viernes, 20 de diciembre de 2013

Ecos de jabón

Los ecos de jabón son diferentes de los ecos de ondas alquitranadas. Eso lo sabe todo el mundo. Todo el mundo que merece estar vivo.
Lo que pocos saben es que los ecos de jabón se contaminan si rebotan demasiado. Se convierten en personajes históricos de tipo tres.

Hubo un tiempo en que no me importaba. El simple hecho de que el sonido regresase a mí era divertido. Pero al final te acabas dando cuenta de que esa pequeña distorsión, inapreciable, estropea el resultado. Imagino que por eso dejé de gritar ante cada caverna.

Actualmente, poca gente consigue verdaderos ecos de jabón. Yo guardo silencio sobre los trucos que facilitan la labor. No hay que poner las cosas fáciles. No cuando cualquiera, con poner un poco de empeño, puede hacerlo.


Mil años ha, existía un detallado manual que explicaba todo el proceso. Sabios de todas las disciplinas colaboraron en su redacción. Y cada año se añadían nuevas anotaciones que convertían la técnica en algo verdaderamente sencillo.
La gente asumió que ese conocimiento iba a estar para siempre disponible y cada vez se esforzaba menos. Se llegó a sugerir que un grupo de voluntarios realizase lecturas en voz alta para que el pueblo no tuviese que leer por sí mismo. De haberse llegado a hacer, no habrían faltado los que hubiesen solicitado que dichas lecturas se hiciesen en sus propios hogares. El frío invierno, ya se sabe. No es bueno salir de casa.

Creo que el propio eco se sintió herido (si es que algo así puede suceder). Como desprovisto de valor. Quizás por eso se ocultó a ojos de todos y se convirtió en un recuerdo del esplendor de antaño.

No desapareció, claro está. De ser así, no habría podido mostrarlos al mundo en tantas ocasiones. Pero sí se volvió huraño, esquivo.
Me siento afortunada por haber dado con él de aquella manera tan tonta, casi azarosa. Y de haberlo conservado a mi lado.
A veces me pregunto si debería hacer como aquellos sabios que intentaron convertir este don en algo universal. Pero entonces soy consciente de que yo no tengo esa alma entregada ni tampoco soy uno de esos sabios. Así que sacudo levemente la cabeza, espantando las ideas altruistas que nunca llegan a clavar sus raíces en la tierra.

Desaparece el tiempo y se funde el universo. Comienza el cántico.

1 comentario:

MaNoPlaS dijo...

recógeme la pastilla de jabón!