miércoles, 27 de abril de 2011

Repollos sinceros

Érase una vez un picaporte sobredimensionado llamado Thomas. Tenía un apartamento en la zona norte de la ciudad, junto al puente que conectaba con el otro lado de la bahía. El alquiler era alto, pero merecía la pena. De otro modo, no habría podido contemplar desde la ventana cómo los abejarucos picoteaban a los niños hasta acabar con ellos.

Thomas tenía amigos. Un gato pardo llamado Frank y una escalera de mano de acero inoxidable a la que sus padres nunca llegaron a bautizar. Los tres pasaban interesante veladas conversando sobre el coleccionismo de tapones de corcho y sobre el cambio climático en la luna.

Una mañana, un inspector de policía llamó a la puerta. Pero no a la puerta de Thomas, sino a la puerta de otra casa que no tiene nada que ver con nuestra historia. No es relevante para la narración, pero tampoco lo es que los días sean soleados o que sople una ligera brisa. Y en todas las novelas nos cuentan esos detalles. Como si nos fuese a importar... yo quiero saber quién mató al abrelatas. El tiempo es secundario, salvo que haya tormenta con rayos que impacten en la gente. O tornados. A Thomas una vez lo sorprendió un tornado mientras trataba de escabullirse sin pagar de un restaurante tailandés. Gracias a ello consiguió llegar a su casa rápidamente y sin tener que pagar un taxi.

El caso es que... Thomas no es nuestro protagonista. De hecho, ni siquiera existe. Todo lo escrito anteriormente es el sueño que estaba teniendo nuestro verdadero protagonista. Charlie, una aceituna rellena que se dedicaba al tráfico de escuadras y cartabones.
¿Por qué soñaba Charlie con estas cosas? ¿Tendría algo que ver el hecho de que estuviesen liquidando una relojería de la calle contigua? ¿O estaba la subida de la gasolina tras ello? ¿Y qué hay del disecador profesional de suspensos?

Preguntas sin respuesta. Al menos hasta el próximo capítulo: Horizontes desangelados en una loma autista.

domingo, 17 de abril de 2011

El tiempo pasa... aunque Jan se plante en los 22 ¬¬

Como mi nenaza se niega a madurar, a cumplir años y a dejarse sodomizar, me toca a mí hacer la reflexión sobre el paso del tiempo y los orangutanes de maíz.

Hace dos días éramos críos y mañana estaremos muertos. Fin de la reflexión.

Y es que uno puede pensar acerca de lo que ha ido consiguiendo a lo largo de su vida, sobre las metas que aún no ha alcanzado, sobre sueños cumplidos y frustrados, sobre águilas de papel maché... y todo eso únicamente servirá para darse cuenta de que los segundos siguen sucediéndose unos a otros, sin que podamos hacer nada por evitarlo. La arena sigue cayendo en el reloj, las ovejas siguen reproduciéndose y sin surcar los cielos. El mundo gira, en rotación y traslación. Y nos guste o no, así va a seguir siendo (salvo que colisione con nosotros un gigantesco asteroide que lo reduzca todo a polvo espacial, por poner un ejemplo).

¿Qué intento decir con esto? Pues no sé, porque todos sabemos que escribo lo primero que se me pasa por la cabeza. Y no es hasta el final de la entrada cuando descubro qué rondaba por mi cabeza. Si es que rondaba algo más allá de un grupo de ideas inconexas.
Pero creo que esto va de cosas que escapan a nuestro control, de la ley de vida, de lo feo que es a veces el mundo, de lo bonito que se muestra otros días y del control de la natalidad por parte de las especies bípedas y tricéfalas.

¿Podemos sacar alguna conclusión de todo esto? Vosotros no, pero yo sí. Bueno, teóricamente también vosotros, pero no os voy a hacer caso. De cualquier modo, muchas personas se pasan el día buscando su lugar en este mundo, el sentido de su vida, la realización personal y el gordo en la lotería. Yo priorizo esto último, porque con las necesidades básicas bien cubiertas, tendría más fácil el dedicarme al resto de las cuestiones que atormentasen mi mente. No es que mi mente sufra el ataque de ese tipo de pensamientos trascendentales. Al menos, no con más frecuencia que el ataque de pensamientos del tipo "tengo hambre, quiero mil euros, Jan es adorable, dónde habré dejado el cargador de la DS", etc. Pero de cuando en cuando, como seres pensantes que somos, nos planteamos ese tipo de cuestiones (las trascendentales y las no trascendentales, claro).

¿Y qué sacamos en claro de todo ello? Nada. Como ya dije al inicio, el tiempo va a seguir pasando, agotaremos nuestra batería y nos convertiremos en un pisapapeles. O algo así. Por lo que martirizarse por ello es estúpido.
Pero eh, esto no es negativo. Todo lo contrario. Ser consciente de esas limitaciones es lo que nos hace fuertes. Frase que no significa nada, pero que quedaba muy bien en esta parte del texto.
Me explico. Un día nos atropellará un camión o moriremos de viejos. Algunos seremos inmortales y nos reiremos del resto, pero eso ahora no importa. El caso es que hasta que llegue el momento, tenemos una vida que no podemos desperdiciar pensando "ojalá pasara esto", "me gustaría aquello", "no sé si estoy haciendo lo correcto", "tres peras no son lo mismo que tres zanahorias". Ese tiempo podría emplearse en algo más productivo, como dormir y devorar dulces (preferiblemente, no al mismo tiempo). Total, aquello que nos gustaría que pasara puede que no dependa de nosotros (así que la utilidad de pensar en ello tiende a cero con tres pinzas). Y si tenemos la suerte de que está en nuestras manos cambiarlo, pues menos darle vueltas y más actuar. Lo conseguiremos (o no) pero no estaremos pensando sobre ello como si eso fuese a cambiar algo. Yo todos los días pienso que me gustaría que la comida se preparase sola y los platos se lavasen y se colocasen en su sitio solos... y nada, me toca poner de mi parte. Lo mismo se aplica a esas cosas de "encontrar nuestro lugar en la vida". Salvo que uno tenga aspiraciones de sábana, no vamos a encontrar la solución tumbados en la cama mientras nuestra cabeza nos dice cosas feas. A quien su cabeza le diga eso, la mía solo dice "qué sueño tengo".

Y es que esta entrada puede hacer referencia a ciertos merluzos que se ven atrapados en esa espiral de pensamientos un día tras otro. ¡Despertad! El mundo va a seguir exactamente igual con vuestros quebraderos de cabeza o sin ellos. Pero sin ellos, vosotros vais a ser infinitamente más felices. Así que eh, el tiempo seguirá pasando, nos encontraremos con cosas que nos gustan y cosas que no. Pero lo único que está en nuestra mano es el tomarnos la vida con el mejor humor posible. Soñad, pero para lanzaros en pos de ese sueño, sin importar si se conseguirá o no, sin que el miedo a fracasar os impida intentarlo. Y disfrutad, porque da igual si conseguimos lo que nos proponemos, si hay momentos en los que las cosas no van exactamente como nos gustaría. Es lo que hay y quejarse no cambia el mundo. Actuar sí. Así que fuera preocupaciones que no llevan a ninguna parte. Llevad vuestra vida por el camino que os gustaría. A fin de cuentas, aunque no tenemos control sobre el tiempo que pasa, sí lo tenemos sobre cómo invertir ese tiempo. Somos dueños de él. Usadlo sabiamente. Y dadme mil euros.

miércoles, 13 de abril de 2011

Una ameba para Pablo

Pablo me ama, aunque él no lo sabe. Todos me aman, en realidad. Y como yo soy buena persona, correspondo escribiendo en este blog. La entrada de hoy va sobre amebas, porque así me lo ha pedido este ser humano.

Las amebas son seres unicelulares con forma de cosa amorfa. Puede parecer una frase sin sentido, probablemente porque lo sea. Es lo que tiene hablar de amebas, entramos en una dimensión léxica paralela donde todas las personas llevan tutú. Las amebas también podrían llevarlo, siempre que no entorpeciese su movimiento. Que, a todo esto, se mueven gracias a sus pseudópodos. Y a los ascensores, escaleras mecánicas, coches, aviones, tren litera y triciclo. El resto de medios de transporte no es usado por amebas, sino por paramecios. Y es que las amebas y los paramecios, cuando no se están matando los unos a los otros por motivos religiosos, son amigos y comparten espacio en los libros de texto escolares.

Una ameba puede parecer un organismo muy diminuto. Pero si lo comparamos con un átomo, pues impone bastante. Así que no hay que subestimar a las amebas. Ni a los elefantes, que también son muy grandes comparados con los átomos. A no ser que hablemos de átomos sobredimensionados, que seguramente los haya. O los habrá en un futuro próximo (el futuro no próximo tiene otro nombre, como presente o pasado... o futuro lejano).

El caso es que las amebas pueden hacer cosas interesantes. Protagonizar entradas de mi blog, alquilar películas en un videoclub, ramonear (que a Jan le gusta que diga esto) y robar el maquillaje a sus hermanas mayores. Vale, nada de esto es especialmente interesante, pero es que seamos realistas, no hay amebas dedicadas a la investigación, a la medicina, a la enseñanza o en el cuerpo de bomberos. Lo máximo a lo que una ameba ha llegado (profesionalmente hablando) es a trabajar de teleoperadora en una funeraria. Esa ameba fue empleada del año, así que tiene su mérito. Se llamaba Romualda. Tenía pies. Pies planos.

Con todo esto, quiero dar a entender dos cosas:

1-Estoy escribiendo esto porque alguien me lo ha pedido, y ese tipo de cosas hacen peligrar el equilibrio del universo. Ya se sabe, una mariposa bate las alas aquí y un jugador de wow deja el vicio en algún lugar remoto.

2-De todo este texto, debería extraerse una conclusión. Es la finalidad de todo texto. Al menos, es la de este. Y la conclusión es que yo soy maravillosa.

Así que Pablo, cómprate una ameba y entrénala para que defienda la casa de invasores informáticos. No te arrepentirás.

lunes, 11 de abril de 2011

Cosas que hago... y que no hago

Hay mucho sobre mí que no sabes. Como, por ejemplo, que poseo pulmones funcionales. Sí, es difícil asimilar algo así. Pero la vida nos depara este tipo de sorpresas.

En mi día a día, además de vegetar en dirección sur y de serpentear mentalmente por una bandeja de empanadillas, hago toda una serie de cosas de dudosa productividad. También las hay útiles, pero de esas no voy a hablar aquí.

Gusaneo. Eso es lo más importante. En los minutos pares de cada hora nocturna.
También duermo, estilo acordeón peruano fosilizado. Y golpeo a Jan (con cariño, amor y zumo de arándanos). En realidad me golpea él, que es violento como una zapatilla. Y luchamos en igualdad de condiciones, como toda pareja formada por mujer y nenaza. Claro que lo primero es relativo, todavía no me he decantado por una opción u otra.

También muto en merengue. Y en sirope de arce. Y vicio a mi recién adquirida DS. Indy, dale una oportunidad al picross 3d. Al principio llorarás, decepcionado. Pero al final hasta te diviertes. Eso cuando no te engaña la perspectiva y te cargas los bloques que no corresponde, claro.

Y leo cosas. Prospectos de medicamentos, biblias, manuales de instrucciones de electrodomésticos varios y el decálogo de la buena alita de pollo.
Además de leer, escribo. Tocho, flood, spam (es lo que empieza a repetir el melón este cada vez que me ve ponerme a ello). Así que si mi maravillosa y estupenda novela aún no ha visto la luz, aquí está el culpable.

Por la tarde, estudio. Oh, perdón, eso entra en el apartado de cosas responsables que no mencionaré aquí. Pero quiero destacar que he aprendido más castellano desde que he empezado a estudiar catalán que en toda mi vida anterior. En realidad no, pero habría sido interesante, ¿eh? Aunque sí he aprendido cosas. Como que no debo usar "en solitario". Lástima que no haya encontrado otra referencia a ello fuera del libro (la deformación profesional de contrastar la información...). Claro que el hecho de que la expresión no aparezca en la RAE debería significar algo. Pero bueno, que me voy por las ramas (esto sí lo recoge). El caso es que es muy triste darse cuenta de todo lo que me queda por aprender. Eso si los hoygan de internet no acaban por contagiarme antes.

Más cosas... ramoneo. Porque lo pone en el apartado "sobre mí". A veces madrugo. Como hoy, que llevo dos horas despierta. Que nadie se asuste, volveré a la cama en el momento menos pensado. Con un poco de suerte, sueño cosas divertidas. Es una lástima que haya gente que no recuerda sus sueños. Yo me lo paso estupendamente cuando duermo, es toda una aventura. Además, no sueño cosas inconexas, sino que mis sueños son elaborados, detallados y hasta contienen saltos temporales, cambios de protagonista y diversos tipos de narrador. Bueno, quizás esto último no. Pero podría esforzarme y conseguirlo.

También me dedico a bajar escaleras en lugar de utilizar el ascensor. Y a usar ascensores en lugar de escaleras. Y ascender escalones y escalonar ascensos. Y a ramonear, como ya he mencionado en el párrafo anterior.

Pero hay cosas que no hago. Cosas que hace mucha gente, como beber cosas horribles conocidas como bebidas alcohólicas. Especialmente cerveza, argh. Dicen que con esfuerzo y constancia, te acostumbras al sabor y te acaba gustando. El masoquismo parte de esa premisa. Tenedlo en cuenta.
Tampoco dediqué puntos de mi hoja de personaje a adquirir habilidades para la conducción de vehículos a motor. Por fortuna, sí empleé dichos puntos para adquirir la de "esclavizar seres humanos para que te transporten de un punto A a un punto B". El problema es cuando quiero ir al C, que entonces se les funde el circuito y tenemos un problema. Pero estoy trabajando en ello.

Tampoco maltrato mi cuerpo desafiando a la gravedad con ese instrumento de tortura conocido como zapato de tacón de aguja. Ni de aguja ni de nada, que una está orgullosa de no ser especialmente alta. Menos riesgo de chocar contra techos, arcos, marcos de puertas, túneles y cocodrilos voladores. Además, como buen ser humano dotado de extremidades funcionales, puedo emplear mis brazos para mover el elemento "escalera de mano" y alcanzar objetos colocados en estantes altos. Si es que soy de un maravilloso que fascina a cualquiera. Cualquiera con la capacidad de fascinarse, es decir, una persona viva en estado no comatoso ni similar.

Y puestos a hablar de lo que no hago, no puedo finalizar sin mencionar que nunca, nunca, bajo ningún concepto, escribo cosas serias y elaboradas. Si alguien espera encontrar eso en mi blog, que vaya a leer las páginas amarillas, seguro que saca más provecho a esa lectura que a la de mi blog. Pero bueno, el ser humano no vino al mundo para hacer cosas provechosas. Cualquiera que haya leído hasta aquí, es consciente de ello.

Total, que hoy es lunes. Día del hurón y la sardina plastificada.
Besos en espiral y con aroma a frutas del bosque para todos. Excepto para vosotros.

miércoles, 6 de abril de 2011

Hora de dormir

-Me llamo Bond.
-¿James Bond?
-No, Bond a secas.
-Oh.



-Jamás te cases con un pollo.
-No pensaba hacerlo.


-Trescientas margaritas no son tan peligrosas como trescientos granos de arroz.
-Es una cita sacada de un libro religioso, ¿verdad?
-Casi. De un libro de recetas.



-Era un edificio nocturno.
-¡Mentira!
-Ok, mentira.


-Impúlsate como si fueras a mutar en caramelo líquido.
-¿Así?
-Un poco más al estilo de un sacacorchos.



-Desde aquí puedo ver tu abrigo apolillado.
-Fue culpa de tu bisabuela.
-Carcomas, carcomas.
-Siempre carcomas.
-Pero está apolillado.
-He dicho carcomas.


-¿No va siendo hora de pasar página?
-Nah, es de plástico. Aún puede servir.
-Pero no se lo des de comer al orangután.
-Trataré de recordarlo.


-En mis años mozos...
-¿Fuiste una estrella del rock?
-Casi. Un limpiabotas.


-Se llama Eustaquio Liliboa.
-¿Tiene familia?
-No.


-Media tecla, una naranja y tres nidos de anguila seca.
-Paso palabra.


-Un ornitorrinco podría ganar al parchís.
-Es posible.
-Pero solo si tiene sombrero.
-Es posible.
-Y tal vez con tacones...
-Es posible.
-Calla de una vez.
-...



-Lalalalalalalalaaaaaa
-7 de mayo.
-¡Casi!


-Bufandas a dos euros.
-Deme un camión.
-¿Para tomar aquí o para llevar?
-Para llevar. Envuélvalo para regalo. Y póngale un lazo pomposo.



-Transdisciplinar.
-Voluptuoso.
-Tremendo.
-Buscaminas.



-Ding.
-Dong



-Hora de dormir.
-Te pires.