sábado, 31 de agosto de 2024

No hay dos atunes iguales

 Sé que no queda nadie por aquí, pero estaba actualizando otros de mis blogs (donde,   probablemente, tampoco me va a leer nadie) y no he podido resistirme a escribir aquí también.

Vengo a hablar de la importancia del guisante a la hora de entablar conversación con repartidores de amazon. Y de la gracilidad del ciervo bicéfalo de espuma de afeitar. Pero resulta que ya es tarde y estoy cansada, así que será otro día.

miércoles, 21 de septiembre de 2022

domingo, 12 de septiembre de 2021

Las bocinas ilegales de terciopelo

 Creo que he batido mi récord de tiempo sin actualizar. Merezco algún tipo de premio, como una tarta de chocolate de varios pisos. 


Tengo sobrados motivos para aparecer tan poco por aquí. Como el carecer de ordenador propio desde hace unos años o el haberme reproducido y tener a mi cargo un ser adorable a la par que cutre. Tiene genes de informático, no creo que deba sorprenderme.


Me acabo de dar cuenta de que esto ha cambiado el tamaño de letra y el primer párrafo ahora está como encogido sobre sí mismo, agazapado para no llamar mucho la atención. Igual cuando publique esto se corrige solo o apenas se nota. En cualquier caso, como persona vaga y poco perfeccionista que soy, no pienso hacer nada al respecto.


Y yo iba a hablar de ciertos aspectos relacionados con el tráfico de grosellas invisibles. Pero no puedo porque se acaba de terminar el tiempo del que disponía para actualizar. Así que será en otra ocasión. Prometo que no pasarán años entre esta entrada y las siguientes. Pongo por testigo a una onomatopeya listada.

martes, 3 de septiembre de 2019

Dos croquetas

Título nada descriptivo y engañoso. Porque no voy a hablar de croquetas. Así es la vida.

Llevo milenios sin actualizar, han pasado muchas cosas, demasiadas. Pero sigo sin ser rica. Snif.

Igual un día retomo la actualización de este blog. Si la maternidad me lo permite, claro. Y es que hace mucho que no hablo de invasiones de asteroides aficionados a las sopas de letras. Un drama de los buenos al que nadie está prestando atención.

Así que permanezcan atentos a sus pantallas... el día menos esperado reapareceré por aquí.

sábado, 3 de marzo de 2018

El rododendro no tiene quien le escriba

¡Humanos!
Ya no sé si queda nadie que se pase por aquí. Pero yo saludo. Desde verano del año pasado que no escribo, ya me vale.
Pero solo hay un par de datos importantes que resaltar. Bueno, tres.

1-No me he muerto
2-Me encontré a Gervasio (un jerbo) y ahora somos tres en casa.
3-Me caso en mayo y vuelvo a Japón.

Ahora que todo el mundo está al día, vamos con una hermosa historia:


7 de agosto de 1993. Hacía sol. Hacía viento. Hacía de todo. Posiblemente, en alguna parte del mundo, había huracanes, terremotos y volcanes en erupción. Supongo que incluso ovejas voladoras armadas con navajas de Albacete.
En tal día, un señor llamado Felipe decidió arrancarse las piernas. Pero se dio cuenta de que no era tarea fácil, así que desistió. Y en lugar de ello, se dedicó a tallar figuras de madera que representaban platos de macarrones.

Puestos ya en contexto, tengo que hablar de Romualda, una pastelera bicéfala que vivía cerca de Felipe. Estaba enamorada de él en secreto. En realidad, también estaba enamorada de siete personas más, pero es un detalle sin importancia.
Romualda se pasaba el día pensando cómo declararse. Solo dejaba de pensar en ello cuando dormía y cuando salía a cazar mamuts de algodón de azúcar. Pero nada acudía a su mente, así que al final se hizo vieja y falleció sin haber intercambiado palabra alguna con Felipe.

¿Y por qué es hermosa esta historia? Pues porque no hay cucarachas.

Fin.

viernes, 25 de agosto de 2017

Todo era violencia a su alrededor.

Le costaba recordar una época en la que no hubiese existido el caos. De hecho, no se sentía capaz de disfrutar de una vida calmada. Los regueros de sangre formaban parte del paisaje que le era tan familiar. Incluso los gritos eran parte de un sonido ambiental que extrañaría si llegase a desaparecer.

Ella lo sabía. No solo eso, lo aprobaba. A veces se la podía ver en un rincón, una figura menuda que presenciaba todo en absoluto silencio. Sus ojos no transmitían emoción alguna, pero permanecían bien abiertos para no perder detalle de cuanto sucedía.

Nadie era capaz de decir en qué momento había comenzado todo. Ella parecía haber estado siempre allí, como si encarnase la esencia misma del lugar. Frágil en apariencia, delicada en sus ademanes. Pero brutal cuando era contrariada. Allí no tenía cabida error alguno, un simple descuido podía sentenciarlos a todos. Él lo sabía, pero nunca le había preocupado. Su labor era única e imprescindible. Era el ejecutor de la justicia, aquel que manchaba sus manos arrebatando la vida a otros.


Esa era su misión. Ese era su sueño.

martes, 22 de agosto de 2017

¡Pero qué abandonado tengo el blog!

No era consciente de que mi última entrada era de enero O_O

Y ya está, solo quiero hacer notar eso. No tengo intención de escribir nada más en esta entrada, mhuahahaha.