miércoles, 5 de junio de 2013

¿Terrible?

Solo una persona podría entender sus dilemas, la misma persona a la que nunca se acercaría demasiado por no dañarla. Porque era de lo más preciado que tenía. Porque sabía que ella era el fuego que quemaba y que solo la distancia prudencial podía mantener el calor sin lamentar daños.

Tampoco es que necesitase abrazar esa figura que era una mezcla de ilusiones presentes y pasadas. Pero era agradable. Y es tan fácil sentirse confundido cuando algo te hace sentir en el cielo y en la tierra a la vez.

¿Por qué se planteaba eso ahora? Tal vez era que sabía que tenía que volar lejos. Hacia un destino incierto. Era más fácil trasladar un miedo tan general a uno concreto que realmente no existía. Pero no era justo para aquellos que la rodeaban.

Y mientras se planteaba estas cosas, seguía mirando en su interior y contemplaba el vacío que se negaba a ser llenado. Le gustaba así. Solo ella con el mundo, sin tener que cuidar de nadie. Pero reconocía que era una sensación extraña. Aunque en cierto modo, le gustaba.

"Piensas demasiado" le habría dicho él, mientras clavaba en ella sus ojos verdes. Pero ella sabía que solo podía arrojarse a sus brazos y esconder el rostro entre su oscura melena, buscando la protección que la soledad no le ofrecía.

Sin embargo, era su elección. Y se sentía muy orgullosa de haberla tomado. Drástica, dura, arriesgada. Pero era su elección. Por vez primera, era únicamente suya. Sin pensar en quién podía sangrar si se cruzaba en su camino.

En mitad de esos pensamientos que podían parecer oscuros, surgía la luz de un recuerdo. De ese despertar acompañada, de esos besos que habían fundido el tiempo y lo habían convertido en una densa corriente que se arrastraba perezosa entre los minutos iniciales, para precipitarse en las horas finales como una hermosa cascada.

Ella no quería vivir en mitad de ese remolino de aguas. Por agradable que fuese, no dejaba de ser un remolino. No era lo que buscaba. Tampoco el remolino quería que ella se sumergiese en él más allá de lo necesario para alcanzar la orilla opuesta del lago. Pero era un baño que purificaba y se llevaba sus miedos durante el breve tiempo que dura la ilusión.

Quizás algún día ella consiguiese adentrarse en la corriente adecuada, aunque ahora se negaba a aceptar que existiese semejante lugar destinado a ella. Pero no tenía prisa. Existiese o no, ella tenía que volar, no podía permitirse bajar sus expectativas y contentarse con nadar. Mucho menos con dejarse arrastrar por la corriente.

Por eso salía del agua, se sacudía las alas y esbozaba una sonrisa. Por agridulce que pudiese ser su camino en ocasiones, su ilusión permanecía intacta. El cariño hacia aquellos que le tendían una mano seguía siendo inmenso. No tenía motivo alguno para quejarse.

Quizás era terrible. O puede que no fuese el término correcto. Quizás solo era lo que debía ser. Pero ella lo aceptaba y se sentía bien así.

Por todo esto, se iba a fundirse con los sueños con todas sus vivencias arropando ese cuerpo frágil que contenía un alma desgastada. Desgastada, sí. Pero no por ello menos fuerte. Curtida, podría decirse, por los viajes hacia el interior del templo en el que únicamente Daro tenía permitida la entrada.

La sonrisa. Era lo único que no desaparecía de su rostro. Pocos sabían despertarla. Al menos, aquella que iba más allá del simple gesto, la que nacía de la noche en la que venció a las sombras. Pero estaba allí, visible para los pocos que podían apreciar lo insignificante.

Nuevamente, la respuesta era la misma que la pregunta que no había sido formulada. Y por ello, se sentía feliz. Inmensamente feliz.

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