jueves, 30 de diciembre de 2010

Se acaba el añoooooooooooooo

Nooooooooooooooooooooooooo... el añooooooooooooooooo... nooooooooooooooooooo... los asteriscos y los triglicéridos... Ains, ains, ains.

Desde hace un par de años, vengo siguiendo la tradición del berberecho gris, que es parecida a la del berberecho moteado del sur, pero con menos rituales tontos.
El caso es que el mes de diciembre ha pasado volando y, al mismo tiempo, ha sido eterno. El transcurso del tiempo sufre cierta distorsión cuando atraviesa mi espacio cognitivo y se vuelve... en fin, coagulado y latente en posición fetal.

El caso es que, por primera vez en muchos años, esto de las campanadas no va acompañado de ningún deseo especial. Y eso que tengo muchos, cosas que quiero que salgan bien. Tengo un informático del averno con el que mantengo una bonita relación de amor-odio, una búsqueda de trabajo por delante y una futura mudanza a la otra punta del país. Pero creo que las cosas han salido tan mal desde que estuve de visita por el infierno, que no tengo ganas de desear nada. Bueno, maticemos (aunque no sé para qué pluralizo, pues solo matizo yo). Las cosas no han ido mal, simplemente han ido por donde les ha venido en gana, han pasado de mí y han cobrado una autonomía que ya querría para sí la batería de mi portátil. O un lenguado. En cualquier caso, una es feliz aunque los avatares del destino se pongan a montar juerga cada dos por tres. Mi futuro es hoy más incierto que nunca, y en lugar de desear que todo se calme y se arreglen los pequeños problemas, simplemente me encojo de hombros y me digo que bah, que con ser feliz ya voy bien, que si las cosas se tuercen ya las enderezaré (o miraré mal).

Eso sí, finalizo este 2010 más egoísta que nunca. Lo cual no supone una gran diferencia, pero simplifica notablemente la planificación de un futuro. Aquellos que sepan apreciar lo maravilloso de mi persona, tendrán un hueco en dicho futuro (bajo la alfombra, por ejemplo). Los que no, que no sientan ni una punzada de culpabilidad, que alguien los sustituirá, mhuahahaha.

Eso sí, al mismo tiempo estoy más mimosa (o menos estropajosa, que diría cierto melón) de lo normal. Un 0,000001% más. Creo que es porque voy a mutar en lagartija. O porque me gusta el norte, me gusta la gente que tengo aquí, me gusta la nenaza que tengo por novio (aunque tenga el romanticismo y la lujuria de un abrelatas), me gusta esta ciudad tan grande y con semáforos amarillos y me gusta que la gente hable raro. Lo único que tengo que lamentar es que echaré de menos a esos seres que están genéticamente emparentados con mi persona (especialmente a Plinio, que ambos compartimos vagancia y, por tanto, muchos cromosomas, espirales y letras varias). Pero no se puede tener todo en esta vida, y la culpa la tienen ellos por vivir en un lugar con autobuses completamente indignos.

El caso es que todo esto es culpa de la informática, del cambio climático, del chocobo con sandalias y del requesón envuelto en celofán.

Feliz día del jamón ibérico, de los clips de oficina, del sacacorchos y del rodillo de pintura. Que el nuevo año os traiga menos quebraderos de cabeza y unas zapatillas de oso panda.

3 comentarios:

MaNoPlaS dijo...

Que este nuevo año nos traigan muchas teticas y culicos!

Alberto Zeal dijo...

Yo también te deseo un año nuevo lleno de felicidad y éxitos por Barcelona. Ahora que curro, es más probable que pase por allí para hacerte una visita ^_^

Pilar dijo...

Y espero que este 2011 sea el año en el que por fin te conozca!