Eleuterio Pimpajoso caminaba sin cabeza, golpeándose con cada esquina, contenedor y anciano abandonado en el camino. Tras media hora deambulando en dirección Somalía, llegó a una iglesia en ruinas. En la puerta, un halcón dorado lo recibió a picotazos. Eleuterio huyó y mutó en moneda de céntimo, colándose por una alcantarilla. Allí trató de recuperar su forma habitual, pero algo debió fallar, pues mutó en rosquilla con púas.
Entonces el mundo explotó en mil pedazos con forma de oso polar.
Eleuterio Pimpajoso abrió los ojos de su recuperada cabeza y descubrió que se encontraba tumbado bajo un cocotero. Sobre él, un dragón de esparto inclinaba la cabeza con curiosidad.
-¿Nos conocemos? -preguntó Eleuterio.
El dragón respondió con una llamarada de color azul.
-Lo suponía -dijo el montón de cenizas que anteriormente habían sido Eleuterio.
Y entonces el mundo volvió a estallar, esta vez en trocitos con forma de salchicha vienesa.
Un tiovivo daba vueltas mientras un pepinillo cantaba ópera sobre un bidón de gasolina. Eleuterio comprobó que había vuelto a perder la cabeza. Así que volvió a ponerse en pie, caminando en dirección Montreal. Esta vez el camino no tenía obstáculos.
Así habló Gumersindo, libro II
4 comentarios:
Algún día, cuando seas famosa, un chaval con mucho tiempo libre transformará tus entradas en animaciones Flash con música clásica. rathergood no tiene nada que hacer contra ti.
Quiero ir direccion Vancouver sin obstaculos, pero con cabeza.
El dragón de esparto me parece un personaje super trágico. Exijo saber más sobre su (corta) vida.
Salchicha vienesa, qué rico.
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