Con corteza y todo. Y con raíces, claro. Tenía hambre de mundo, de Jancio y de chocolate invicto. Y todos sabemos que la única forma de superar eso es darle un bocado al árbol que más cerca tengamos. Que en mi caso no es un cerezo... ni ningún otro árbol, ya que la vida vegetal no tiene por costumbre pasar el rato en mi habitación (yo soy lo más parecido a ello, cuando vegeto con nocturnidad y relatividad cuántica, pero es obvio que no tengo ganas de practicar el canibalismo conmigo misma).
En cualquier caso, todo esto tiene que ver con mi recién adquirida libertad (que no será tal hasta el lunes, cuando exponga el proyecto del averno y sacrifique un saco de patatas al dios Baal IV (que es parecido al Baal de toda la vida pero usa maquillaje)).
Y con esta nueva libertad, llegan nuevas obligaciones. Obligación de abrazar la vagancia como nueva religión de los días impares. Obligación de descansar hasta que mis músculos decidan que incluso permanecer en cama tiene un límite. No madrugar, viciar, leer, trepar por las paredes, rocambolear en forma de triglicérido y mutar en tío abuelo de Copérnico.
Por supuesto, tachar en mi calendario inexistente los días que faltan para volar (y a ser posible, sin estrellarme) rumbo al averno absoluto, es decir, a los brazos de un informático. Pero no un informático cualquiera (que son libres de abrazarme, yo soy amigable con las especies menos favorecidas) sino "EL INFORMÁTICO". Voy a torturarlo hasta que suplique piedad. Y entonces lo torturaré aún más. Soy así de adorable.
Y en mitad de todo este rollo de palabras dispersas y hojarasca reticulada, os declaro mi amor de los sábados.
Feliz día del pollo alpino.
4 comentarios:
El árbol sin maleza parece más grande...
¿Y sin melaza?
Si te has comido un cerezo, ¿podemos empezar a llamarte Sakura? :P
Llámame como gustes, Alberbimboboxmon XD
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