martes, 30 de abril de 2013

Tambores en la lejanía

Las sombras parecían cansadas de reptar a su alrededor. Quizás sabían que ella podía escapar con solo proponérselo. O temían la venganza de alguno de aquellos que guardaban su sueño cuando estaba herida.

No iba a quejarse, le gustaba la situación. No era tan idílica como para emprender el vuelo como si nada hubiera pasado, pero le permitía jugar con el viento como antaño. Qué sería de ella sin los remolinos de brisa.

Se acercaban los cambios, lo anunciaban los tambores. Y temblaba en una mezcla de miedo y expectación. Lo anhelaba, eso desde luego. Pero el camino podría haber sido más sencillo si no se hubiese entretenido en contemplar la belleza de los reflejos en el lago. Ah, malditos atardeceres de hojas rojas, de piedras que dejan sus ondas al rebotar en el agua.

Lo bueno era que la tierra no notaría su marcha. Incluso en aquellos lugares en los que se había detenido a acariciar las flores, no permanecería nada. Un recuerdo, tal vez, un tallo quebrado, un trébol oculto entre la maleza.

Pero en eso consistía su vida. No podía vivir como otros, porque no era como ellos. Eso era algo que incluso Daro conseguía entender. Y aunque la quería para sí, aunque temía que acabase otra vez con la sangre manando de sus heridas, era capaz de aceptar que se lanzase tras aquellos sueños que apenas se dibujaban entre la niebla. Ella había prometido que nunca la perdería. Lo que equivalía a que él hubiese prometido lo mismo. Y nunca había roto una promesa. Ni siquiera aquella vez en la que la bestia tomó el cuerpo de ambos y los despedazó, dejando sus restos tirados junto a aquel pozo, juguetes rotos que ya no servían para su propósito. Contaron con la ayuda del joven de los cabellos de fuego. Se sacrificó y volvió a ellos con aquellos ojos redondos y repletos de inocencia. Ambos chicos fundidos en un abrazo, protegiéndola de todo mal. Habían sido tiempos duros, pero había recibido el regalo más hermoso que podía esperar.

Pero claro, aquello era el pasado. El tiempo en el que aún no había recibido el don. Ahora todo era más complejo. Aunque imaginaba que más gratificante. Tendría ocasión de comprobarlo cuando atravesase el arco. Sabía que los tambores seguirían sonando, sabía que los muertos pedirían auxilio. Pero tenía que seguir adelante. Tenía que cerrar las puertas de un jardín antes de abrir las de otro. Y no dejaría que la lava alcanzase sus tobillos hasta haber perfeccionado la sonrisa.

Iba a ser duro. Pero lo estaba deseando. Iba a caminar sobre huesos astillados, sobre tierra yerma en la que se habían consumido esperanzas y derramado sangre. Iba a sentir las caricias de todos los diablos que se disputaban su ser. Pero triunfaría. Oh, claro está que lo haría. ¿Acaso tenía otra opción?

Es por ello que las sombras ya no trataban de enredarse entre sus piernas. De nada servía una vez ella decidía echar a volar.

Yum yum

Ríos de chocolate con barquillos de nata, entre nubes de algodón de azúcar y pequeños islotes de malvavisco. Puentes de regaliz relleno, árboles con troncos de carbón dulce y copas de helado.
Flores de gominola y bastones de caramelo, gelatinas danzantes en las cimas de la montaña cubierta de sirope. Trozos de galleta sobre láminas de azúcar, bizcocho esponjoso salpicado de leche condensada.

Y más allá, el pozo de los deseos. Donde Las burbujas efervescentes adoptaban la forma de pegasos que se escondían entre el atardecer cremoso, entre cerezas y tarta de manzana.

Hinojoso contempló todo con los ojos muy abiertos. Definitivamente, aquella no era la oficina de correos. Un drama.

domingo, 28 de abril de 2013

Lo que voy a hacer (y tener) cuando domine el mundo

La respuesta rápida es la siguiente. Nada. Pero eso no es divertido y no da para una entrada. Aunque se acerca bastante a mi nivel de vagancia actual.
En realidad, yo nunca he sido vaga, aunque la gente no se lo crea. O sí. No sé. ¡No sé nada! ¡Sócrates, ayúdame!

En cualquier caso, esta entrada se viene repitiendo cada X tiempo (donde X es una medida que solo los lagartos de Komodo entienden). Así que allá vamos.

-El mundo estará lleno de bárbaros melenudos vestidos de cuero. En verano los dejaré ir con taparrabos. Estarán por ahí para hacer bonito, cosificación en estado puro.

-Por mi parte, yo tendré un armario lleno de vestidos. Lo reconozco, odio ir de compras, pero los vestidos son mi debilidad. Me encantaría poder imaginarme un vestido a mi antojo y que se materializase ante mí. Sé que las impresoras 3D ya han hecho algo así, pero yo tengo otra cosa en mente.

-Mi multijardín. Una parte sería como la jungla, con río y todo. Con lémures danzando por ahí. Y mariposas. Otra sería un bosque nórdico. Otra un apacible jardín japonés. Otra un valle lleno de flores de las que no comen gente. No sé, cada día iría mutando.

-Una reserva de animales, donde vagarían libres. Regargojana no quiere que tenga jirafas, monos, hipopótamos y elefantes. Creo que esa era la lista. Total, que Regargojana es una cutre.

-¡Quiero un desierto! Con un pasadizo que se adentre en el interior y me lleve a un lugar laberíntico, lleno de estancias excavadas en la roca. Una gran sala circular, en cuyo centro ardería una hoguera. Y todo lleno de cojines y estanterías repletas de libros, de rústico adobe (o fango, como bien sabe esquizombillo).

-Un parque de atracciones. Con atracciones propiamente dichas y con columpios para niños no tan niños. No hay persona que quede conmigo y no vea mi cambio de cara cuando paso por un parque infantil (sin niños, claro, si hay niños convulsiono). Y tienen ese suelo blandito que no existía en mi infancia y que mola mucho pisarlo.

-Una playa desierta. Sin demasiado viento ni oleaje, que ya aprendí la lección de Tarifa. De aguas cristalinas, sin peces demasiado feos, sin algas y sin cadáveres. De esas en las que la arena es completamente blanca y sin... cosas.

-Una caseta en un árbol. Adoro las casas de madera. Y en un árbol podría tener una muy pequeña, porque también adoro los sitios pequeños en los que te puedes hacer un ovillo y todo el espacio vital está abarrotado de cosas.

-Una tienda gigante de chucherías. Y otra de juguetes. Oh, y debería tener mi propia gran sala para partidas de juegos molones.

-Y salas de conciertos, claro. Y otras con enormes pantallas para ver Doctor Who a lo grande. También debería tener una Tardis, todo sea dicho. Ah, y todo tipo de consolas y videojuegos. Y libros, y comics y de todo.

-Un avión privado para viajar por el mundo en plan relax. Sí, con la Tardis no lo necesitaría, pero es que una vez vi un anuncio que me moló mucho, con un avión lujoso. Y decidí que algún día sería mío.

Y bueno, cosas que tendría que hacer. Erradicar es feo, así que solamente impediría que se acercasen a mí los niños (soy el anticristo, oh, yeah), las cucarachas, los mosquitos y la gente que no sabe montar en tiburón ballena. Aunque a estos últimos intentaría darles una oportunidad, que no todos nacemos sabiendo hacer de todo. Quizás yo sí, pero yo es que molo demasiado.

También creo que debería tener un ejército de Daleks que se encargasen de exterminar a todo aquel que pise a otros para conseguir sus propósitos. Nos quedaríamos sin clase política, que visto lo visto, sería un gran avance. En su lugar pondría a un Timelord para dominarlos a todos y atarlos en las tinieblas o en los cabeceros de las camas.

Oh, y habría que hacer algo respecto a la lluvia. Es necesaria, sí. Pero no cuando yo quiero hacer cosas. Igual que los días nublados. Te quemas igual que un día sin nubes y encima es todo más feo. Así que la lluvia tendría vía libre mientras duermo y luego podría salir con un sol radiante. Los fines de semana no llovería, que quiero salir por la noche.

¡Y las obras! Nada de obras horribles a las ocho de la mañana. Ni a las doce. Obras insonorizadas, como debe ser. Tengo que inventar un sistema que corte el césped, cambie tuberías, pique paredes y levante suelos sin molestara los vecinos. Claro que yo no tendría vecinos. La gente tendría que venir a mi palacio redondo tras ser recogidos por mi hermosa carroza fúnebre. Es que aún no he superado lo bonitas que son, me encantó ese museo. Pero bueno, para los aprensivos, podrán ir en carroza normal. E incluso a pata.

¡Música! Música a todas horas. La vida debería tener banda sonora, que se pudiese activar y desactivar a voluntad.

Achuchones gratis. La gente arisca estará marcada con una imagen de Haruhiko Ash. Lo siento, Regar, deberás aprender a ser cariñosa. Te buscaré un inglés buenorro para que te sea más fácil.

No estará permitido madrugar. Salvo que alguien sea tan masoca como para querer hacerlo. Y todo el mundo tendrá una burbuja personal en la que puede entrar a descansar y soñar. Y podrá ganarse la vida haciendo lo que más le gusta. Ese será el trato para que el mundo siga funcionando y no se dedique todo el mundo a hacer el vago. Hay que dedicarse a lo que nos fascina y así os permitiré vivir. Que necesitaré gente que siga creando juegos, series, libros, inventando cosas nuevas, etc. Las tareas que no deben ser el sueño vital de nadie (como, qué sé yo, picar piedra) serán realizadas por amebas robóticas que se nutren del esfuerzo que nadie quiere hacer. Y así serán felices. O todo lo felices que una ameba robótica puede ser.

Habrá libertad de largarse. Pondré a vuestra disposición dos planetillas así habilitados, para que puedan albergar vida. Y si os gusta un mundo lleno de hombres sin ojos o con flamenco a todas horas, pues podéis ir para allá. No quiero imponer mi maravilloso concepto de un mundo nuevo. Tolerancia ante todo.

Finalmente, la gente será inmortal. Podrán vivir todo lo que quieran. Sin envejecer, sin enfermedades. Y cuando se cansen, se pueden reencarnar, desaparecer, mutar en espantapájaros o lo que les venga en gana.

Así que nada, estos son mis objetivos vitales a largo plazo. A corto plazo, seguir durmiendo. No debo dejar que la gente me entretenga hasta altas horas de la mañana, no. O sí. O no. Ah. La duda. La perdiz que se comió el arcoiris (o l'arc de sant martí). El lepisma trajeado que se fue a solicitar una audiencia con un híbrido de rana y seta y consiguió completar su colección de cromos de variantes de pera. Pera conferencia es la ganadora, sin duda.

Total, que buenos días, primitivos míos.

jueves, 25 de abril de 2013

Lo que todos debemos saber

¿Qué harías si mañana te dicen que solo te quedan dos días de vida? ¿Te darías cuenta de que has dejado escapar oportunidades que ya están fuera de tu alcance? ¿Te arrepentirás por haber vivido bajo el miedo? ¿Pensarás que hay muchas cosas que has callado y que te mueres de ganas de expresar en voz alta?

Yo es algo que me planteo mucho. Bueno, no mucho. Una vez cada siete milenios y medio. Quizás es porque he visto desaparecer a más gente de la que me gustaría, puede que comprenda lo frágil que es la vida humana. O puede que, simplemente, tener un cerebro defectuoso me haya obligado a examinar tantas veces mi interior y el mundo que me rodea, que ahora puedo cerrar los ojos y entender perfectamente los patrones que mueven a cada pequeño individuo. Desde los más grises a los que gritan al comenzar a descender en la montaña rusa. Pero no puedo interferir en sus vidas. Es la mirada comprensiva, pero que no puede intervenir. Deben aprender por sí mismos.

Pero sí puedo escribir. Puedo dejar que mis palabras floten en el viento y que las recojan aquellos que puedan servirse de ellas.
Quizás nos esperen años de tremenda felicidad. O quizás el día más anodino y poco especial resulte ser el último de nuestra vida. Por eso, sin tener miedo a la incertidumbre, debemos intentar disfrutar de cada día como si fuera el último. No se trata de tener miedo. Se trata de no dejar que nos venzan las pesadillas. Somos más fuertes que nuestros monstruos. Y quienes crean que no lo son, tienen un modo muy sencillo de comprobar que se equivocan. Dejad de correr. Dad la vuelta, mirad al miedo a la cara y comprobad qué es lo que ocurre. Vuestro demonio particular no se lo esperará y no sabrá ni cómo atacaros. Gritas que te destruya y al ver que no temes su mordisco, la bestia se va por el mismo camino por el que vino.

¿Y qué hacemos cuando dejamos de correr? Entonces viene la libertad. La libertad de hacer con nuestra vida lo que deseemos. ¿Qué os motiva? ¿Qué os gusta hacer? Incluso cuando se está en un estado de anhedonia como el que me embarga de cuando en cuando, podemos esforzarnos y recordar qué era lo que buscábamos en nuestros días felices. Hay que soñar. Y disfrutar.

Cada uno tiene que saber qué quiere hacer con sus segundos, minutos, horas. Yo lo tengo claro. Quiero sentir que soy fiel a mis valores. Quiero sentir que arriesgo cuanto está en mi mano por perseguir mis sueños. Porque no existen sueños imposibles. Solo gente que no sabe soñar. Los sueños se transforman, quizás no podamos alcanzar la imagen ideal que teníamos de él. Pero podemos descubrir en el camino que la verdadera imagen del sueño es aún mejor de lo que habíamos podido imaginar.

¿Y cómo se hace eso? Lo primero que se necesita es volver a ser un niño. Pero no un niño egoísta e inmaduro. No, la vida adulta nos enseña a madurar. Lo que tenemos que hacer es ser esos adultos que ahora somos, pero sin perder el espíritu de la inocencia y la ilusión. Un niño no dice que no puede. Un niño quiere ser bombero, astronauta. Un niño sabe que se casará con la niña de las trenzas, con su compañero de pupitre o que se dedicará a vivir aventuras en la selva. ¿Por qué nosotros no somos como ellos? Algunos hablan de realismo. Yo hablo de cobardía. ¿Acaso no existe gente que hace todo lo que he mencionado? ¿Tenemos algún impedimento que no nos permita perseguir nuestros sueños? Y si es así, ¿cómo podemos hacer para que nuestro sueño esté un paso más cerca de nosotros?

Yo tengo sueños. Muchos. Nunca se los he contado a nadie. Es algo de lo que soy consciente. La gente conoce mis miedos, mi pasado, mi presente. Pero nadie sabe lo que yo estoy persiguiendo. Pero hay algo que sé. Para perseguirlo, tengo que tener mi conciencia tranquila. Porque se trata de un viaje sin fin que puede terminar abruptamente (como el de todos, ciertamente) y no quiero crearme mis propios lastres.

Pero hay algo que quiero. Ser feliz y repartir esa felicidad. He dedicado gran parte de mi vida a conocerme y a conocer al ser humano. Es muy interesante lo que puede aprenderse. Y quiero usar mi ventaja para conseguir un lugar mejor. No un lugar mejor a lo grande. No, mis aspiraciones no son tan grandes. Quiero ayudar a que la gente se encuentre a sí misma. A que aprendan que no hay nada imposible. Para que entonces sean libres de volar por sí mismos.

Claro está, aún estoy aprendiendo. A veces hago las cosas mal. Ni siquiera yo soy perfecta (aunque me acerco bastante a ello, todo sea dicho). Pero así es como aprendo. Como aprendemos. ¿Cómo avanzar si nunca nos encontramos un reto nuevo? ¿Cómo derribar un muro si nunca probamos a cambiar de herramienta?

Y los demás pueden aprender también. Solo hay que dejar de pensar y actuar. Imaginad que no hay obligaciones, que hay completa libertad. Y que os amenazan con esos dos días de vida. Agarrad todas esas sensaciones que os embargan. Todos esos proyectos que nunca nos atrevimos a emprender, todas esas cosas que nunca dijimos por miedo a que nos juzgasen. Ese es el material para empezar a construir sueños. Así que no hay excusas. Si yo puedo, todo el mundo puede. Solo hay que atreverse. Sin agobiarse por el resultado. Alcanzar la meta no es lo que nos proporciona satisfacción. Esta viene de intentarlo, de emprender el viaje. Es el camino lo que nos hace crecer, no el destino. Aunque siempre se camina con más alegría si el destino se nos antoja apetecible.

Por último, recordad que aquí todo el mundo es único. Y maravilloso. E imperfecto. Es lo fascinante del ser humano. Como es capaz de superar todas las barreras y mejorarse a sí mismo. Así que nada de dejar que otros os resten valor. Yo os he dicho que podéis conseguirlo, y mi sabiduría es mayor que la del resto. Porque lo digo yo, básicamente.

Oh, y casi lo olvido. Atesorad buenas experiencias. Todos somos capaces de albergar lo peor y lo mejor en nuestro interior. Y es nuestra la elección de qué sensaciones queremos que viajen con nosotros y cuáles debemos dejar escapar para siempre. Antes de odiar, pensad si os va a ayudar a ser más felices. Antes de vengaros, pensar si el rencor os va a permitir sentiros mejor con vosotros mismos. Esos sentimientos negativos solo son una muestra de nuestra incapacidad para superar lo que nos hace daño. Aquel que sabe, tiene claro que uno es lo que alimenta. Y si queremos ser felices, debemos alimentar sensaciones que nos conduzcan hacia ese camino.  Y personas, claro está. Que no os engañen. Nadie recuerda en su lecho de muerte aquella vez en la que ganó mucho dinero o consiguió un premio prestigioso. Lo que nos ata al mundo no es eso. Es el tener a gente a la que querer y que nos quiera. Es compartir la vida, compartir sonrisas. Dejar todo eso atrás es lo que duele. No haber dedicado el tiempo suficiente a quienes nos importa, eso es lo que uno realmente lamenta cuando toca decir adiós.

Así que sed conscientes de lo efímero de este viaje. De que es duro, caprichoso y puede darnos buenas bofetadas. Pero es el único viaje que vamos a tener, nuestra única vida. Y nosotros somos los que decidimos si agotar el tiempo muertos en vida o si queremos vivir pese a todos los obstáculos que nos surgan en el camino.

Claro está, esta visión es mía, particular. Puede que para otra persona sea una tontería. Pero puedo decir que he vencido dificultades que han tumbado a mucha gente. Y no es porque yo sea especial. Es porque tengo muy presente que las cosas solo mejorarán si yo me esfuerzo. Que los golpes no dolerán menos si los ignoro, sino que debo tratarlos, aprender de ellos y esperar a que curen las heridas.

Esto lo digo desde mi prisión en el exilio. Con la mala suerte de que mi química cerebral juega en mi contra. Con un cambio que me ha trastocado todos los planes. Con mis amistades bien lejos. ¿Pero y qué? Es lo que hay. Lo que importa es... ¿Cómo puedo cambiarlo? Y aunque ahora es complicado encontrar una respuesta (gracias, depresión estúpida, muy oportuna tú) sé que la encontraré. Oh, sí, ya lo creo que lo haré. Porque la medicina ya se encarga de mis desajustes. Y lo demás... oh, lo demás solo depende de mí. Y a mí nadie me quita las ilusiones. Nací para conseguir grandes cosas. Por ejemplo, ser feliz.

Shaiin

El mundo nunca fue algo justo y eso era algo que ella sabía bien. Lo sabía porque lo veía. Lo veía en las lágrimas del chico que había perdido lo que más quería. Lo veía en aquel que escapaba de sus miedos. Lo veía en la chica que no quería mirarse en el espejo. Lo veía en los que no se movían por miedo a romper el frágil equilibrio a su alrededor.

Pero ella no podía hacer nada. Tenía que ocuparse de su labor, que era más importante que la de solucionar la vida de otros. Porque si no conseguía su objetivo, toda vida desaparecería en un instante.

Por eso, alzó los brazos hacia el cielo, dejando que los rayos del sol calentasen su piel. Comenzó a dar vueltas, lentamente. Sus pies descalzos se mojaban con el rocío de la hierba, los volantes de su falda flotaban en un lento ondular que acompañaba sus movimientos.

Tocaba dibujar el mundo. Con sus lágrimas y su sangre, pero también con su sonrisa, con sus recuerdos, con sus esperanzas y el brillo de aquella puerta entreabierta.

La noche anterior había recibido una visita. La de la bestia con las fauces ensangrentadas. La oscuridad creciente que robaba el aliento de cuantos la rodaban. Pero ella la había mirado con desprecio. No, esta vez no iba a dejar que la devorase. Estaba más débil que nunca, pero al mismo tiempo, su determinación era inquebrantable.

Recibió también la visita de Daro. Ella selló sus labios con un beso y lo obligó a permanecer en silencio. Cualquier cosa que dijera podía romper el equilibrio de la reconstrucción. Así que se limitó a dejar que la abrazase, mientras jugueteaba con su oscura melena.Quizás mañana le permitiese pronunciar su discurso de criatura eterna. Pero hoy era su día y nadie iba a empañarlo con consejos que nunca querría seguir.

martes, 23 de abril de 2013

¡La culpa es de Palo Alto!

Siempre me persigue en sueños. Desde aquellos inocentes años universitarios, cuando el mundo era un lugar bonito y las polillas todavía no habían creado su reino de terror en Australia. Pero no en esta Australia. En otra Australia dimensional.

A mí me queda un mes escaso en el exilio. El 23 de mayo estaré de vuelta, después de haberme cruzado el mundo. Y estaré lista para irme a cualquier parte. Un mundo de posibilidades se abre ante mí. Y me enfrentaré a él a solas. Porque al final es como una consigue volar sobre los lagos de azufre. Sin ayuda. Salvo que sea ayuda económica, entonces es bienvenida.

Por culpa de Palo Alto, la gente no comprende a la chica, a Daro, al reflejo de ambos ni a la bestia de las fauces ensangrentadas. Pero yo los comprendo a todos. Incluso al chico pelirrojo, que es la esencia de todo, pese a su papel en apariencia secundario.
Me dan pena los que no son capaces de tenerlos cerca. Porque se consumen en las llamas... de Palo Alto. Mientras que mis únicas llamas son sus cabellos de fuego y su sonrisa repleta de inocencia. Es la pureza, lo inmaculado y sin tacha. Aunque alguna vez ha manchado sus manos de sangre pero... ¿quién no lo ha hecho? Y sobre todo, ¿cómo fiarse de alguien que nunca ha cometido un error? Seguramente si sus manos no están manchadas es porque lleva guantes. De esos que usan los asesinos y ladrones. Yo no quiero que me asesinen. Ni que me roben mis pertenencias. Aunque prefiero lo segundo, más que nada porque apenas tengo pertenencias.

El caso es que tengo sueño. Y hay un relato que quiere salir de mi cabeza, sobre moscas y remoscas. Pero no me apetece. Quizás mañana.

Por lo demás, setecientos pinsapos para todos.

domingo, 21 de abril de 2013

El abrazo

Daro contemplaba a la chica con sus profundos ojos verdes. Ella le acariciaba la oscura melena, mientras se secaba las lágrimas y esbozaba una sonrisa.

-¿Ya estás mejor? -preguntó el chico.
-Claro. Ya me conoces. Me golpeo con fuerza y luego me levanto.
-¿Y si un día te haces mucho daño?
-¿Y si no me lo hago? No puedo perseguir mis sueños si me quedo dentro de la burbuja que quieres imponerme.
-¿No tienes miedo de que ella venga a hacerte una visita?
-Nah. Soy más fuerte de lo que aparento. Ella me hace llorar, sí. Ella me grita al oído cosas terribles y me obliga a acurrucarme en un rincón, temblando mientras me abrazo las rodillas. Pero sabes, ella también me ayuda a no rendirme. Porque sé que detrás del miedo me esperan buenas cosas. Quizás no ahora, pero en algún momento.
-Entonces, ¿no vas a alzar nuevamente las barreras?
-¡Jamás! Tengo el gran don de tener el corazón expuesto. Con los riesgo que implica, pero también con las ventajas que tiene.
-Sí, eso es cierto. Por cada persona que muerde tu corazón con ganas de herirte, tienes a varias que se apresuran para coser la herida.
-Bueno, esa es tu versión. Yo no creo que nadie desee hacerme daño. Pero cuando el corazón es tan grande como el mío, la gente tiene que tener cuidado o puede engancharse al pasar. Entonces al tirar para liberarse, hacen daño. Pero no es consciente.
-Algunas personas dirían que eres demasiado buena.
-Nuestro pelirrojo no lo diría.
-Oh, vamos. Pero él es... él.
-Y yo soy yo, y no quiero convertirme en otra cosa. Ser fiel a mí misma es lo único que puedo alcanzar por mis propios medios. Lo único que no me pueden arrebatar.
-Mi pobre insensata...
-Mi adorado diablo...

Se fundieron en un abrazo en el que casi podrían haber fundido también sus almas. El abrazo que comenzó hace muchos años y que, todavía hoy, era capaz de serenar a la joven como si fuera una niña pequeña.

Ella sonrío. Era muy feliz. Qué son unas lágrimas ocasionale mojando la arena. Un precio muy pequeño que estaba dispuesta a pagar. Nadie iba a conseguir cambiarla. Porque ella había aprendido a volar y no podía aceptar consejos de aquellos que aún se desplazan sobre la tierra yerma.

Continuó el abrazo. Eterno, infinito. El abrazo que siempre la hacía soñar con un futuro mejor. Junto a él. Su protector, su criatura. Sus sueños con forma humana, con forma de amor incondicional.

Daro, siempre Daro, con su nombre incompleto, únicamente conocido por una persona, aquella que era capaz de sumergirse en el más profundo de los lagos. Posiblemente, ya olvidado. Simple Daro, hermoso Daro. La salvación que ella misma ofrecía al mundo.

jueves, 18 de abril de 2013

Trepanación lateral inusitada

Era una cruenta batalla entre el sí y el no. Entre el arrojo y el salir corriendo. Los bandos estaban igualados y la victoria no parecía tener prisa por escoger amante.

Tenía que cabalgar y unirse a su grupo. Y para ello tenía que ensillar su propio caballo, sin ayuda. Claro que la teoría está muy bien, pero en la práctica solo tenía una lagartija juguetona llamada Klaus.

Hay ilusiones en juego. ¿Pero me apetece entregarme a ellas? ¿Me apetece volver a esforzarme justo en este momento? Sí, si es por algo que merece la pena. Solo en ese caso renunciaría a los privilegios actuales, que no sabes lo importantes que son hasta que se cierne la amenaza de perderlos.

Las olas repetían su canto una y otra vez al estrellarse incesantemente contra las rocas. Déjate llevar, decían. Pero las gaviotas gritaban todo lo contrario. ¿Era mayor el estrépito de las aves? El pescador se encogió de hombros y acarició al perro que daba vueltas a su alrededor. No sabes qué has pescado hasta que el anzuelo abandona el agua con su cazador cazado. O con una bota muy fea. Las botas feas abundan en este universo. Y en un par que hay paralelos.

Total, que no apetece hacer nada si no dan una buena razón para ello. Porque los miedos y las ilusiones se entremezclan y cantan cosas horribles que destrozan los tímpanos. Y el pasado se ríe mientras el futuro duerme la siesta perezosamente.

Y así seguimos en esta batalla que lleva decádas librándose. Con un plank, plank y siete ramilletes de posibilidades.

Pero sé el resultado y sé lo que la naturaleza me tiene preparado. Un pastel. O no. Pero eso estaría bien. En cualquier caso, en algún lugar, en algún momento, el pastel aparecerá ante mi. The cake is a lie. Pero habrá que cruzar al otro lado para comprobarlo.

Se estaban ahogando en el lago y nadie se había percatado de ello. Podrían seguir nadando, pero tenían que tener cuidado o no podrían escapar de aquellas aguas traicioneras. Nunca se sabe cuándo el remolino se tragará la barca de papel.

Y así acaba esta entrada. En la que abandonamos la seguridad de la independencia y del consuelo en brazos de aquellos que nos acompañaron en nuestro primer viaje. Pero guardando siempre un recuerdo hermoso y un cariño especial. Que no nos atrapen las letras ni las aventuras pasadas. Estamos de paso y es hora de volver a caminar.

martes, 16 de abril de 2013

Gladiolos sónicos instrumentales

Decirlo todo sin decir nada. Y dar las gracias a todos los que las merecen, que son más de los que eran ayer. ¿O fue la semana pasada?

El caso es que el tiempo transcurre de forma pegajosa, como la miel. Pero de una forma menos deliciosa. Aunque puede que, simplemente, la gente no lo sepa apreciar.

Y alzan el vuelo los pájaros imperfectos y sin plumas, pollos asados retozando en un estanque mientras cae nieve en el desierto pendular. También están ahí aquellos que no dan vueltas en un asador, pero que tampoco disfrutan de plumaje vistoso. Por supuesto, están también los que lucen traje de gala. Y las alondras, siempre tiene que haber alondras.

Así es como transcurre la vida del visitante nocturno. Entre vocales abiertas y cerradas, entre pausas de efecto dramático y corchetes de función desconocida. Mil noches, mil días. Y el desenlace en menos de lo que dura la vida del suspiro cojo. Aunque cuentan que hubo uno especialmente longevo.

Vuelve el calor, a todo esto. Con su melodía de bronce y de azafrán blanco en crisantemo de ascensor. Con el sentido turbado por la arena que cae en el reloj, como un incesante gotear de poemas mudos. Sin cesar, como la corriente que arrastraba el sentimiento de los marchitos.


Es lo típico de esta época del año. Te recibe con los brazos abiertos y la boca abierta de par en par. Y con flores en el pelo. En la melena perfectamente cuidada, que alberga miedos. Y flautas dulces.

Y así me vence el sueño, sin rondas de desempate, sin trampas y sin privilegios. Mirándonos a los ojos como alfileres entre huesos de aceituna. O quizás como sábanas entre campos de coliflores. Todo depende de cómo de cansados estén los atunes viejos.

Hora de dormir. Y de imaginar que el campo se convierte en gelatina. O algo igual de rico.

jueves, 11 de abril de 2013

Ñaaaa

Esta es una entrada timo en la que no cuento nada. Me apetecía fastidiar.

miércoles, 10 de abril de 2013

La invocación del macarrano

Según Regargojana, el macarrano es una especie mitológica muy apreciada. No tiene ojos, ni brazos, ni tentáculos. Ni siquiera tiene huesos. Pero las buenas personas del mundo saben que el macarrano FTW.

En esta entrada debería hablar de cómo los antiguos monjes realizaban una procesión hasta un monte no muy alto (porque les daba pereza subir mucho) y sacrificaban allí un ejemplar de garrapata seca. Con eso no conseguían invocar al macarrano, pero pasaban un buen rato y tenían excusa para tomarse algo y hablar de estilismo.

El caso es que la verdadera invocación tenía lugar en los años bisiestos en los que nacían más pelirrojos que gente sin orejas. Pero únicamente si además nacían más de siete gatos bicéfalos con fobia a las trincheras. Así que la pobre Regargojana todavía no ha visto cumplido su sueño de invocación suprema. Lloremos por ella.

Ante este panorama, lo único que puedo decir es que...

-No hay teclados psicóticos desde 1988.
-Aumenta la popularidad de la naranja ignífuga.
-Bajan las acciones en criaderos de marsupiales de hielo.
-Vuelven los helechos bióticos de alta cuna.
-Se han visto formaciones de servilletas rancias en la cima del Everest.
-Los rumores hablan de cuatro crisálidas de las que saldrán grupos musicales para quinceañeros. El horror.
-Las reservas de peñasco triste cada día son más escasas. Habrá reunión de peces espada para debatir sobre ello la próxima semana.
-Regargojana sigue siendo pija.
-Evaristo ganó un premio por su película "Entre tejones mudos".
-Declaran inocente al padre acusado de animar a su hijo a estudiar informática.

Estas son las noticias más relevantes de la semana. Disfruten de la brisa insectívora industrial (y levemente revolucionada).

Plonc, plonc

Cuando tienes que hacer demasiadas cosas en poco tiempo, cuando tienes demasiado tiempo para no hacer nada... en ambas ocasiones el resultado es el mismo. La confusión, sea por lo precipitado del hecho o por dar excesivas vueltas a algo que se debe dejar volar al viento.

Pero aprendemos lecciones. Y sabemos quedarnos con lo mejor de cada cosa, como en los viejos tiempos. Es fácil convertir décadas en segundos. E igual de sencillo es convertir meses en eras. Lo primero sucede con el transcurrir del tiempo. Lo segundo es resultado de proyectar una situación presente en un futuro que no sabemos cómo será. Pero si algo he aprendido, es que el futuro no parte de lo que hoy es nuestra vida, sino de lo que puede llegar a ofrecernos el día a día. Es lo bonito de este asunto.

Y la culpa de todo la tiene una camisa de franela. Porque lo dijo un colibrí muy santo.

martes, 9 de abril de 2013

Inmortal / Caedro

Era una de esas ocasiones en las que sentía que su ser entero se revolvía de arriba a abajo. Un grito quería salir, agónico y esperanzado al mismo tiempo.
Sonreía. Una sonrisa inquietante, repleta de sombras. Pero era una sonrisa. Eso es lo que importaba.

Era feliz. Y tenía miedo. Pero vivía. Al borde del abismo, pero sin caer. A veces las lágrimas asomaban a sus ojos y, minutos después, las carcajadas la hacían revolcarse por el suelo.

¿Qué deseaba? Todo. Y nada. Ella se desplazaba por la vida a una velocidad que escapaba a la comprensión de cuantos la rodeaban. Ya llevaba cinco vidas recorridas. Y sus compañeros ni siquiera habían sido capaces de disfrutar de una.
Y en esa habilidad de enfrentarse a varios enigmas de una sola vez, había descubierto el secreto para mantenerse en pie durante siglos. Se internaba entre las telarañas que forman los vínculos entre unos y otros. No tropezaba, aunque sabía que de hacerlo, no tardaría en levantarse.

Vivía, intensamente. Deseaba con todo su corazón y dejaba de desear al primer rechazo. Antes de tener tiempo siquiera de ser consciente de que había sangre manchando su ropa, ya estaba enfrascada en el siguiente reto.
Ciertamente, no todos los desafíos presentaban la misma dificultad. Ni el mismo interés. Pero ella había aprendido que si quieres vivir para siempre, tienes que aprender a alejarte de aquello que está muy por encima de ti. No era cobardía, no era resignación. Era simple instinto de supervivencia, de ponerse el menor número posible de zancadillas.

En ocasiones, en raras ocasiones, se descubría anhelando algo con toda su alma. Algo que nunca podría alcanzar. Pero jamás lo admitiría. En su lugar, anhelaría tantas otras cosas que las nuevas esperanzas acabarían por ocupar todo el espacio disponible. Habría sido algo forzado si ella no fuese una soñadora con vidas de experiencia a sus espaldas. Pero en ella los espacios temporales se sucedían de forma dinámica y suave, montándose unos sobre otros. Y tan pronto se encontraba en uno como saltaba al otro. Podía retroceder, podía avanzar, podía congelar el tiempo. Pues todo su universo estaba configurado de tal forma que podía elegir un punto al azar y comenzar de cero desde allí.

Y era tremendamente feliz así. Una felicidad que aterraba, que a veces no era tan plena como podría esperar. Pero que iba camino de transformarse en algo que la sacaría de aquel universo de claroscuros.

Demente. Así la habían llamado alguna vez. Nunca en su presencia, pero siempre lo contemplaba en las miradas de aquellos que no eran capaz de comprender. No los culpaba. Sus acciones eran ilógicas para aquellos que no se encontraban en su mismo universo. Pero ella las comprendía a la perfección, incluyendo lo que parecía ser el caos. Un caos bien ordenado, dispuesto para su uso y disfrute.

Y así transcurrían los días. Se acercaba a la gente, sonreía y entregaba un trozo de su espíritu pasado. Si alguien era lo suficientemente afortunado, puede que recibiese algo del presente. Pero del futuro... solo unos pocos eran merecedores de ello. Ella sabía sus nombres. Sabía bien lo que quería, pero también sabía el precio que esaba dispuesta a pagar por ello. Nunca la mortalidad. Por ello, en cuanto peligraba la eternidad de sus días, daba media vuelta y cerraba la puerta tras de sí. Un año de llanto descontrolado, que en la distorsión que presentaba su dimensión alternativa, era solo un segundo a ojos de los demás. Y tras ello, nuevas esperanzas. Tras otras puertas, tras otras manos. Y tras aquellos ojos. Aquellos ojos verdes que siempre había deseado tener a su lado.

Llegamos así al momento en el que la sonrisa sangra. Pero la sangre es dulce y convierte su rostro en una máscara de inocencia desenfocada.

Sabía lo que quería y lo que podía llegar a querer. Y sabía también que solo había un posible desenlace para sus batallas. La victoria. Porque es la ventaja de la inmortalidad. Tienes todo el tiempo del mundo para conseguir tus objetivos.

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¡Remolinos!
Entre tus brazos, entre tus labios. Entre la tierra que pisan aquellos que aún disfrutan de la dicha de su melodía.

Espirales. En abrazo eterno y sometido a las reglas del juicio inexistente. Y caen, caen, caen. Como gotas de lluvia perezosas.

Ondas. Ondas en escala, ascendentes, descendentes, transparentes y acuosas. Magníficas, aumentando bajo la lente que todo lo amplifica y lo convierte en sonido que rebota. De un lado al otro, entre los cables multicolores, acolchada la estancia en la que el negro y el blanco se funden en sombras que resultan grises.

Girasoles. Danzando y consiguiendo devolver la luz al valor. Tan sencillo era recoger la semilla y convertirla en fruto. ¿O lo era ya antes de recogerla?


Y nos ofrecen el paraíso. Dentro de una urna de cristal. Se lo ofrecen a esa mirada que la hacía estremcer. Se lo ofrecen a las palabras que nunca se cansaba de escuchar. Se lo ofrecen al ingenio que la deslumbraba, a la carcajada sincera que lograba arrancar del fondo de su corazón.

¿Y qué ofrecía el mundo entonces? ¿Cómo compensaba la caída del sustento de aquellos que tamizan la realidad? Quizás no llegase nunca a saberlo. Posiblemente solo unos pocos podían entender lo que no estaba ya legible en la piedra.

Giraba, giraba y giraba. Y salpicaba el agua, quemaban las llamas del olvido. Y todo el mundo era ella y ella era todo con el mundo. Porque debía obedecer aquello que estába programado en la conciencia de lo que aún no existe. La atemporalidad es lo que tiene. Que crea planes que todavía no se pueden reflejar en este lado del vórtice.

Pero todo era maravilloso. Y eso es lo que importaba. Todo era luz y todo era sonido. Todo era un lugar en el que dejarse caer y en el que poder sobrevivir a todo. Y a todos.



domingo, 7 de abril de 2013

Deshielo

Poco a poco se funde el hielo, lentamente, bajo los rayos del sol. El agua corre, cristalina, entre las hojas del helecho que guardaba los sueños.

Quizás era la llegada del buen tiempo. O puede que el calor interno estuviese empezando a funcionar. En cualquier caso, no quería precipitarse.
Su interior era un remolino de emociones. Todas positivas, pero también descontroladas. Saltaba de una sensación a otra, incapaz de quedarse quieta. Todo su ser bullía, lleno de vida. Iba recuperando poco a poco el color. Y la sonrisa.

Pero entonces apareció ella, arrastrándose desde el interior del espejo. Se sacudió el polvo de la ropa y se dirigió a la chica:

-No sabes lo que quieres.
-Claro que lo sé. Lo he sabido siempre.
-¿De veras?
-Sí, pero no me apetece seguir dándome de bruces con la misma pared.
-Has comprendido al fin que no puedes resucitar a los muertos.
-Eso lo he sabido siempre. Aunque nunca es sencillo aceptarlo. A veces aún me traiciona la memoria.
-Y, sin embargo, te levantas.
-¡Por supuesto! Tengo buenos motivos para hacerlo. Y pequeñas ilusiones que van haciendo cada día más sencillo el caminar.
-¿No vas demasiado rápido en esas ilusiones? ¿Vas a seguir corriendo detrás del primer impulso que devuelva la energía a tu cuerpo?
-Eso no es asunto tuyo. No puedo controlar la intensidad de la luz.
-¿La luz?
-No lo entenderías.
-Tú misma.

Desapareció del mismo modo en que había hecho acto de presencia.
Pero no se preocupó, ella estaba feliz con el rumbo que estaba tomando su vida. Había decidido caminar a solas, depreocupada. Y en mitad de aquella aventura se había topado con el sol.
En ocasiones no estaba segura de la procedencia de sus rayos. Una vez creyó que el calor provenía de una fuente cercana, pero al final descubrió que no era así. Después había creído recuperarlo de un tiempo pasado. Ahora, empezaba a pensar que estaba descubriendo un nuevo origen para esa luz que iluminaba su alma. Todavía era demasiado pronto, no quería precipitarse. Se estaba adentrando en un camino tentador, pero desconocido. Poco a poco.

Por supuesto, no podía hacer afirmaciones tajantes. Ni tampoco negar con determinación. El deshielo era un hecho, pero no era uniforme. Ni constante. Todavía tenía que esperar un poco más.

Afortunadamente, no estaba preocupada. No tenía prisa. Nada de prisa. Se sentía bien disfrutando del calor, aunque no pudiese averiguar de dónde procedía exactamente. Algún día tendría la respuesta, estaba segura.


viernes, 5 de abril de 2013

Sobre las nubes

Era una sensación maravillosa. Todo el mundo a sus pies, el universo entero para poder hacer y deshacer a su antojo. Volaba alto, cada vez más, dejando tras de sí cuanto había conocido. Se dirigía de lleno a una nueva aventura, un nuevo sueño. No podía saber lo que le deparaba el destino, pero podía tomar la decisión de lanzarse de cabeza y disfrutar.

La brisa enredaba sus cabellos, mientras la fragancia de la novedad la envolvía en un suave abrazo. Era feliz. Muy feliz. Como hacía mucho que no lo era. Y lo que más feliz la hacía era saber que había conseguido llegar hasta allí sin ayuda. No necesitaba a nadie vigilando sus pasos, guiando su camino en mitad de la oscuridad. Había agradecido esa ayuda en el pasado, pero ahora había aprendido, de forma dolorosa quizás, que podía seguir en la cima sin que nadie estuviese cerca.

Aunque tampoco estaba sola. Los tenía a ellos. Sus pequeños e inocentes animalillos, dulces y confiados. Sabía que podía acabar con ellos con un chasquido de dedos, pero en lugar de tomar esa decisión, se había decantado por preservarlos junto a ella. Los cuidaba, los vigilaba. Y disfrutaba en el proceso. Eran imperfectos, pero eso es lo que más le gustaba de rodearse de aquellas criaturitas. Se alimentaba de sus fallos y se sentía viva mientras dibujaba sonrisas en sus rostros heridos. Ella había estado en esa situación tantas y tantas veces... cómo no querer ahora cuidar de los que tenían menos suerte que ella.

Amaba a sus pequeños. Con locura. Quizás porque a través de ellos, de ausencias y presencias, de golpes de suerte y de giros inesperados, había conseguido conocerse mejor.

Sin embargo, aún quedaba un asunto pendiente. Daro. De él no era fácil prescindir. Y no quería hacerlo. Se apoyaría en él, delegaría cuando lo necesitase. Porque era el único digno. Y el único al que confiaría el cuidado de las criaturas.

Sonrió. El tiempo había pasado muy rápido y sabía que era cuestión de que la vida girase sobre sí misma un par de veces más. Entonces conseguiría al fin coronar aquella cumbre que se le antojaba imposible. Con ayuda o sin ella. Porque nunca perdería la capacidad de volar. Cada vez más alto.

jueves, 4 de abril de 2013

Cosas que me gustan

-Chocolate
-Videojuegos
-Dinero
-Melenudos


Y ahora, un poco menos superficial.

-El rayo de sol furtivo que entra por la ventana cuando menos te lo esperas e ilumina todo a tu alrededor. Es como una inyección repentina de felicidad.

-Estar en la cama envuelta en mantas, hecha un ovillo. No tener que madrugar y poder estar así todo el tiempo que te venga en gana. Plus si hay lluvia en el exterior (y no tienes que salir de casa, obviamente).

-Ducha de agua hirviendo. O meterte en el agua en general (siempre y cuando no esté helada y mueras de hipotermia). Es taaaan relajante.

-Achuchar a las personas a las que aprecias hasta sacarles los ojos. Comértelas a besos. Todo muy violento. No sé cómo sigo teniendo amigos después de estas declaraciones.

-Una tienda de chucherías enoooorme y llenar la bolsa como si fuese la última vez que puedes comer esas cosas.

-Probar algo que está riquísimo por primera vez. O tras llevar mucho tiempo ansiándolo. Es como... ahhhhhh...el paraíso...

-Descubrir una canción maravillosa y entrar en modo bucle obsesivo.

-Conocer a una persona con la que te sientes como si fuese tu alma gemela. Y poder decir algo del tipo... "¡Tú!". Y cosas igual de elaboradas.

-Tocar algo caliente cuando hace frío. Y a la inversa. ¡Y tocar cosas suaves! O pisarlas, como el suelo acolchado de los parques infantiles.

-Tirarte en la arena de la playa cuando hace buen tiempo. Jugar a dibujar formas en ella, a que se escurra entre tus dedos. Sobre todo cuando está calentita... oh, sí...

-Escuchar las confesiones de una persona y sentirte afortunada por que dicha persona te considere digna de su confianza.

-Caricias en la espalda. Trance absoluto y levemente diagonal. Al final será lo que más echaré de menos de tener pareja. Eso y que te arropen por las noches.

-Cachorros adorables de cualquier especie animal. O de casi cualquier especie. Es tan aaaawwww...

-Encontrar un libro, juego o serie que te enganche y te deje con ganas de querer más y más. Y el momento bonito y deprimente a la vez, cuando todo termina y sabes que no volverás a ver a esos personajes con los que te has encariñado.

-La risa tonta con amigos que acaba en lágrimas.

-Encontrar algo maravilloso en internet, emocionarte y querer compartirlo con todo el mundo. Puntos extra si me descubre alguna afición nueva.

-Despertarte y recordar tus sueños con todo lujo de detalles. Salvo que hayas soñado con cucarahas, claro. O informáticos. O informáticos montando en cucarachas gigantes. Argh.

-Organizar cosas con los amigos. Planes nuevos, improvisados, el dejarse llevar. Como ciertos planes del próximo par de meses.

-Enamorarte levemente de diez personas nuevas cada día. O de 9'5.

-Esos momentos en los que te toca la lotería, tu triceratops viene hacia ti con carita adorable y tu harén de esclavos avisan de que tienes una invitación para inaugurar un parque de atracciones.


Ains, esto último es tan bonito...

miércoles, 3 de abril de 2013

Un matorral y siete sobres

Quince años pasaron en el tiempo en que, realmente, solo podían pasar tres. Siete sobres escondidos entre zarzas. Y un pájaro levemente idiota, revoloteando entre las ramas bajas.

Mil gotas de lluvia en una taza. Dos mil fresas en formación, luchando contra atunes imperialistas. Y dos dinosaurios tomando té.

Tres tipos de arroz en un plato vacío. El vacío en el interior de un grano de arroz. Y la explosión que lo mandó todo por los aires.

Así eran las cosas en aquella parte del mundo. Entre gomas de borrar y puerros pochos, entre arena acristalada y un jazmín. La sombra del erizo engominado lo cubría todo en tres de cada cinco casas con cimientos.

La gente estaba satisfecha. Tenían órganos vitales en un número compatible con la vida. No eran atacados por tiburones alados con halitosis. Tampoco por aquellos cuyo aliento evocaba danzas de rosas negras en un lago de miel.

Mil seiscientos tulipanes, dos grajos y medio bar. El pleistoceno bailando un tango desvirtuado sobre la roca semiporosa. Semi, siempre semi. Semihundido. Semienterrado. Semisemi. Junto a dobles acordeones y triples lazos de fieltro azul.

Y cae la noche. Y caen los toldos sobre las lanchas repletas de elefantes. Todos a cubierto, es hora de descansar. Y soñar con imposibles.

martes, 2 de abril de 2013

Boira

Encadenando experiencias, sueños. Vivencias que una vez lo fueron todo y ahora no son nada. O sí son algo, pero un "algo" bastante diferente.

Hay personas que se cansan de saltar de una etapa de la vida a otra, pero yo no soy así. Mi único objetivo es disfrutar, ser feliz. Y para ello no puedo parar, no puedo estancarme. No en momentos que desaparecieron entre la niebla.

Así que siempre sonrío y camino. El mundo es el que es, pero también el que yo quiero que sea. Y mi mundo es un conjunto de situaciones, de personas, de palabras. Juntas han formado el sendero por el que me he desplazado sin cesar. Y lo siguen formando. Aún queda tanto por recorrer...

Por eso me siento afortunada. Porque tengo el don de poder ver siempre el lado positivo de cada parte de mi vida. De volar, sin límite, en ese espacio abierto al que únicamente yo doy forma.

Esto no implica que sea sencillo. Los dones hay que cultivarlos. El mío se alimenta de llanto, de sangre, de esperanzas rotas. Pero también de aquellas esperanzas recién nacidas, delicadas. De anhelos, de deseos dulces, de ilusiones eternas. De aquello que es la vida. La digiere y la transforma en un producto nuevo, listo para mi uso particular.

Luz, todo es luz. Que se cuela entre la niebla. Niebla densa, espesa... pero al mismo tiempo mágica. Niebla que no te deja ver lo que oculta, que aparta de tu vista aquello que antes podías dibujar con los ojos cerrados. Pero también es niebla que suaviza los contornos de las figuras, especialmente de aquellas cuyo filo podría herir tu alma.

Me gusta la niebla. Protege todo cuanto me importa, conservándolo intacto para mí. Para cuando quiera leer las páginas en las que está escrito mi pasado. Me permite concederme unos instantes llenos de encanto. He aprendido a disfrutar de su envolvente abrazo. Me dejo llevar, sonrío y danzo sobre la nieve que cruje bajo mis botas.

Después, me baña el sol. Los colores estallan a mi alrededor, más vivos que nunca. La realidad del presente, fascinante, juega a formar remolinos a mi alrededor. Es vertiginoso. Y atractivo. Es el mundo de las posibilidades infinitas.

El sendero, nunca pierdo de vista el sendero. Y si lo hago, vuelvo a crearlo sin mayor problema. Es mi don, ya lo he mencionado. El sinuoso camino que se interna en un pasadizo de arcos multicolores, de algodones suspendidos, de cascadas de cristal.
La luz es más intensa al fondo. Es cálida. Muy cálida. Es la luz de aquello que está por llegar. De todo cuanto me espera.

En estas circunstancias, es imposible no ser feliz.