viernes, 12 de julio de 2013

Idealista

Tenía el ala derecha destrozada. Sangraba por los múltiples cortes que ella misma se había provocado. Y aunque el dolor era casi insoportable, sonreía como el primer día.

Había sido una medida drástica, pero necesaria. Estaba volando muy lejos, pero siempre precariamente. A ella le gustaba ser libre, volar sin dirección fija. Pero el azar no siempre la llevaba al mejor sitio. Por eso, esta vez, tenía que permanecer en tierra. No sería mucho tiempo, podía hacerlo.

¿Y después? Si la suerte no cambiaba, tendría que pasar largas jornadas en suelo firme. Jornadas que, esta vez sí, la proveerían de todo lo necesario para cuando necesitase volar lejos. Sí, conseguir todo ello sin tener que aterrizar era la opción deseable, pero no la posible. A menos si quería seguir volando a corto plazo y acabar ya con la incertidumbre.

Iba a sacrificar algo que le gustaba aún más que sus alas. Algo que no le pertenecía, pero que amaba con locura. Iba a tener que aumentar aún más la distancia entre ellos, quizás para siempre.

Podía ir todo terriblemente bien o terriblemente mal. Bueno, mal no debería ir.

¿Entonces? Quizás tenía miedo de dejar de perseguir unos sueños que nunca se habían cumplido. Pero alcanzar una meta no implicaba dejar de perseguir otras. Solo que quizás sería más tarde. O de otro modo.

Ella siempre había seguido sus impulsos. Y esta vez, su impulso le dictaba que fuese contra el resto de sus impulsos. Ciertamente, era una situación nueva y bastante extraña.

Además, era terriblemente consciente de que sus dos grandes sueños los podía alcanzar desde la comodidad del suelo. De forma más lenta, pero perfectamente posible. Y con más garantías de éxito que ir a lo precipitado.

¿Qué díría Daro? Ojalá volviese pronto de sus vacaciones. Lo necesitaba.

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