jueves, 25 de abril de 2013

Lo que todos debemos saber

¿Qué harías si mañana te dicen que solo te quedan dos días de vida? ¿Te darías cuenta de que has dejado escapar oportunidades que ya están fuera de tu alcance? ¿Te arrepentirás por haber vivido bajo el miedo? ¿Pensarás que hay muchas cosas que has callado y que te mueres de ganas de expresar en voz alta?

Yo es algo que me planteo mucho. Bueno, no mucho. Una vez cada siete milenios y medio. Quizás es porque he visto desaparecer a más gente de la que me gustaría, puede que comprenda lo frágil que es la vida humana. O puede que, simplemente, tener un cerebro defectuoso me haya obligado a examinar tantas veces mi interior y el mundo que me rodea, que ahora puedo cerrar los ojos y entender perfectamente los patrones que mueven a cada pequeño individuo. Desde los más grises a los que gritan al comenzar a descender en la montaña rusa. Pero no puedo interferir en sus vidas. Es la mirada comprensiva, pero que no puede intervenir. Deben aprender por sí mismos.

Pero sí puedo escribir. Puedo dejar que mis palabras floten en el viento y que las recojan aquellos que puedan servirse de ellas.
Quizás nos esperen años de tremenda felicidad. O quizás el día más anodino y poco especial resulte ser el último de nuestra vida. Por eso, sin tener miedo a la incertidumbre, debemos intentar disfrutar de cada día como si fuera el último. No se trata de tener miedo. Se trata de no dejar que nos venzan las pesadillas. Somos más fuertes que nuestros monstruos. Y quienes crean que no lo son, tienen un modo muy sencillo de comprobar que se equivocan. Dejad de correr. Dad la vuelta, mirad al miedo a la cara y comprobad qué es lo que ocurre. Vuestro demonio particular no se lo esperará y no sabrá ni cómo atacaros. Gritas que te destruya y al ver que no temes su mordisco, la bestia se va por el mismo camino por el que vino.

¿Y qué hacemos cuando dejamos de correr? Entonces viene la libertad. La libertad de hacer con nuestra vida lo que deseemos. ¿Qué os motiva? ¿Qué os gusta hacer? Incluso cuando se está en un estado de anhedonia como el que me embarga de cuando en cuando, podemos esforzarnos y recordar qué era lo que buscábamos en nuestros días felices. Hay que soñar. Y disfrutar.

Cada uno tiene que saber qué quiere hacer con sus segundos, minutos, horas. Yo lo tengo claro. Quiero sentir que soy fiel a mis valores. Quiero sentir que arriesgo cuanto está en mi mano por perseguir mis sueños. Porque no existen sueños imposibles. Solo gente que no sabe soñar. Los sueños se transforman, quizás no podamos alcanzar la imagen ideal que teníamos de él. Pero podemos descubrir en el camino que la verdadera imagen del sueño es aún mejor de lo que habíamos podido imaginar.

¿Y cómo se hace eso? Lo primero que se necesita es volver a ser un niño. Pero no un niño egoísta e inmaduro. No, la vida adulta nos enseña a madurar. Lo que tenemos que hacer es ser esos adultos que ahora somos, pero sin perder el espíritu de la inocencia y la ilusión. Un niño no dice que no puede. Un niño quiere ser bombero, astronauta. Un niño sabe que se casará con la niña de las trenzas, con su compañero de pupitre o que se dedicará a vivir aventuras en la selva. ¿Por qué nosotros no somos como ellos? Algunos hablan de realismo. Yo hablo de cobardía. ¿Acaso no existe gente que hace todo lo que he mencionado? ¿Tenemos algún impedimento que no nos permita perseguir nuestros sueños? Y si es así, ¿cómo podemos hacer para que nuestro sueño esté un paso más cerca de nosotros?

Yo tengo sueños. Muchos. Nunca se los he contado a nadie. Es algo de lo que soy consciente. La gente conoce mis miedos, mi pasado, mi presente. Pero nadie sabe lo que yo estoy persiguiendo. Pero hay algo que sé. Para perseguirlo, tengo que tener mi conciencia tranquila. Porque se trata de un viaje sin fin que puede terminar abruptamente (como el de todos, ciertamente) y no quiero crearme mis propios lastres.

Pero hay algo que quiero. Ser feliz y repartir esa felicidad. He dedicado gran parte de mi vida a conocerme y a conocer al ser humano. Es muy interesante lo que puede aprenderse. Y quiero usar mi ventaja para conseguir un lugar mejor. No un lugar mejor a lo grande. No, mis aspiraciones no son tan grandes. Quiero ayudar a que la gente se encuentre a sí misma. A que aprendan que no hay nada imposible. Para que entonces sean libres de volar por sí mismos.

Claro está, aún estoy aprendiendo. A veces hago las cosas mal. Ni siquiera yo soy perfecta (aunque me acerco bastante a ello, todo sea dicho). Pero así es como aprendo. Como aprendemos. ¿Cómo avanzar si nunca nos encontramos un reto nuevo? ¿Cómo derribar un muro si nunca probamos a cambiar de herramienta?

Y los demás pueden aprender también. Solo hay que dejar de pensar y actuar. Imaginad que no hay obligaciones, que hay completa libertad. Y que os amenazan con esos dos días de vida. Agarrad todas esas sensaciones que os embargan. Todos esos proyectos que nunca nos atrevimos a emprender, todas esas cosas que nunca dijimos por miedo a que nos juzgasen. Ese es el material para empezar a construir sueños. Así que no hay excusas. Si yo puedo, todo el mundo puede. Solo hay que atreverse. Sin agobiarse por el resultado. Alcanzar la meta no es lo que nos proporciona satisfacción. Esta viene de intentarlo, de emprender el viaje. Es el camino lo que nos hace crecer, no el destino. Aunque siempre se camina con más alegría si el destino se nos antoja apetecible.

Por último, recordad que aquí todo el mundo es único. Y maravilloso. E imperfecto. Es lo fascinante del ser humano. Como es capaz de superar todas las barreras y mejorarse a sí mismo. Así que nada de dejar que otros os resten valor. Yo os he dicho que podéis conseguirlo, y mi sabiduría es mayor que la del resto. Porque lo digo yo, básicamente.

Oh, y casi lo olvido. Atesorad buenas experiencias. Todos somos capaces de albergar lo peor y lo mejor en nuestro interior. Y es nuestra la elección de qué sensaciones queremos que viajen con nosotros y cuáles debemos dejar escapar para siempre. Antes de odiar, pensad si os va a ayudar a ser más felices. Antes de vengaros, pensar si el rencor os va a permitir sentiros mejor con vosotros mismos. Esos sentimientos negativos solo son una muestra de nuestra incapacidad para superar lo que nos hace daño. Aquel que sabe, tiene claro que uno es lo que alimenta. Y si queremos ser felices, debemos alimentar sensaciones que nos conduzcan hacia ese camino.  Y personas, claro está. Que no os engañen. Nadie recuerda en su lecho de muerte aquella vez en la que ganó mucho dinero o consiguió un premio prestigioso. Lo que nos ata al mundo no es eso. Es el tener a gente a la que querer y que nos quiera. Es compartir la vida, compartir sonrisas. Dejar todo eso atrás es lo que duele. No haber dedicado el tiempo suficiente a quienes nos importa, eso es lo que uno realmente lamenta cuando toca decir adiós.

Así que sed conscientes de lo efímero de este viaje. De que es duro, caprichoso y puede darnos buenas bofetadas. Pero es el único viaje que vamos a tener, nuestra única vida. Y nosotros somos los que decidimos si agotar el tiempo muertos en vida o si queremos vivir pese a todos los obstáculos que nos surgan en el camino.

Claro está, esta visión es mía, particular. Puede que para otra persona sea una tontería. Pero puedo decir que he vencido dificultades que han tumbado a mucha gente. Y no es porque yo sea especial. Es porque tengo muy presente que las cosas solo mejorarán si yo me esfuerzo. Que los golpes no dolerán menos si los ignoro, sino que debo tratarlos, aprender de ellos y esperar a que curen las heridas.

Esto lo digo desde mi prisión en el exilio. Con la mala suerte de que mi química cerebral juega en mi contra. Con un cambio que me ha trastocado todos los planes. Con mis amistades bien lejos. ¿Pero y qué? Es lo que hay. Lo que importa es... ¿Cómo puedo cambiarlo? Y aunque ahora es complicado encontrar una respuesta (gracias, depresión estúpida, muy oportuna tú) sé que la encontraré. Oh, sí, ya lo creo que lo haré. Porque la medicina ya se encarga de mis desajustes. Y lo demás... oh, lo demás solo depende de mí. Y a mí nadie me quita las ilusiones. Nací para conseguir grandes cosas. Por ejemplo, ser feliz.

2 comentarios:

Avutardo Martínez, a su servicio dijo...

Ooooh, qué profundo todo. Casi me han dado ganas de abrazarte y adorarte intermitentemente mientras lo leía. Casi.

M dijo...

Para eso necesitabas melena. Se siente XD