jueves, 14 de febrero de 2013

Enredaderas

Daro la contemplaba en silencio. No quería molestarla, pero de algún modo, ella se percató de su mirada. Sus oscuros ojos parecieron iluminarse al tiempo que una leve sonrisa se dibujaba en su rostro.

-¡Has venido! -exclamó llena de felicidad, echándose a sus brazos.
-Siempre he cumplido mis promesas -besó la frente de la joven y la estrechó contra sí-. Puede que no entiendas muchos de los motivos que me llevan a comportarme del modo en que lo hago... pero alejarme de ti es lo último que deseo hacer.
-Vaaaya, veo que hoy estás adulador. Cuéntame. Quiero saber qué ha ocurrido en este tiempo.
-No hay mucho que contar. Los he vigilado. Te he vigilado. Lo habitual.
-¿A mí también? ¿Sigues sin fiarte de mí?

El chico clavó en ella sus ojos esmeralda. La joven se estremeció.

-No vuelvas a mencionar la confianza. Estamos por encima de ello.
-Ya, lo sé. Solo que... bueno, ya sabes.
-Te sientes sola.
-¡Yo no he dicho eso!
-No es necesario que lo hagas. Aunque no esté a tu lado, lo presencio todo. Y ahora, aquí mismo, frente a ti, no puedo dejar de fijarme en los esfuerzos que haces para esconder las alas..
-Yo...
-Muéstramelas.

La sangre manchaba las plumas. No parecía grave, pero algunos de los cortes debían someterse a vigilancia.

-No estarás pensando en volar en este estado -dijo el chico con severidad.
-Ahmmm... no. ¿Para qué iba a querer hacerlo?
-He estado viendo lo que has hecho.
-¿Eh?
-Tus criaturas.
-Oh, vamos. Déjame jugar con ellas. No les haré ningún mal.
-¿Y ellas a ti?
-¿Cómo van a hacerlo? Son simples. Tanto que no alcanzan a comprender qué soy yo realmente.
-Es posible. Pero no te encariñes con ellos. No te apropies de las  almas que no te corresponden.
-Oh, vamos, no me sueltes el sermón. ¿Pretendes que me quede aquí sentado sin hacer nada? ¿Que pase las horas recreándome en el dolor de las heridas?
-Nunca desearía eso. Pero tienes que tener cuidado.
-Lo tengo.
-¿Segura? Háblame de ellos.

La chica se tendió en el suelo, los brazos en el aire, jugando a atrapar el sol.

-El primero es antiguo -dijo sin dejar de formar figuras con sus dedos-. Inocente. Fácil de corromper.
-Víctima perfecta.
-Oh, no, Daro. No soy ella, ¿recuerdas? Me quedaré con las ganas de jugar.
-¿Y el segundo?
-Hm. Una de esas promesas fallidas. No me deja acercarme demasiado. Es taaaan aburrido.
-¿Y por qué no lo liberas?
-Ya lo he vinculado... y nunca se sabe cuándo voy a necesitar un favor en ese mundo terrenal en el que tan cómodamente se desenvuelven.
-Ni se te ocurra sacrificarlo.
-Hala, no pensaba. ¿Cuándo he sacrificado a alguno de ellos?
-Por si acaso. Cuando no puedes alzar el vuelo sabes que puedes volverte demasiado cruel.
-¿Yo? Perdona, pero me confundes con ella.
-¿Te sigue visitando?
-Qué va. Sigo siendo demasiado fuerte como para que pueda abandonar las sombras. Mi piel sigue quemando cuando intenta rozarme.
-Ya veo. ¿Y qué hay de aquel humano?
-Bah, humanos.  Son indignos.
-Pero te gustan.
-Son divertidos. Tengo algunos a los que me gusta contemplar desde aquí. Pero no intervengo.
-¿Y eso? No es propio de ti.

La chica se incorporó, miró a Daro con ternura y le acarició la mejilla.

-No son tú. Nunca lo serán. Además tienen sus propios miedos. Sus propios destinos. No debo intervenir.
-¿Ni siquiera por él?
-Oh, veo que no se te escapa una. No te preocupes, él ya tiene su propio ángel.
-¿Y lo aceptas sin más?
-Acepté perderte. Puedo aceptar cualquier cosa.
-No digas eso. Estoy aquí.
-Hasta que dejas de estarlo. A veces me despierto en mitad de la noche y te echo en falta.
-Y seguro que en lugar de esperar a que regrese, te dedicas a examinar tus alas.
-Eh, necesito ver si cicatrizan bien.
-Yo te avisaré de ello. Cuando llegue el momento. Tranquila, te empujaré si es necesario. Por si se diese el caso de que olvidas cómo volar.
-Bah, eso jamás sucederá. Está en mi naturaleza. Como esto -señaló sus heridas-. Más cicatrices que se sumarán a las antiguas. Y, sin embargo, me gusta.
-Veo que no has cambiado nada.
-No pienso cambiar lo que soy. Me hace feliz.
-Pensaba que preferías una vida tranquila, sin golpes.
-¿Y ser como ella? ¿Estar ya muerta? No, gracias. Déjame experimentar el dolor. Déjame sentir que sigo viva.

Daro se asombró ante su determinación. Más de quince años y conseguía sorprenderlo como el primer día. Desde luego, había sido realmente afortunado al ser asignado como su guardián.

2 comentarios:

Alirroto dijo...

Delicioso como una fuente de pavías simbólicas.

M dijo...

Eso es bueno... creo...