
-¿Sí?
-Hay vacío en mi interior.
-¿Y qué esperabas? Era lo que deseabas, a fin de cuentas.
-Pero no es un vacío completo. Hay una serpiente que se revuelve al fondo, enroscándose y desenroscándose sobre sí misma.
-Bienvenida al mundo de la interacción humana.
-¿Y qué es?
-¿La interacción humana?
-No, hombre. Lo que siento. O lo que no siento.
-El futuro. El destino. Llámalo como quieras.
-No sé si me convence.
-¿Qué nombre le darías tú?
-El mismo que viste el amor de desamor. La soledad de comañía. El miedo en valor y el valor... el valor creo que aún no ha sido transformado en nada útil. Solo domado y sometido.
-No le des más vueltas y vive. Vive. No por ellos. Por ti.
-Pero mi deber...
-Mi deber está por encima del tuyo. Y ahora me obliga a pedirte que guardes silencio y vayas directa a la cama.
-Te haré caso, pues me ha desgastado la lucha interna. Pero no he perdido, que conste.
-A dormir. Es hora de que te desmadejes entre los brazos de aquel que conoces.
-¿Tú?
-¿Acaso importa? Pensaba que estabas vacía.
-No discutiré eso contigo. No me tengo en pie.
-¿Te llevo  la cama?
-Sí, por favor. Y gracias por no desvelar nada.
-A ti. Por no partir en dos los sueños.

miércoles, 5 de junio de 2013

¿Terrible?

Solo una persona podría entender sus dilemas, la misma persona a la que nunca se acercaría demasiado por no dañarla. Porque era de lo más preciado que tenía. Porque sabía que ella era el fuego que quemaba y que solo la distancia prudencial podía mantener el calor sin lamentar daños.

Tampoco es que necesitase abrazar esa figura que era una mezcla de ilusiones presentes y pasadas. Pero era agradable. Y es tan fácil sentirse confundido cuando algo te hace sentir en el cielo y en la tierra a la vez.

¿Por qué se planteaba eso ahora? Tal vez era que sabía que tenía que volar lejos. Hacia un destino incierto. Era más fácil trasladar un miedo tan general a uno concreto que realmente no existía. Pero no era justo para aquellos que la rodeaban.

Y mientras se planteaba estas cosas, seguía mirando en su interior y contemplaba el vacío que se negaba a ser llenado. Le gustaba así. Solo ella con el mundo, sin tener que cuidar de nadie. Pero reconocía que era una sensación extraña. Aunque en cierto modo, le gustaba.

"Piensas demasiado" le habría dicho él, mientras clavaba en ella sus ojos verdes. Pero ella sabía que solo podía arrojarse a sus brazos y esconder el rostro entre su oscura melena, buscando la protección que la soledad no le ofrecía.

Sin embargo, era su elección. Y se sentía muy orgullosa de haberla tomado. Drástica, dura, arriesgada. Pero era su elección. Por vez primera, era únicamente suya. Sin pensar en quién podía sangrar si se cruzaba en su camino.

En mitad de esos pensamientos que podían parecer oscuros, surgía la luz de un recuerdo. De ese despertar acompañada, de esos besos que habían fundido el tiempo y lo habían convertido en una densa corriente que se arrastraba perezosa entre los minutos iniciales, para precipitarse en las horas finales como una hermosa cascada.

Ella no quería vivir en mitad de ese remolino de aguas. Por agradable que fuese, no dejaba de ser un remolino. No era lo que buscaba. Tampoco el remolino quería que ella se sumergiese en él más allá de lo necesario para alcanzar la orilla opuesta del lago. Pero era un baño que purificaba y se llevaba sus miedos durante el breve tiempo que dura la ilusión.

Quizás algún día ella consiguiese adentrarse en la corriente adecuada, aunque ahora se negaba a aceptar que existiese semejante lugar destinado a ella. Pero no tenía prisa. Existiese o no, ella tenía que volar, no podía permitirse bajar sus expectativas y contentarse con nadar. Mucho menos con dejarse arrastrar por la corriente.

Por eso salía del agua, se sacudía las alas y esbozaba una sonrisa. Por agridulce que pudiese ser su camino en ocasiones, su ilusión permanecía intacta. El cariño hacia aquellos que le tendían una mano seguía siendo inmenso. No tenía motivo alguno para quejarse.

Quizás era terrible. O puede que no fuese el término correcto. Quizás solo era lo que debía ser. Pero ella lo aceptaba y se sentía bien así.

Por todo esto, se iba a fundirse con los sueños con todas sus vivencias arropando ese cuerpo frágil que contenía un alma desgastada. Desgastada, sí. Pero no por ello menos fuerte. Curtida, podría decirse, por los viajes hacia el interior del templo en el que únicamente Daro tenía permitida la entrada.

La sonrisa. Era lo único que no desaparecía de su rostro. Pocos sabían despertarla. Al menos, aquella que iba más allá del simple gesto, la que nacía de la noche en la que venció a las sombras. Pero estaba allí, visible para los pocos que podían apreciar lo insignificante.

Nuevamente, la respuesta era la misma que la pregunta que no había sido formulada. Y por ello, se sentía feliz. Inmensamente feliz.