domingo, 3 de julio de 2011

Frío

Estaba criogenizado. Y muerto. Y vivo.


La criatura se desplazaba sobre su vientre pegajoso, dejando un reguero de sangre y putrefacción. Sus diminutos ojos brillaban en la oscuridad con un resplandor verdoso.



El chico dejó el libro a un lado. Bostezó y estiró los brazos por encima de su cabeza, dejándose resbalar levemente en el sillón. Le pareció escuchar un chapoteo lejano, pero lo atribuyó a la falta de sueño.



En la habitación contigua, el mago contemplaba el hueso que sobresalía de su pierna rota. Podría intentar incorporarse pese al dolor, pero sabía que no serviría de nada si no encontraba un modo de escapar. Las palmas de sus manos, chamuscadas, intentaron concentrar la energía de la estancia en un único punto, pero el campo magnético del lugar dificultaba hasta el conjuro más básico.



El chico se dirigió a su habitación dispuesto a meterse en la cama. Entonces lo oyó con total claridad. Algo se arrastraba por el suelo, en el sótano. El crujido de la madera era perceptible desde allí, así como aquel otro sonido viscoso, como el de una ventosa que tratase, sin éxito, de desatascar un sumidero.



La enorme figura agusanada trataba de introducir su gelatinoso cuerpo por la puerta que conducía a la planta superior. Sabía que su presencia había sido descubierta, debía apresurarse. Se retorció sobre sí misma mientras el marco de la puerta se astillaba, hasta que finalmente logró atravesarlo y llegar al otro lado.



Una llama. Pequeña, gris, fría. Pero con un gran poder latiendo en su interior. El mago usó el fuego de la muerte para abrirse paso. La pared se llenó de grietas en cuanto las lenguas, casi negras, lamieron la superficie. Al instante, el grueso muro se desmoronó, convirtiéndose en una montaña de polvo que se dispersó por toda la estancia. El mago, arrastrando la pierna herida, buscó a la criatura siguiendo el rastro hediondo que había ido dejando a su paso.



El chico permanecía inmóvil junto a la cama. El corazón le latía dolorosamente en el pecho, tan fuerte que casi podía escucharlo retumbar en su interior. El sudor se le había helado en la frente, resbalándole lentamente por la piel. Las piernas empezaban a temblarle, por lo que se vio obligado a sentarse al borde de la cama, agarrando las mantas enérgicamente, como si tratase con ese gesto de evitar que el miedo atenazase su cuerpo. No podía ser la criatura, se dijo. No en aquel momento, no en aquel lugar.



Los ojos del monstruo se posaron en el mago, estudiándolo de arriba a abajo. Abrió un par de veces las descomunales mandíbulas, dejando al descubierto una hilera de afilados dientes amarillentos entre los que paseaba una gruesa lengua violácea.
El mago avanzó un par de pasos, sin dejar de apuntar al ser con la magia de la llama oscura. La criatura dejó escapar un gruñido. Entonces atacó.



Un viento helado recorrió la habitación del chico, haciendo bailar las cortinas de un lado a otro. La papelera volcó, rodando hasta el otro extremo de la estancia. El frío se intensificaba por momentos, haciendo que el propio aliento le quemase al joven en la garganta. Los pulmones parecían estar a punto de estallar, mientras que a su alrededor todo parecía cubrirse de una leve capa de escarcha que se le adhería a la ropa, al pelo e incluso a las pestañas. Cerró los ojos con fuerza, tratando de protegerse. Y entonces, un rugido aterrador se dejó escuchar claramente por encima del gemir del viento. Al instante, todo quedó en silencio y la habitación recuperó la calma.



El mago escupió sangre mientras se incorporaba con dificultad. La criatura yacía a su lado, descomponiéndose con rapidez. A los pocos minutos, el único rastro del monstruo era aquel hedor insoportable.
La llama tembló, perdiendo intensidad. El mago susurró unas últimas palabras. Y entonces el fuego se apagó.



El chico se asomó con cuidado. El suelo humeaba allí donde había tenido lugar la batalla. El olor era más intenso en esa zona y la sangre que manchaba paredes y suelo empezaba a secarse.
Un brillo en un rincón captó su atención. Se acercó con cuidado y se agachó para tomar entre sus manos el pequeño diamante tallado en forma de lágrima. En ese momento supo que debía su vida al mago.

Guardó la joya en su bolsillo y rezó en voz baja durante un buen rato. Cuando acabó, el sol se colaba por las ventanas, tiñendo la estancia con una luz rosada. El chico regresó al dormitorio y rebuscó en uno de los cajones hasta dar con un diamante idéntico en forma y tamaño al que acababa de guardar en el bolsillo. Colocó ambos sobre la mesa, los comparó unos instantes y entonces se los llevó a la boca. Tragó con dificultad, tratando de reprimir un repentino acceso de tos. El sabor que le dejaron los diamantes era amargo, pero pronto eso dejó de importar. Su piel empezó a helarse, mientras los miembros se le volvían rígidos. La respiración se le entrecortaba, el corazón cada vez latía con menos fuerza. Pero no tuvo miedo. Moriría. Y viviría. Y cuando la bestia regresase, no tendría miedo. Porque sería el momento y el lugar adecuados. El ciclo se rompería y la historia llegaría a su fin.

7 comentarios:

El anónimo aburrido que os amó dijo...

Me gusta más la entrada anterior del unicornio y del narval porque no me gusta leer. Pero veo alguna laguna a la historia (a la del unicornio y del narval, digo) ¿Por qué se odian? ¿que tienen el uno en contra del otro? ¿luchan en el mar, en la tierra, o en una zona neutra como el espacio exterior?
PD: Scullywen, sólo de pensar en vin diesel con pelo me da un rollo muy raro... ¿No serás informática?

M dijo...

Skyrunner se queja en el fb de que la entrada del narval no tiene texto. Tú te quejas de que la última lo tiene en exceso. Solución. Mataos los unos a los otros (o intentadlo) y el que sobreviva elegirá qué tipo de entradas habrá en el blog. Obviamente, yo ignoraré sus sugerencias y seguiré poniendo lo que quiera, mhuahaha.

Respecto a la lucha entre el narval y el unicornio, solo la perturbada compañía juguetera podrá responder a esa pregunta. O Scullywen, que no es informática (pero casi).

Scullywen dijo...

Creo que los objetivos ocultos del narval y el unicornio para iniciar su duelo a muerte son demasiado oscuros e incomprensibles para nuestros paupérrimos cerebros. Si intentamos comprenderlos, probablemente mutaríamos en amebas. Así que deben permanecer en secreto por nuestro bien.

AAA, es posible que Vin Diesel tuviera pelo en algún momento... Si lo tuvo Bruce Willis, ¿por qué él no? Oye, acabo de caer que AAA también suena como un tipo de pila...

A mí me ha gustado la entrada. En mi mente enferma me ha recordado a La Historia Interminable, pero más cruenta... no sé, a lo mejor es que REALMENTE empiezo a mutar en informática xD.

Eskifrunchen dijo...

A esta entrada le falta CLARAMENTE mucho más texto. De hecho, como solo las leemos cuatro gatos, creo que deberías intercalar estas sabias palabras entre párrafos:

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Dará un toque de distinción a tu blog y te asegurarás de que solo lo leemos unos pocos elegidos. Además, como la pija escribe más o menos igual, parecerá un post de regargojano clásico.

De nada.

Pacothemaster dijo...

Masuno a lo de estridewen

Regargojana dijo...

Yo también voto por textos más largos, y más narvales, y más fotos de drogo, y más chocolate. Y evidentemente los textos deben ser en regargojano clásico, es algo imprescindible en cualquier blog de nivel.

"La criatura se desplazaba sobre su vientre pegajoso, dejando un reguero de sangre y putrefacción. Sus diminutos ojos brillaban en la oscuridad con un resplandor verdoso. " Yo una vez soñé con un bicho así que además lanzaba alaridos espeluznantes.

M dijo...

Conclusión: pondré fotos de Drogo. Es la parte más interesante de todos los comentarios XD.