Don cerezo no tenía pies. Tampoco solía conducir deportivos en llamas. Y es que lo único que le gustaba hacer en esta vida era dibujar motas de polvo.
Un buen día llegó a su casa un visitante extraño. Vestía una túnica multicolor, zapatos de tacón de aguja y una peluca de bucles rosas. Se hacía llamar Gerardo.
-Vengo a ofrecerle una oferta irresistible -dijo el recién llegado.
-No me interesa -respondió Don cerezo.
-Eso no puede saberlo si no conoce el producto del que voy a hablarle. Se trata de un quitamanchas que baila y canta.
-¿Qué es lo que canta?
-Ópera muda.
-Oh, entonces me lo quedo.
-Muy bien. Se lo dejo por solo 50 semirocas.
Don cerezo rebuscó en sus bolsillos. Saco una pistola y disparó. Después enterró a Gerardo al pie de una escultura con forma de chicle.
-Que tu alma viaje junto a la de todos aquellos comerciantes que no saben respetar el descanso de quienes hemos entregado nuestra vida por el algodón de azúcar.
Y así llegó la noche, oscura y tranquila. Don cerezo sonrió y le pidió al quitamanchas que preparase un té.
4 comentarios:
Y la teina no lo desveló?
Eso ya quedará para la segunda parte... XD
Sería bueno también que en la 2º parte dieras más detalles sobre la escultura con forma de chicle. Es por puro interés cultural, no porque vaya a ir a desenterrar cadáveres y robar pelucas de bucles rosas.O zapatos de aguja.
No mientas, sé que estás deseando ponerte esa peluca...
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