miércoles, 27 de febrero de 2013

Tick tock goes the clock

And what now shall we play?

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Hay ganas de más Doctor Who.

Hay ganas de muchas cosas. De dominar el mundo. De mundanar el dómino.
De mirar a los ojos del joven de los cabellos de fuego y de leer todo aquello que está oculto.

Pero ella lo sabe mejor que yo.

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Quizás era él. ¿Ella? ¿Él? ¿Acaso importaba?
Eran noches, eternas. Sin luz de luna, sin luciérnagas. Solo el viento cantaba, silbando bajito, aquella vieja historia de mundos olvidados.

Todo había perdido el color, pero no el sentido. Debía abandonar la idea de encontrar los matices exactos, cualquier nueva capa de pintura se ajustaría perfectamente al vacío gris. Debía dibujar los nuevos sueños sobre los antiguos, perfilar las esperanzas en el rojo vivo de las llamas.

No recibía visitas. Su reflejo parecía rendirse ante la fuerza de voluntad acumulada. La bestia, por su parte, aún tenía las fauces manchadas de sangre. Tardaría en regresar. Y ellos... ellos estaban ocupados cuidando el uno del otro.

Pese a todo, se sentía feliz. Resignada ante la pérdida, pero sin perder por ello la sonrisa. A veces acariciaba las antiguas cicatrices y se preguntaba cuándo las heridas nuevas se convertirían también en un recuerdo. Pero no había prisa. El cuerpo no cura antes de lo previsto por mucho que lo deseemos. Tampoco lo hace el alma. Si es que aún queda alguien que conserve su alma. No era el caso de la chica. La había sacrificado al adoptar su nueva condición, muchos años atrás.

"Estarás condenada al paraíso, te deslizarás entre los placeres del infierno". Aún recordaba aquellas palabras, así como la bruma que se le enredaba entre los pies descalzos, arañando la delicada piel.
Era un trato. Con su lado oscuro y su lado repleto de luz. Y su misión sería encargarse de aquel precario equilibrio. Sacrificar en nombre de futuras recompensas. No sabía si era lo que deseaba hacer. Pero era lo que había hecho.

Y allí se encontraba ahora, suspendida sobre el abismo que ya le era tan familiar. Incapaz de caer, pero tampoco de remontar el vuelo. Congelada en el tiempo mientras el calor de su cuerpo derretía las cadenas que la apresaban. Un poco más, solo necesitaba un poco más.

En ese instante, el chico se materializó junto a ella. Aparecer de la nada parecía ser últimamente su pasatiempo favorito. La tomó un instante entre sus brazos y depositó un beso en su frente.

-Lo estás haciendo muy bien -dijo mientras la estrechaba contra sí.
-No tengo más opción. Mi destino siempre ha sido este. Y lo he aceptado gustosamente.
-Sí tienes otras opciones. Pero no las quieres.
-Para mí no existe aquello que no quiero tomar.
-Es tu decisión. Pero recuerda que siempre puedes llamarnos.
-Te preocupas demasiado. No puedes pretender que después de semejante golpe me levante como si nada. Todo cuanto sucede... todo cuanto te cuentan ellos... es lo normal. Completamente lógico.
-¿Estás segura de que esto no es como la otra vez?
-Lo estoy. Deja de pretender que sea perfecta y deja que lidie con esto. Gritaré si necesito ayuda, no lo dudes. Pero no creas que mi sufrimiento es una carga que acabará por hundirme. Apenas son rasguños comparado con la que ya hemos vivido. ¿O es que ya lo has olvidado?
-Jamás. Pero recuerda cuál es mi misión.
-Oh, entiendo. Has venido a comprobar con cuál de ellas hablabas.
-Exactamente. Y me alegra comprobar que sigues  ahí, entera. Intacta.
-Y cada día, un poco más cerca de la libertad.


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Podrían haber seguido así durante horas. Pero yo ya los conozco. Y ellos a mí. Por eso me mandan a la cama, a descansar. Vigilarán mis sueños. Y los vuestros. Y quizás los de una golondrina coja que pasaba  por allí.

martes, 26 de febrero de 2013

Hinojoso era un cutre

Bueno, Hinojoso era... y es. Porque la cutrez no es algo que desaparezca de un día para otro. Y eso que el pobre no era informático. Pero era un cutre igualmente.
La verdad es que no le he buscado profesión a Hinojoso. Ni apariencia física. Ni nada. Solo es Hinojoso. Supongo que tendrá piernas. La gente decente suele tenerlas.

Y nada, esta entrada debería ir sobre... hmmmm... polinizaciones... carámbanos... pastel de judía roja y una mezcla de pleistoceno con aracnofobia. Pero tengo demasiado sueño. Así que me voy a volver a la cama y le van a ir dando a Hinojoso.


En cualquier caso, recordad que os amo. Más que a una lechuga pisoteada, pero menos que a una cosa aleatoria convexa y de platino.

Feliz día del macarrón bailongo. 

sábado, 23 de febrero de 2013

La copa

Con los cristales rotos no puedes beber de la dicha, había comentado Daro.

Ella había sonreído y se había arrojado a sus brazos. Las quemaduras habían desaparecido, el mordisco de su reflejo también.

-No te satures -dijo el joven-. Todo a su tiempo. No puedes ocuparte tú de todo.
-Pero es que ellos son tan débiles...
-Shhh... ellos son ellos. Y ahora solo importas tú.
-¿Y tú?
-Yo estoy aquí. A tu lado.
-La historia de siempre.
-Me crearon para este propósito.
-¿Y si ella vuelve? ¿Y si me arrastra?
-No lo hará. No se lo permitiremos.

La chica asintió y se abrazó fuerte a aquel que había escapado de la oscuridad. Sintió el calor largo tiempo añorado. Sintió el peso de las décadas, de los anhelos. Pero sobre todo, sintió cómo el corazón artificial latía al mismo ritmo que el que un día habría de detenerse.

Daro. Siempre Daro.

viernes, 22 de febrero de 2013

Sonrisas

La sangre manaba de las heridas abiertas, pero a la joven no le importaba. Las cicatrices de guerra siempre eran apreciadas por sus semejantes.

Se incorporó con lentitud, sin dejar que el dolor se interpusiese entre el fuego y su cuerpo. Las llamas la rodearon, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro infantil.

Todo ardió. El presente, pasado y futuro, la maraña que formaban aquellas líneas temporales indefinidas. Los miedos, los sueños. El frío, el calor. Fue purificada por entero. Ni siquiera se salvó su alma, liberada al fin de las espinas que la aprisionaban entre las paredes de roca gris.

Quemaba. Ardía. Volvía a nacer. Pero no inmaculada, no sin tacha. Las garras capaces de destrozar al adversario seguían con ella. También el veneno de sus colmillos, dulce y letal al mismo tiempo.
Pero también quedaba en ella la capacidad de abrazar a sus criaturas, de protegerlas de todo mal. De darlo todo a cambio de nada, de sacrificar su vida por la de ellos.

¿Su vida? ¿Qué vida?
Y en realidad... ni siquiera podía estar segura de quiénes eran ellos.

-Deberías cubrirte -dijo Daro, teniéndole la capa de estrellas.
-¿Te da miedo mi cuerpo? ¿Me crees vulnerable?

El chico no respondió y ella lo contempló con aquella mirada antigua, lo poco que había sobrevivido al fuego. Se acercó a él y rodeó su cuello con los brazos, rozando apenas su piel. Sus labios acariciaron levemente los suyos, en ese gesto prohibido, en ese acto suspendido en el tiempo. Sus almas se enzarzaron en una violenta batalla, para finalmente abrazarse como hermanas que eran.

-No los mates -pidió Daro.
-No lo haré. Estoy por encima de ello.
-¿Puedo dejarte sola en esto?
-La pregunta está mal formulada. ¿Eres tú el que puede seguir adelante sin mí?

El joven guardó silencio. Se miraron sin pronunciar palabra alguna, solo el leve caer de los párpados de la chica hablaba en mitad de aquella terrible noche, demasiado oscura para que se creasen sombras.

-No los mataré -dijo ella, finalmente-. Pero tampoco dejaré que ellos te hieran.

Tomó entonces la capa de estrellas y cubrió su desnudez. Las alas se desplegaron majestuosas, no menos bellas por permanecer aún tan inertes como su propio ser.

-Posiblemente, ella regrese mañana -continuó la joven-. Pero estaremos preparados. Simplemente, no dejes que se acerque demasiado al reflejo de Ánzador. No todavía.

lunes, 18 de febrero de 2013

Yaaaaaaaaaaaay

Ella danzaba al son de una música que solo ella podía escuchar. Daro la contemplaba satisfecho, comprobando que todo progresaba adecuadamente. Las cosas eran como tenían que ser... como siempre son.

El chico pelirrojo apareció entonces sin previo aviso. Ella lanzó un grito de júbilo y se arrojó a sus brazos. La estrechó fuertemente contra su pecho mientras miraba a Daro entre los mechones de fuego que le cubrían parcialmente el rostro.

Ella volvió a su baile. Descalza, vestida con las ilusiones de tantos años atrás. Había decidido que era hora de volver a girar junto con el mundo, sin importarle que todavía no pudiese emprender el vuelo como antaño.

Daro hizo una seña a su compañero para que tomase asiento a su lado. Conversaron únicamente con la mirada, como siempre habían hecho.  En un momento dado, el grito de dolor de la chica hizo que alzasen la vista un instante. Había tropezado y había tenido la mala suerte de caer justo sobre una de sus alas rotas. Pero se levantó, tambaleándose, y dedicó a sus protectores una sonrisa.

-¡Estoy bien! -gritó mientras volvía a dar vueltas sobre sí misma.

Se sentía feliz. No era la misma de siempre, pero iba por buen camino. Y ni los dolores que la hacían gemir cada mañana al incorporarse, ni la incertidumbre que susurraba su reflejo en la laguna, ni el miedo de recorrer sola tan gran distancia... nada de eso podía minar su fuerza de voluntad. Su espíritu era inquebrantable, pues era esa su misma esencia, el motivo de que ella estuviese allí en aquel preciso instante.

En uno de sus erráticos movimientos de improvisado baile, se topó con la sombra. No quiso pedir ayuda, no quiso molestar a los chicos. Tenían mucho que contarse el uno al otro. Así que decidió encararse a ella con una sonrisa.

-Buenas noches, pequeña pesadilla.
-No trates de hacerte la fuerte. He venido a llevarte conmigo.
-Pierdes el tiempo.
-No reniegues de tu naturaleza. Eres lo mismo que yo. Eres la bestia.
-Claaaaaro, por eso eres tú la que te arrastras para buscarme y no al revés.
-No entiendes nada. Vas a hacer daño y te vas a hacer daño.
-En eso te equivocas. Ya he causado daño, tanto a mí como a otros. ¿Y sabes qué? No me importa.

La sombra pareció desconcertada.

-¿Te da igual arañar las almas de los inocentes?
-En absoluto. Pero no puedes pretender que recorra un camino perfecto. La vida no funciona así. Ni siquiera tú funcionas así, en mitad de tu caos personal.
-Piensas seguir resistiendo, entonces. Negando lo que eres.
-Si soy ese monstruo que mencionas... ¿cómo es que nadie me ha atacado aún? ¿Por qué me tienden sus manos cuando temen que vaya a tropezar?
-Eres realmente ingenua.
-Y tú una envidiosa.

La chica dedicó una mueca burlona a la sombra y dio media vuelta. Quizás otro día regresase con argumentos más convincentes, puede que aprovechase un momento de debilidad. Pero en aquel preciso instante, acababa de ser derrotada. Por una niña herida.  Por alguien que ni siquiera era capaz de volar.

-Algún día -dijo para sí misma- voy a superar mis propios límites. Os someteré... a todos. Y os gustará.






jueves, 14 de febrero de 2013

Enredaderas

Daro la contemplaba en silencio. No quería molestarla, pero de algún modo, ella se percató de su mirada. Sus oscuros ojos parecieron iluminarse al tiempo que una leve sonrisa se dibujaba en su rostro.

-¡Has venido! -exclamó llena de felicidad, echándose a sus brazos.
-Siempre he cumplido mis promesas -besó la frente de la joven y la estrechó contra sí-. Puede que no entiendas muchos de los motivos que me llevan a comportarme del modo en que lo hago... pero alejarme de ti es lo último que deseo hacer.
-Vaaaya, veo que hoy estás adulador. Cuéntame. Quiero saber qué ha ocurrido en este tiempo.
-No hay mucho que contar. Los he vigilado. Te he vigilado. Lo habitual.
-¿A mí también? ¿Sigues sin fiarte de mí?

El chico clavó en ella sus ojos esmeralda. La joven se estremeció.

-No vuelvas a mencionar la confianza. Estamos por encima de ello.
-Ya, lo sé. Solo que... bueno, ya sabes.
-Te sientes sola.
-¡Yo no he dicho eso!
-No es necesario que lo hagas. Aunque no esté a tu lado, lo presencio todo. Y ahora, aquí mismo, frente a ti, no puedo dejar de fijarme en los esfuerzos que haces para esconder las alas..
-Yo...
-Muéstramelas.

La sangre manchaba las plumas. No parecía grave, pero algunos de los cortes debían someterse a vigilancia.

-No estarás pensando en volar en este estado -dijo el chico con severidad.
-Ahmmm... no. ¿Para qué iba a querer hacerlo?
-He estado viendo lo que has hecho.
-¿Eh?
-Tus criaturas.
-Oh, vamos. Déjame jugar con ellas. No les haré ningún mal.
-¿Y ellas a ti?
-¿Cómo van a hacerlo? Son simples. Tanto que no alcanzan a comprender qué soy yo realmente.
-Es posible. Pero no te encariñes con ellos. No te apropies de las  almas que no te corresponden.
-Oh, vamos, no me sueltes el sermón. ¿Pretendes que me quede aquí sentado sin hacer nada? ¿Que pase las horas recreándome en el dolor de las heridas?
-Nunca desearía eso. Pero tienes que tener cuidado.
-Lo tengo.
-¿Segura? Háblame de ellos.

La chica se tendió en el suelo, los brazos en el aire, jugando a atrapar el sol.

-El primero es antiguo -dijo sin dejar de formar figuras con sus dedos-. Inocente. Fácil de corromper.
-Víctima perfecta.
-Oh, no, Daro. No soy ella, ¿recuerdas? Me quedaré con las ganas de jugar.
-¿Y el segundo?
-Hm. Una de esas promesas fallidas. No me deja acercarme demasiado. Es taaaan aburrido.
-¿Y por qué no lo liberas?
-Ya lo he vinculado... y nunca se sabe cuándo voy a necesitar un favor en ese mundo terrenal en el que tan cómodamente se desenvuelven.
-Ni se te ocurra sacrificarlo.
-Hala, no pensaba. ¿Cuándo he sacrificado a alguno de ellos?
-Por si acaso. Cuando no puedes alzar el vuelo sabes que puedes volverte demasiado cruel.
-¿Yo? Perdona, pero me confundes con ella.
-¿Te sigue visitando?
-Qué va. Sigo siendo demasiado fuerte como para que pueda abandonar las sombras. Mi piel sigue quemando cuando intenta rozarme.
-Ya veo. ¿Y qué hay de aquel humano?
-Bah, humanos.  Son indignos.
-Pero te gustan.
-Son divertidos. Tengo algunos a los que me gusta contemplar desde aquí. Pero no intervengo.
-¿Y eso? No es propio de ti.

La chica se incorporó, miró a Daro con ternura y le acarició la mejilla.

-No son tú. Nunca lo serán. Además tienen sus propios miedos. Sus propios destinos. No debo intervenir.
-¿Ni siquiera por él?
-Oh, veo que no se te escapa una. No te preocupes, él ya tiene su propio ángel.
-¿Y lo aceptas sin más?
-Acepté perderte. Puedo aceptar cualquier cosa.
-No digas eso. Estoy aquí.
-Hasta que dejas de estarlo. A veces me despierto en mitad de la noche y te echo en falta.
-Y seguro que en lugar de esperar a que regrese, te dedicas a examinar tus alas.
-Eh, necesito ver si cicatrizan bien.
-Yo te avisaré de ello. Cuando llegue el momento. Tranquila, te empujaré si es necesario. Por si se diese el caso de que olvidas cómo volar.
-Bah, eso jamás sucederá. Está en mi naturaleza. Como esto -señaló sus heridas-. Más cicatrices que se sumarán a las antiguas. Y, sin embargo, me gusta.
-Veo que no has cambiado nada.
-No pienso cambiar lo que soy. Me hace feliz.
-Pensaba que preferías una vida tranquila, sin golpes.
-¿Y ser como ella? ¿Estar ya muerta? No, gracias. Déjame experimentar el dolor. Déjame sentir que sigo viva.

Daro se asombró ante su determinación. Más de quince años y conseguía sorprenderlo como el primer día. Desde luego, había sido realmente afortunado al ser asignado como su guardián.

lunes, 11 de febrero de 2013

El heredero del pseudoperíptero

Era lunes. Y no era lunes. Era uno de esos días indecisos, que no se aclaran y quieren ponerme difícil el improvisar mis entradas. El caso, es que era un día aleatorio en mitad de una formación cósmica de bancos de atunes bicéfalos. Que vienen a ser como los normales, pero más molones.

Era el día  de Hinojoso. Pero él no lo sabía, por lo que no va a aparecer en esta entrada. Quien sí va a aparecer es un ruiseñor reumático con ideas dementes. Responde al nombre de Quejencio III. Pero lo he pensado mejor y... tampoco vamos a hablar de él. No sé el motivo por el que pluralizo, pues únicamente estoy escribiendo yo. YO. Que no es poco. Porque yo molo.

Así que esta entrada va a tratar sobre la felicidad. ¡Sí! Es un tema ñoño y manido, pero no me importa. Porque desde hace un tiempo, parece que se nos niega a muchos. Ya sea por la realidad social tan chunga que tenemos, ya sea porque nos pasan cosas malas (como que no nos den millones de euros) o porque tenemos cerebros defectuosos que funcionan como les viene en gana. Esto último es chungo, lo digo por experiencia. Pero aprendes a sobrevivir.

El caso, es que la gente es infeliz. Y llora, se tira por las ventanas o se autocastiga escuchando flamenco. Cualquiera de estas opciones es terrible, dura y hay que evitarla. Y la única manera de hacerlo es no teniendo ojos, ventanas ni oídos. O adoptando mi filosofía de vida.

"LA FILOSOFÍA DE VIDA DE MELLO"

Que consiste en cosas, no sé exactamente en qué. El caso es que la mitad ya sabe que me he vuelto al exilio, que he abrazado la soltería, que mi recuperación es lenta y estúpida. Y que los informáticos son el mal. Esto último ya es razón suficiente para no querer salir de la cama (y que haga frío tampoco ayuda). Pero eh, hay que hacerlo. Aunque sea solamente para patear gente.

¿Y cómo hacemos para tener el estado anímico necesario? Pues... ¡No se puede! Tenemos que maldecir, mirar mal al mundo y levantarnos igualmente. Por pura cabezonería. Y hacer cosas terribles, como encontrar el cargador de la  PSP, declarar mi amor a Skyrunner, leer letras que  juntas forman palabras... esas cosas. Y digerir alimentos, preferiblemente aquellos de procedencia humana.

Total, que podría pensar que tengo razones para quejarme, pero no voy a hacerlo. ¡No! ¡Negación! ¡Iie!
Porque tengo un viaje por delante a la tierra del sol naciente, porque me quedan muchos años de vida por delante, porque nada me ata ni me retiene (la fuerza de la gravedad no cuenta) y puedo hacer lo que quiera con mi vida. Hasta dedicarla a demostrar la existencia de lepismas gigantes bajo las camas de las residencias palaciegas.

Así que dicho esto, quiero animar a mis pequeños merluzos con su día a día. Sé que algunos no estáis en vuestro mejor momento. Pero pensad en las cosas buenas de la vida. ¡Mi existencia! ¡Lo feliz que sería yo con vuestros donativos económicos! Y bueno, luego hay cosas que os afectan a vosotros directamente, pero que como no me benefician, no las voy a nombrar.

Dicho esto, procedo a dejaros con un diálogo que escuché entre un limón y una fotografía de una Acacia:

-Son tiempos malos para las latas de albóndigas hiperdensas.
-Pero buenos para los andenes de terracota.
-Visto así, no es una mala época.
-Para nada. No hay cucarachas gigantes.
-Muy cierto.
-Y ahora, dejemos lo que estamos haciendo y vamos a entregarnos a las más bajas pasiones.
-¡La necrofilia!
-Casi. La recolección de setas.
-¡Allá vamos!

jueves, 7 de febrero de 2013

Frío del averno

Técnicamente, en el averno no debería hacer frío. Pero quién sabe. Yo no he estado allí, no puedo comprobarlo.
Al menos, si estoy congelada es que he podido salir de casa, lo cual es bueno. Especialmente si conoces gente maja que te ofrece su amistad, eso es bueno también. No tanto como si te ofreciesen mil euros, pero casi.

En cualquier caso, sigo queriendo escapar de aquí. Echo de menos Barcelona... y os echo de menos a vosotros. Y a los de Sevilla. Y a los de Málaga. Y los de Madrid... jo, todo el mundo viviendo lejos. Y echo de menos la sensación de montar a lomos de un híbrido de cinta adhesiva y esponja marina.

Pero por lo demás, no puedo quejarme demasiado. Sigo viva y la gente no me lanza contenedores por las calles, lo que es de agradecer.

En fin, dicho esto, pasemos a lo que importa. El tema de la rana septentrional. La comunidad científica está dividida. Entre vivos y muertos. Y entre aquellos que son capaces de mutar en fenacita y los que no. En fin, en realidad se dividen en un montón de grupos, subgrupos y cosas feas.
La rana, que responde al nombre de Hermenegilda, presente una particularidad que ha hecho que...

Bla, bla, bla. Rollos científicos. No me interesan. Hablemos de cosas que molan.


Hmmm...


Hmmm...



¡El chocolate!
Y mi psp, cuando me decida a cargarla.

Tengo sueño, otro día más. 


viernes, 1 de febrero de 2013

Sueños típicos

¡Hacía mucho que no tenía sueños interesantes!
Así que ahí va el relato de mi mundo onírico de esta noche. Lo recuerdo todo con bastante detalle, así que espero no dejarme nada mientras escribo.


Todo empieza en un hangar enorme y silencioso. Voy recorriéndolo, hasta que encuentro un pasillo de paredes blancas que conduce a un hospital. En una de las salas hay una pareja (a la que se supone que conozco) esperando para ver a su hijo recién nacido. Lo bueno de los sueños es que pueden ser diferentes a la realidad y seguir pareciendo lógicos. Allí no había partos, el bebé llegaba en un híbrido de cochecito y paquete de correos, envuelto en una toalla. Como era recién nacido, lo depositaban en una de las habitaciones del hospital para asegurarse de que estaba sano y de que "se secaba", pues nacía mojado y eso era peligroso porque aumentaba el riesgo de que contrajese enfermedades.
Un enfermero intentaba impedirnos el paso, porque decía que el niño era muy pequeño, pero al identificarse la pareja como sus padres (del niño, no del enfermero, obviamente) nos deja pasar. Nos tenemos que lavar con unas toallas húmedas antes de acercarnos al niño, que permanece tapado con la suya propia. Los padres se sitúan uno a cada lado del niño, pero no se atreven a levantar la toalla. Al final, decido hacerlo yo.

Es un momento bonito. El niño sonríe, el padre abre la boca lleno de emoción (a la madre no la visualizo, por algún extraño motivo). Yo siento que me  voy a echar a llorar, porque empatizo con él y la alegría de ver por fin a tu hijo. Pero me resisto. Además, al poco no puedo evitar empezar a reír, porque al boquiabierto padre se le queda una cara de bobo que no puede con ella. El niño también ríe y veo que tiene dos dientes a medio salir. Pienso que es extrañó. Y que mira que son feos los bebés.

Al rato, la madre (que había permanecido fuera de escena) dice que van a irse a la playa con el niño. Miro por la ventana y el mar rompía justo en el alféizar. Yo les digo que están locos, que el niño acaba de nacer y ya nos han advertido de que es muy sensible a los gérmenes y demás. Sus padres, empeñados en que el agua del mar salada es buena para la salud, se empeñan en meterlo. Yo me lanzo al agua con ellos y mientras esquivo las olas que impactan contra nosotros, les hago saber que ese agua está contaminada con vete a saber qué, que no es nada sano meter ahí a un niño tan pequeño. Al final ignoro si me hacen caso, porque hay un salto temporal.

En la siguiente escena, la madre  corre tras el niño, que tiene ya la edad de empezar a corretear por sí solo. Aunque de algún modo, todo esto sucede como si solo hubiese transcurrido un día desde el nacimiento.
La madre está alterada porque el niño es muy travieso. Hay cámaras grabándolo todo, pues es una especie de programa de estos en los que violan tu intimidad y demuestran a todo el mundo lo terrible que es tu vida XD. El caso es que hay dos madres más, las numeraré. Madre 1 es la del niño, luego está madre 2, una mujer morena, y madre 3, una chica joven que se parece a la primera compañera de la nueva serie de Doctor Who.
Hay un teléfono (de los antiguos) en el centro de la sala y los productores del programa llaman a Madre 1 para que comparta sus avances. En esos momentos, Madre 1 se niega a seguir con el programa y decide pasar el teléfono a Madre 2, la cual no acepta realizar el trabajo de Madre 1. Madre 3 es la que al final se pone al teléfono. Madre 1 le da las gracias y le dice que a cambio puede quedarse con su parte del dinero del programa. Madre 2 entra en cólera en ese momento, pues declara que de haber sabido que había dinero de por medio, habría aceptado responder al teléfono. A fin de cuentas, Madre 2 va antes que Madre 3 en orden numérico, así que es lo que debía corresponder.

Al final, parece que todas las madres se reconcilian (tras seguir Madre 2 el cable del teléfono y descubrir que llegaba al móvil de Madre 3, con un extraño empalme que había realizado con un mechón de pelo teñido de rosa). Madre 2 obliga a 3 a cederle el móvil y ocupar su puesto.

Nuevamente, un salto temporal. En este caso, estamos en una casa, que se asemeja a una guardería. El niño ya tiene edad de aprender a hablar y una serie de profesores han decidido que, dada su gran inteligencia, van a emplear con él un método para aprender varios idiomas simultáneamente. Recuerdo ver al niño jugar a ordenar unos diccionarios en varios idiomas. De algún modo, eso tenía sentido a la hora de aprender a dominar la gramática de una forma intuitiva. Cosas de los sueños.
El caso es que al cabo de un rato me consultan, porque el niño lleva varios días sin querer avanzar. Por lo visto ya han terminado con todos los libros de nivel 1, han empezado con inglés nivel 2  y el niño se niega a colaborar más. Les sugiero que prueben con francés 2 (mi "yo" del sueño tiene muy mal gusto) y también me ofrezco a enseñarle japonés 1, pues considero que es un nivel muy sencillo. Le digo unas pocas frases en japonés y el niño parece interesado. Lo cojo en brazos y entonces me doy cuenta de una cosa. Se niega a aprender mientras una mujer (presuntamente, la dueña del lugar) está cerca. Acerco y alejo al niño de ella, hasta llegar a la conclusión de que le da miedo su corte de pelo.

A todo esto, se supone que mi trabajo no era ese. Yo debía estar en una oficina, en el piso superior, haciendo algo productivo. Cuando llego, me entero de que había que maquetar unas páginas de unos planos, para lo que se usaban unos triángulos morados, de madera, unidos por cuerdas. No acierto a imaginar la lógica que tenía aquello, porque era como montar figuras, pero bueno. El caso es que todos se han llevado a casa el equivalente triangular a su página, pero nadie encuentra la que me corresponde a mí. Tras buscar por todos los rincones, doy con él en una estantería. Pero ya es tarde, tenemos una reunión. Como no me va a dar tiempo (yo trabajaba en el turno de mañana) decido dejar a mis compañeros una nota, indicando el trabajo que quedaba por hacer. Busco en una caja donde supuestamente debía haber hojas o post-it, pero solo encuentro viejas pegatinas de las que se usaban para poner el nombre del contenido de los disquetes. Las pegatinas son absurdamente pequeñas para mi propósito, pero aún así encuentro algunas en las que pueden leerse fragmentos de conversaciones intercambiados por mis compañeros, como si de un sistema de mensajería se tratase. Hay comentarios sobre "lo nuevo del sistema" y sobre "el jefe aún no le hace mucho caso, ya te responderá, tranquilo".

Encuentro al fin una cuartilla que sirve para mi propósito y escribo algo tipo "Acabamos de encontrar esta pieza para maquetar. No dispongo de tiempo, así que intentad dejarla lista para mañana". La dejo en un lugar visible, para que puedan verla los del turno de tarde, y me voy corriendo hacia una plataforma circular en la que mis compañeros de trabajo iban a ver al jefe. Ya se ha puesto en movimiento (ascendente), así que decido usar otra plataforma diferente, que tiene marcada la silueta de un pie. Piso en ese lugar y la plataforma desciende. En un principio iba a quejarme de mi suerte, pero en ese momento escucho un estallido y veo caer la plataforma de mis compañeros, cubierta de sangre. A mi alrededor hay explosiones producidas por infinidad de cuchillas afiladas que van estampándose por doquier. Parece ser que nuestro jefe se ha vuelto loco y ha decidido matar a todo el mundo. Como la siguiente soy yo, abandono la plataforma como puedo, pero parece que ya es tarde. Empieza a soplar un fuerte viento succionador, que me arrastra hacia el final de la estancia. Allí se acumulan muchas personas y me doy cuenta de que estoy en medio de un espectáculo surrealista y de que solo tengo que ir narrando una historia con lo que voy viendo para evitar se aniquilada. Una mujer me hace la competencia con su ágil narrativa, pero yo consigo describir antes los sucesos a mi alrededor y gano tiempo para llegar al pulsador del ganador. En ese momento, todo se detiene y estoy en el exterior.

Una plaza enorme. Hay músicos callejeros y se me acerca una chica, supuestamente amiga mía. Me dice que huya del lugar, que si tengo que llevarme por delante a alguno de los músicos, que lo haga. Pero que no ataque a una chica con tacones y vestido negro cerca de allí, que es familiar de alguien famoso y va repartiendo dinero cada dos por tres.
Hago caso a su consejo y echo a correr. Por el camino caigo en un tenderete lleno de joyas y me doy cuenta de que al poner las manos para apoyarme y evitar irme al suelo, he agarrado bastantes joyas de plata y amatista. Me planteo devolverlas, pero se está repitiendo una escena dantesca de matanzas como aquella de la que acababa de escapar, así que me limito a soltar las joyas y seguir corriendo.

Llego a una zona de callejones oscuros. Hay una presencia, una figura gigante, similar a un Balrog pero con pezuñas peludas a modo de patas. Se dice que es una criatura mitológica, de nombre similar al fauno, muy poderosa. Y es la última en su especie. Supuestamente no es buena idea  encontrarse con dicha criatura pero, para mi sorpresa, no se muestra agresiva al verme. Solo triste.
En ese momento tengo una visión. La criatura recién nacida, tendida en el sueño bajo la lluvia, envuelta en una membrana que hace las veces de huevo protector. Su madre, un ser muy similar a un dinosaurio que hubiese pasado una noche de pasión con Cthulhu, yace herida de muerte a su lado. La oigo implorar por su vida, no por ella, sino para poder ayudar a su pequeño. Pero no sirve de nada. Muere y el pobre pseudofauno extraño tiene que criarse solo. Pero por algún extraño motivo, se supone que yo soy en cierto modo otra criatura mitológica, así que comparto poderes con él y por eso no me ataca. Bien por mí, supongo.

La escena cambia nuevamente. Estoy en una urbanización cerca de la costa. Hay pintadas de gente llamando a la rebelión. Me acompaña un chico que está cansado del sistema y que se dedica a ir dejando líneas de colores azules y amarillas como símbolo reivindicativo. Llegamos a una plaza, en la que se dispone a realizar una pintada, cuando de pronto descubro un aparato cilíndrico en el suelo. Es de pequeño tamaño, como una bala, pero parece muy sofisticado. En ese momento aparecen helicópteros de las fuerzas de seguridad y comienzan a peinar la zona. Algunos hombres armados descienden hasta nosotros y empiezan a interrogarnos. Apuntan al peligroso (por lo que parece) objeto que he encontrado, pero no se atreven a tocarlo. Ya que he sido yo la que lo he descubierto, me piden que lo levante para que puedan inspeccionarlo.
En el instante en el que toco el objeto, me inunda el conocimiento sobre una turbia trama política, criminal y, en definitiva, con muy mala pinta. Así que me largo.

Descubro que alguien más tiene el conocimiento que yo poseo, pues hay una voz en off que empieza a narrarme lo que está sucediendo. Dos robots similares a los Dalek se encargan de vigilar a dos pobres hombres a los que esta mafia tiene explotados y a los que obliga a recoger grandes sumas de dinero de lugares estratégicos.  No podían librarse de la vigilancia, pero uno de los hombres logró burlarla de alguna manera.
Al saber esto, todo cambia a mi alrededor. Estoy en una sala grande, como una habitación de hospital. En una camilla, una mujer se ríe de mi "accidente de avión". Y es que como en un flashback, viene a mí una imagen como en la serie de Lost, con un avión partiéndose en dos. La mujer me culpa de su estado de parcial inmovilidad, pero ríe al verme postrada en una silla de ruedas, cubierta de sangre (ni idea de cómo he acabado así). En una de esas, me cansa y le lanzo un cenicero, con tan mala puntería que impacta en el borde de un reloj hecho con un material similar al mármol, pero muy frágil. Al marido de la mujer, que está postrado en otra cama, le irrita sobremanera el sonido de ese material al romperse, así que me dedico a lanzarle cosas a la mujer para romper de paso el reloj y que el marido se enfade. Al fina, acaba la cama de la mujer (con mujer en ella) saliendo por la ventana por un empujón del marido. Yo llamo a los enfermeros para que vean lo que ha pasado y así poder irme, alegando que mi compañero de habitación es un loco peligroso.

Vuelvo a estar en la calle y regresa a mí la voz en off, hablándome del hombre que había conseguido burlar la vigilancia del pseudodalek. Ese hombre obligaba al otro a conseguir también encargos para él, y si se negaba, amenazaba con enviar a los dos pseudodalek hacia él. El caso es que la voz en off me dice que fue muy tonto al no matar al otro hombre tras obligarlo a entregar el dinero por primera vez, pues se chivó y le tendieron una trampa. Lo hicieron salir de casa, pensando que podría volver a aprovecharse del otro, pero entonces los pseudodalek lo liquidaron en un callejón. La voz en off me aseguraba que eso era lo mejor, pues así no quedaban testigos que pudiesen hablar sobre la mafia criminal que estaba detrás de todo aquello.

En ese instante, yo pienso "pues soy un testigo" y la voz estalla en carcajadas, mientras me dice que, efectivamente, lo soy. Pero que le pondrá remedio ahora mismo. Empiezan a romperse e incendiarse cosas a mi alrededor, pero a mí aún no me pasa nada. Me estreso ante tanta amenaza y, finalmente, despierto. Y escribo este tocho, para que n....

(Ahí me dio sueño y pensé que lo había publicado... ¡Y no!. Menos mal que estaba como borrador, a publicarlo ahora XD).