lunes, 18 de febrero de 2013

Yaaaaaaaaaaaay

Ella danzaba al son de una música que solo ella podía escuchar. Daro la contemplaba satisfecho, comprobando que todo progresaba adecuadamente. Las cosas eran como tenían que ser... como siempre son.

El chico pelirrojo apareció entonces sin previo aviso. Ella lanzó un grito de júbilo y se arrojó a sus brazos. La estrechó fuertemente contra su pecho mientras miraba a Daro entre los mechones de fuego que le cubrían parcialmente el rostro.

Ella volvió a su baile. Descalza, vestida con las ilusiones de tantos años atrás. Había decidido que era hora de volver a girar junto con el mundo, sin importarle que todavía no pudiese emprender el vuelo como antaño.

Daro hizo una seña a su compañero para que tomase asiento a su lado. Conversaron únicamente con la mirada, como siempre habían hecho.  En un momento dado, el grito de dolor de la chica hizo que alzasen la vista un instante. Había tropezado y había tenido la mala suerte de caer justo sobre una de sus alas rotas. Pero se levantó, tambaleándose, y dedicó a sus protectores una sonrisa.

-¡Estoy bien! -gritó mientras volvía a dar vueltas sobre sí misma.

Se sentía feliz. No era la misma de siempre, pero iba por buen camino. Y ni los dolores que la hacían gemir cada mañana al incorporarse, ni la incertidumbre que susurraba su reflejo en la laguna, ni el miedo de recorrer sola tan gran distancia... nada de eso podía minar su fuerza de voluntad. Su espíritu era inquebrantable, pues era esa su misma esencia, el motivo de que ella estuviese allí en aquel preciso instante.

En uno de sus erráticos movimientos de improvisado baile, se topó con la sombra. No quiso pedir ayuda, no quiso molestar a los chicos. Tenían mucho que contarse el uno al otro. Así que decidió encararse a ella con una sonrisa.

-Buenas noches, pequeña pesadilla.
-No trates de hacerte la fuerte. He venido a llevarte conmigo.
-Pierdes el tiempo.
-No reniegues de tu naturaleza. Eres lo mismo que yo. Eres la bestia.
-Claaaaaro, por eso eres tú la que te arrastras para buscarme y no al revés.
-No entiendes nada. Vas a hacer daño y te vas a hacer daño.
-En eso te equivocas. Ya he causado daño, tanto a mí como a otros. ¿Y sabes qué? No me importa.

La sombra pareció desconcertada.

-¿Te da igual arañar las almas de los inocentes?
-En absoluto. Pero no puedes pretender que recorra un camino perfecto. La vida no funciona así. Ni siquiera tú funcionas así, en mitad de tu caos personal.
-Piensas seguir resistiendo, entonces. Negando lo que eres.
-Si soy ese monstruo que mencionas... ¿cómo es que nadie me ha atacado aún? ¿Por qué me tienden sus manos cuando temen que vaya a tropezar?
-Eres realmente ingenua.
-Y tú una envidiosa.

La chica dedicó una mueca burlona a la sombra y dio media vuelta. Quizás otro día regresase con argumentos más convincentes, puede que aprovechase un momento de debilidad. Pero en aquel preciso instante, acababa de ser derrotada. Por una niña herida.  Por alguien que ni siquiera era capaz de volar.

-Algún día -dijo para sí misma- voy a superar mis propios límites. Os someteré... a todos. Y os gustará.






2 comentarios:

Yakarta dijo...

No hay nada como enfrentarse a una sombra y descubrirse más fuerte de lo que una se cree. ¡Abajo las sombras! Y a disfrutar de la luz durante mucho tiempo :)
Un besazo

M dijo...

Gracias, merlucilla.
Me ha alegrado verte por aquí :$
¡Besos de amebas!