jueves, 22 de enero de 2015

Precipitaciones en el tercio sur

Todos los periódicos se estaban haciendo eco del alarmante aumento de goteras. Al principio nadie había querido darle importancia, pero estaba claro que ya era algo generalizado y había pasado de ser un rumor a ocupar portadas.

Según "La información del sureste", cinco de cada diez hogares presentaba ligeras goteras. Por su parte, "El diario de la cordillera" aumentaba el número hasta siete de cada diez en las zonas más deprimidas.

Pero el dato más alarmante lo había proporcionado "La pseudoinformación", que predecía un aumento de hasta el 30% de las goteras en los próximos seis meses.

A mí todo esto me deja bastante indiferente. No entiendo el motivo de tanto revuelo. Las goteras son molestas, sí, pero poco dramáticas. Con un cubo te las apañas mientras buscas el modo de localizar y reparar las filtraciones.

Más complicado es el asunto de mi diminuto estudio, donde el techo se abre en dos en momentos aleatorios. Si hace sol hasta se agradecen las vistas. Pero cuando está diluviando veo mis pertenencias flotar en la piscina que crea la tromba de agua.
Al principio trataba de achicar agua, claro. Pero pronto descubrí que era inútil. Un pantano había decidido mudarse al edificio vecino y vertía sus aguas directamente sobre el desprotegido tejado. Los fines de semana, que volvía al pueblo a visitar a la familia, un riachuelo serpenteante ocupaba su lugar.

Así que al final uno decide resignarse. Cuando te acostumbras a moverte chapoteando de un lado a otro te das cuenta de que no es tan terrible. Los libros se humedecen, eso es cierto. Y en invierno salir de la cama se vuelve el doble de difícil en esas situaciones. Nadie quiere abandonar el calor para lanzarse al agua helada. Pero se acaba convirtiendo en rutina. Tromba va, tromba viene. A veces pasa tanto tiempo entre una y otra que empiezas a preguntarte si tu techo ha decidido sellar sus compuertas para siempre. Pero eso no sucede jamás, antes o después te saluda nuevamente el diluvio.

Creo que es comprensible que, en esta situación, me importe bien poco lo que dicen los medios. Goteras, dicen. Quejas tontas de gente de secano. Lo de siempre.


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