Bajas la escalera de caracol con sumo cuidado, temiendo tropezar con los cadáveres que se apilan unos sobre otros. Llegas entonces a la amplia sala cubierta con tapices multicolores. Un niño de rostro angelical y bucles dorados permanece con la mirada vacía, perdida en el infinito. Los ojos vidriosos de aquel al que han arrebatado la vida, del muñeco inerte que cuelga del ventanal, claveteadas las manos en la madera. A sus pies, las doncellas yacen desmadejadas sobre el suelo, la sangre corriendo a regueros hasta ti.
Sonríes. Al fin estás en casa.
9 comentarios:
El niño se hizo mayor y tiene la regla.
Era un niño un poco raro entonces.
Era una niño normal y llevaba el material escolar que le diese la gana!
¡Ey, yo leería un libro de "Elige tu propia aventura" que fuera así! xD
Paco, no era normal, no insistas XD.
Meloncia mía, yo escribiré un libro para que puedas leerlo XD
Así me has dejado con esta entrada: O_O Una escena realmente inquietante, Mer. Quizá te la plagie XD
Ahora en serio, deberías plantearte escribir un libro de mini-relatos de este estilo (o del surrealista con toques regargojanos). Molaría bastante ^_^ Además, así podría presumir de que tengo una amiga escritora de verdad XD
Gracias, melón, no sabes la ilusión que me hace que os gusten las cosas que pongo por aquí. El problema es que son cosas que me salen sin pensar, nunca he sabido tomarme en serio lo de escribir :P
Pues precisamente esa es la gracia, Mer, que hicieras un libro de cuentos sin pensar (como los poemas de Breton). De hecho, ese podría ser hasta el título.
Que mentirosa, tu casa no es así.
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